En la presente era de reboots es difícil atreverse a darles una mirada, porque la nostalgia es y será intocable para muchos. Lo cierto es que Aprendiendo a vivir (Heartbreak High), de Netflix, es un gran ejemplo de cómo revivir una exitosa producción y, más allá de ello, podría ser fácilmente la mejor serie de adolescentes hasta la fecha. La historia se ambienta en Australia, tal como la ficción original, pero la perspectiva con la que se cuenta involucra más profundidad en ciertos temas que se discuten en las nuevas generaciones.
A simple vista, es posible describirla como una mezcla entre Sex Education, Euphoria y Generation; tres títulos de la pantalla chica que han explorado con realismo y cercanía a los centennials. Sin embargo, conforme avanzan los episodios, la premisa va forjando su propio camino hasta el punto de erigirse con un concepto original y desarrollar el crecimiento de cada personaje.
Desde el principio hasta el final, la trama se centra principalmente en Amerie y el misterio detrás de su ruptura amical con Harper. Ambas siempre fueron inseparables hasta que un evento –no conocido hasta el último episodio– las separa. En el primer día de la escuela, se revela a toda la escuela el “Mapa del incesto” que ellas dos crearon en una pared escondida y, aunque no hay señal de Harper, Amerie decide tomar la culpa ante la directora.
Lo siguiente que viene es más que predecible: todos lo que aparecen en esta pinta serán convocados a llevar clases de educación sexual bajo la guía de una joven profesora negra. Por su parte, Amerie se convierte en la paria del colegio, ha expuesto la vida sexual de todos y sus amigas, incluyendo a Harper, la han abandonado.
Pero no pasa mucho tiempo para que sea “adoptada” por Darren, un chico gay con una personalidad encantadora, y Quinni, una chica lesbiana con autismo. En cuanto a su vida amorosa, ella cree aún tener una oportunidad con el chico del que siempre ha estado enamorada, pero un estudiante nuevo se acerca a ella sin importar lo que digan sus compañeros del equipo de baloncesto.
Los personajes auténticos y el aprendizaje sobre la sexualidad
Aunque Aprendiendo a vivir juegue con las ideas más modernas para retratar a los adolescentes en la ficción, cada uno de ellos goza de una autenticidad única y demuestra la sensibilidad de Hannah Carroll Chapman, creadora y guionista, para escribir sus travesías de autodescubrimiento. Aquí no existen los personajes “token”, utilizados en muchos programas de televisión para llamarse a sí mismos diversos. Vemos a jóvenes homosexuales, bisexuales, queer, no binaries, asexuales y muchos otros apenas están explorando el espectro de la sexualidad fuera de la heteronormatividad.
Sin el constante recurso cómico o la crudeza excesiva para llamarse más realista que otras, esta serie australiana logra ser una de las mejores apuestas dentro del género adolescente en la actualidad. El final de la temporada es cerrado (un poco desilusionante y triste), una decisión narrativa probablemente tomada ante la posibilidad de no ser renovada. Pero, sin duda, todos estamos de acuerdo en que Netflix debería darnos una segunda temporada.
El elenco de Aprendiendo a vivir está conformado por Ayesha Madon como Amerie, Asher Yasbincek como Harper, Gemma Chua-Tran como Sumaia, Josh Heuston como Dusty, James Majoos como Darren, Chloe Hayden como Quinni, Will McDonald como Cash, Thomas Weatherall como Malakai, entre otros más.
Todos los capítulos de Aprendiendo a vivir están disponibles para ver en Netflix desde el 14 de septiembre.
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