Ana de Armas tomó el mayor desafío de su carrera junto al director neozelandés Andrew Dominik (La muerte de Jesse James por el cobarde Robert Ford) al aceptar convertirse en Marilyn Monroe, uno de los mayores íconos del siglo pasado y su polémica y tortuosa vida (murió a los 36 años). Basada en el libro del mismo nombre de Joyce Carol Oates sobre la leyenda, pero desde un punto de vista más terrenal y visceral, Netflix junto a la productora de Brad Pitt estrenan este miércoles Rubia, la película que no dejará indiferente a nadie.
El film comienza en los años 30 con la pequeña Norma Jeane Mortenson sufriendo la relación con su madre y la ausencia de su padre. Desde los primeros minutos, la cinta te deja la pauta que el camino a transitar las próximas casi tres horas no serán fáciles, pero tampoco olvidables y eso ya es un mérito. En un relato tan osado como visualmente rico, pero que por momentos se siente inflado e innecesario, la película cuenta cronológicamente la vida de la estrella de cine Marilyn Monroe en quizá el papel de la vida de Ana de Armas.
Sin adentrarme demasiado en lo que cuenta la película (porque para muchos algunos secretos serán una verdadera revelación y para otras una obviedad, pero vista desde la perspectiva del director), me quiero enfocar en cómo cuenta la historia. Blonde (su título original) es un camino salvaje y bastante dispar narrativamente, pero que sorprende y gusta porque cruza los límites. Genera cosas, miedos, llanto, alegría y muchas más, algo que el cine actual no está tan acostumbrado.
Las herramientas que utiliza Dominik son parecidas al resto de su filmografía: una cámara pegada a sus protagonistas, casi acosadora e impertinente, cambios de registros visuales (cambia el formato y los colores depende la época o el estado de animo de la protagonista), pero a todos esos recursos le suma algunas licencias bastante vergonzosas (momento bebé) y otras brillantes, además de una actriz dispuesta a entregar todo por este papel. La fotografía, en el terreno técnico, es tan poderosa que toma un gran protagonismo y es del canadiense Chayse Irvin.
Sobre la actuación de Ana de Armas, la actriz cubana no deja dudas que tomó este desafío, lo abrazó y se adueñó de la mirada, de la voz y de los sentimientos de Marilyn. Poseedora absoluta de la cámara en la mayoría del metraje donde entrega su cuerpo, sus lágrimas, su mirada y se expone en situaciones realmente indignantes en las que el director quiere marcar su impronta o presencia. El papel de su vida. Y la acompañan muy bien todos sus compañeros de cast: Bobby Carnevale, Xavier Samuel y Evan Williams. Toby Huss y Adrien Brody son los que más se lucen con personajes de pocas apariciones, pero comprometidas, sólidas, como Whitey, su maquillador y Arthur Miller, una de sus parejas respectivamente.
Lo que resta por decir es que no es un film pasatista ni de presupuesto, pero con una propuesta osada y sobre una de las figuras mundiales más grandes y controvertidas, alcanza para que sea una de las películas más recodadas de este año. Dividirá opiniones, pero no pasará indiferente. Eso, repito, ya es un mérito sobresaliente con una historia que podría ser una sencilla biopic que se olvidaría en tres meses. Rubia seguramente no.
La película ya está disponible en Netflix.
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