En 1989, un joven actor, director y guionista revolucionó el mundo del cine con su versión de Enrique V. Muchos hablaron de un nuevo Lawrence Olivier, y otros no tardaron en compararlo con Orson Welles. Luego de que las aguas se calmaron, Kenneth Branagh pudo demostrar que sus ambiciones eran grandes pero que al mismo tiempo buscaba acercar al gran público la obra de su autor favorito: William Shakespeare. De hecho, Enrique V fue la primera de muchas adaptaciones que hizo del escritor, llegando incluso a realizar una versión de cuatro horas con el texto completo de Hamlet y un elenco descomunal.

Pero entre tantos sueños cumplidos había uno que aún le faltaba y era interpretar al mismísimo William Shakespeare. En Todo es cierto (All is True, 2018), finalmente logró concretar ese proyecto. Esta película cuenta los últimos años de la vida del dramaturgo, empezando por el momento en el cual The Globe Theatre se prendió fuego en 1613. La obra que se presentaba cuando ocurrió el siniestro era Enrique VIII, también conocida como Todo es cierto. Shakespeare, de cuarenta y nueve años, regresa entonces a su casa desde Londres a Stratford-upon-Avon para reunirse con su esposa, Anne Hathaway (Judi Dench). Shakespeare y Anne tienen una relación distante y ambos pertenecen a mundos distintos. Su matrimonio nunca se ha recuperado de la muerte de su hijo Hamnet, de once años. La relación de Shakespeare con sus hijas no es muy buena y volver a su pueblo lo enfrenta a todas las cuentas pendientes de su vida.

Kenneth Branagh realiza un ensayo en el que busca desentrañar algunos de los misterios alrededor de la figura de su ídolo, lo que no le impide tener algunos momentos ligeros e incluso humorísticos. No solo lo acompaña la gran Judi Dench, también aparece Ian McKellen, otro actor que como sus dos compañeros de elenco ha interpretado personajes de Shakespeare en teatro y cine. Juntos son un lujo absoluto. También la recreación de época es bella y el director ha puesto el énfasis en iluminar de forma realista y poética cada una de las escenas, en particular las nocturnas.

Pero las escenas más logradas son aquellas en las que los actores tienen largos y elaborados diálogos, discursos que uno podría imaginar perfectamente en boca de William Shakespeare. Branagh conoce tan bien al personaje, que logra darle una vida que nadie podría afirmar si es real, pero se ve como tal. Un homenaje lleno de pasión, como siempre en la obra del director y actor británico.
Para quienes no han tenido la oportunidad de ver esta producción, podrán hacerlo desde este sábado en Netflix.
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