Desde su creación en 1969, Woodstock recibía en cada edición a sus asistentes para ofrecer la mejor experiencia musical con paz, amor y drogas, pero 30 años después de su nacimiento cayó en el nivel más bajo de organización de toda su historia. Fiasco total: Woodstock 99 (Trainwreck: Woodstock ‘99) es un documental en Netflix que relata cómo uno de los eventos más grandes de la industria se convirtió en un completo infierno para el público.
“Se suponía que Woodstock 99 sería la celebración del amor, la paz y la música más importante del milenio. Sin embargo, se convirtió en un fiasco épico en el que se produjeron incendios, disturbios y destrozos. A través de imágenes exclusivas y entrevistas con una larga lista de personal del festival, artistas y asistentes, esta serie documental se escabulle detrás del escenario para revelar los egos, la codicia y la música que avivaron la llama del caos durante tres días”, se lee en la premisa oficial.
Dirigido por Jamie Crawford, el título se divide en tres partes de 45 minutos de duración respectivamente para contar lo que fue un hecho singular de la música en directo. El 23, 24 y 25 de julio de 1999, la localidad de Rome, Nueva York, sirvió como sede del espectáculo musical producido por Michael Lang –la mente detrás de la franquicia de conciertos– y el promotor responsable de esa edición, John Scher.
Según aseguran ambos en conversación con el equipo de Trainwreck: Woodstock ‘99, entre el primer Woodstock y el que culminó con la década de los 90, cambió radicalmente la generación de jóvenes: el descontrol y la agresividad habían superado las ideas de paz y amor. ¿Realmente esa fue la causa? Periodistas que hicieron la cobertura y algunos de los artistas invitados como Jonathan Davis, líder de Körn, y la banda Jewel Fatboy Slim se oponen a este argumento y cuentan la verdad desde sus perspectivas.
Además, se convoca las voces de las personas que estuvieron detrás de la producción, la seguridad, los puestos de venta, los servicios sanitarios, el acalde de Rome y funcionarios del condado. Por último, la investigación obtiene los testimonios de quienes vivieron la catástrofe en primera persona: los asistentes que, en ese entonces, eran adolescentes o jóvenes adultos.
El secreto de ahorrar costos y sacrificar la seguridad
En los tres episodios, se relata cómo la falta de organización de un festival presuntamente profesional costó una gran experiencia de la música en vivo para más de 250 mil personas. Para empezar, la selección del lugar fue la peor decisión: una base aérea abandonada de Griffis en las afueras de Rome. El recinto militar era en su mayoría solo asfalto y la distancia entre los dos escenarios era de aproximadamente cuatro kilómetros, pero lo más crítico dentro de este panorama fue la ola de calor que llegó hasta los 39 grados.
La comida y el agua embotellada eran costosas y los servicios higiénicos reventaron tan solo el primer día, provocando que las condiciones sean insalubres y desagradables por el hedor que desprendían las enormes cantidades de heces. Sumado a ello, el agua en los bebederos gratuitos se contaminó. Y aunque suene inconcebible, esa no fue la peor parte. Lo fueron los disturbios, la violencia y los abusos sexuales, hechos brutales por los cuales John Scher no se hace responsable hasta la actualidad.
Trainwreck: Woodstock ‘99 se lanzó el pasado 3 de agosto en el catálogo de Netflix.
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