Los dinosaurios estuvieron en el cine incluso antes de que este fuera sonoro. Muchas películas tuvieron mayor o menor éxito a lo largo de las décadas, pero ninguna logró un furor comparable con el de Jurassic Park en 1993. Es decir, los temas siempre están, lo que hace falta es alguien que haga una película que llene las salas. Así como en los años anteriores Steven Spielberg había puesto de moda los tiburones, los extraterrestres e incluso los aventureros de la década del treinta, con la novela de Michael Crichton lo hizo una vez más. Se podrá argumentar que el cine es un arte colectivo y que son varios los responsables de estos éxitos. Es verdad, no hay duda, pero quien termina siendo el autor en común de todos estos grandes éxitos es el mismo.
Steven Spielberg adaptó un libro exitoso pero le puso, como siempre, una impronta personal. Eligió un elenco de grandes nombres aunque ninguno fuera una estrella descomunal. Les abrió la puerta a los efectos visuales digitales en lo que serían una revolución sin precedentes, pero no por eso descuidó los efectos especiales hechos durante el rodaje. Confió en John Williams para crear otra partitura definitiva, así como una vez más tuvo a Michael Kahn en el montaje. La película era un cuestionamiento de aquellos que arman un espectáculo memorable a cualquier precio pero también era uno de esos espectáculos, aunque obviamente sin consecuencias. La película es apasionante, pero también es un título de una complejidad mayor a lo que algunos creen.
Tan popular es la película que casi no vale la pena contar de qué trata, pero aun así repasemos su argumento. Un millonario, John Hammond (Richard Attenborough), ha creado un parque de diversiones en la isla Nublar, cerca de Costa Rica. No es un parque cualquiera, ya que en él habitan, con ciertas restricciones de seguridad y alambrados, dinosaurios clonados por genetistas. En uno de los traslados de estos animales muere un empleado y el Parque Jurásico, el Jurassic Park del título, es sometido a una investigación. Para ver el parque llegan el paleontólogo Alan Grant (Sam Neill), la paleobotánica Ellie Sattler (Laura Dern) y el matemático Ian Malcolm (Jeff Goldblum). Estos visitantes quedarán deslumbrados con lo que ven, pero también notarán que la situación conlleva un gran peligro. También están Lex y Tim Murphy, los nietos del señor Hammond. El resto, todos los sabemos, son los dinosaurios desatados y el grupo tratando de sobrevivir.
La trama es simple y la película también lo es. Pero cada momento es memorable y el genio de Spielberg lo hizo una vez más. El planeta creyó que los dinosaurios de la película estaban allí, sin que se notara el truco. Los efectos visuales digitales, es decir los hechos en posproducción, eran perfectos, algo nunca visto. Terminator 2 y Jurassic Park fueron las películas que lo cambiaron todo. Pero hoy, a casi tres décadas de su estreno, los efectos de la película de Spielberg siguen funcionando. El mérito es del director. Un dinosaurio reflejado en un espejo retrovisor, un salto en el lugar adecuado y un instante de suspenso llevaban al espectador a comprar todo el paquete. Incluso el plano del vaso de agua que anunciaba el acercamiento del T-Rex era algo hecho en rodaje con los elementos más básicos y artesanales. Spielberg sabía que la tecnología no podía reemplazar el lenguaje del cine y nunca descuidó este aspecto.
Una curiosidad es que en 1993 Steven Spielberg estrenaría dos películas: Jurassic Park y La lista de Schindler. La película más taquillera de la historia y la ganadora del Oscar de ese año. El resumen perfecto de sus talentos. Durante el duro rodaje de La lista de Schindler en Europa, el amigo de Spielberg, George Lucas, supervisaba el montaje de Jurassic Park. No son, sin embargo, dos películas tan diferentes en algunos aspectos. En ambas un empresario siente culpa y se pregunta acerca del uso del dinero y su responsabilidad. En ambas es el propio Spielberg quien habla. El señor Hammond habla, como un artista, sobre su gran sueño. Pero Sattler le recuerda la responsabilidad que tiene al hacer un arte tan ambicioso que no repara en gastos. No solo es una metáfora sobre el cine, también lo es sobre la ciencia.
El Dr. Grant, su rechazo a los niños y el camino que hace para finalmente cuidarlos es otro tema muy cercano a Steven Spielberg. Nunca pierde el rumbo el director, siempre es coherente con su mundo, no importa que tan diferente parezca el material que tiene entre manos. Por otro lado, los museos del mundo multiplicaron sus visitantes, por lo que la película fue no solo un negocio cinematográfico, sino para toda la paleontología en general. Simplemente, todos se enamoraron de los dinosaurios. La película es muy inteligente al mezclar su título con el parque y combinar de forma irónica ambos espectáculos.
Luego vendrían secuelas, imitaciones y cien mil citas. La revolución digital hoy es total y ahora la franquicia dice llegar a su fin. Para ello vuelven a convocar al trío protagónico de Neill, Dern y Goldblum, confirmando que no habrá nunca otra película como la primera. La magia de Jurassic Park está en su combinación de elementos, su confianza en lo tecnológico pero también en lo artesanal. Un show enorme que nos hizo volver a creer en dinosaurios, pero en realidad lo que hizo es confirmaron que aún creemos en el buen cine.
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