El bebé es una comedia negra, una historia de terror en la cual el personaje central es, precisamente, un niño de meses, alrededor del cual suceden cosas horrorosas. Con este concepto provocador arranca esta historia de capítulos breves pero contundentes no apta para todos los gustos. La provocación es así, divide aguas. Algunos se sentirán a gusto con la catarsis que pueden encontrar en este relato y otros se sentirán incómodos.
Frankenstein, Drácula, el hombre lobo, la momia, el monstruo de la laguna negra, Freddy Krueger y otros tantos personajes de terror han atravesado la historia del cine y la televisión. Algunos han tenido una carrera más extensa que otros, pero todos coinciden en aterrar a varias generaciones. El mal habita, muchas veces, en lo deforme, lo muerto, lo que produce pesadillas de solo nombrarlo. Pero las ficciones de terror han descubierto, desde que se los permitió esa suerte de censura que ejerce la moral media, un espacio distinto: la infancia.
Desde el El pueblo de los malditos (1960) el cine comprendió el potencial de encontrar horror en el espacio de la inocencia. El problema, claro está, es que es demasiado impactante eliminar a un villano pequeño. Pero justamente ese es su encanto.
La obra cumbre de Chicho Ibáñez Serrador se llamó ¿Quién puede matar a un niño? y mezclaba las fantasías aterradoras sobre la infancia con una venganza irrefrenable. En El bebé de Rosemary (1968) la llegada del pequeño era cualquier cosa menos una buena noticia. El diablo también tiene la capacidad de poseerlos como a cualquier adulto o incluso el niño puede ser el hijo de Lucifer, como nos enseñaron El exorcista (1973) y La profecía (1976). Con los años, el miedo a poner niños o bebés en ese rol se fue disipando y hoy hay todo tipo de historias donde los niños y los bebés son horribles monstruos.
Pero la novedad de El bebé es, además de que se trata de una serie, que el bebé es saludable, bonito y sonriente. No necesita hacer nada: a su alrededor las desgracias se suceden, como lo demuestra el impactante comienzo del episodio inicial. Una mujer y el bebé en brazos al borde de un precipicio y la policía trata de evitar que ambos mueran. ¿Lo logran? Bueno, digamos que tienen una efectividad del 50 por ciento. Un comienzo bien arriba, sin ironías, para que el espectador se pregunte cómo va a seguir la historia.
La protagonista de la serie es Natasha (Michelle De Swarte), una mujer de 38 años que observa cómo sus amigas se van convirtiendo en madres y ella no desea sumarse al grupo. Con algo de presión social y también sintiéndose excluida, prefiere distanciarse de ese entorno. Irónicamente, es al alejarse de la ciudad que un bebé le cae, casi literalmente, del cielo.
Este milagro adverso será el comienzo de una pesadilla. Como si la maternidad se le impusiera —ese es uno de los temas de la serie creada por Siân Robins-Grace y Lucy Gaymer— Natasha no puede deshacerse de ese hermoso y adorable bebé. Cada vez que lo intenta las consecuencias son atroces. Poco a poco se ve acorralada en este nuevo mundo incomprensible para ella.
La serie disponible en HBO Max tiene un fuerte planteo inicial y algunos conceptos transgresores, aunque no tanto en el año 2022, para ser sinceros. La puesta en duda o el cuestionamiento de la maternidad no es algo tan provocador como lo hubiera sido décadas atrás. La historia se alarga mucho y queda claro que lo que podría haber sido una película sufre la extensión del relato. Pero al menos al comienzo, la serie saca algunas sonrisas mientras se pregunta acerca de las contradicciones entre la belleza y la exigencia de la maternidad, así como la idea de que no se la puede considerar una suerte de obligación para las mujeres.
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