Fue un anuncio sin precedentes. Una mañana de 2022 la ciudad de Buenos Aires amaneció llena de pósters que simplemente decían: “Vuelven”. La imagen mostraba a los cuatro protagonistas de Los simuladores, con sus famosas gabardinas, de espaldas y mirando hacia un costado. “Una película de Damián Szifron. 2024 en cines” completaba el texto. En paralelo se lo anunció en redes y fue una revolución: finalmente, y luego de años de espera, volvía una de las ficciones más queridas de toda la historia de la televisión local, que se popularizó en el mundo y tuvo remakes en varios países.
Los protagonistas son un cuatro socios dedicados a resolver, mediante complejas simulaciones, conflictos de la vida cotidiana de la gente. Aunque se cruzan con misiones más peligrosas que otras, la mayoría son situaciones muy comunes vinculadas con la pareja, el trabajo o el dinero en escalas no exorbitantes. Como una Misión imposible simpática y graciosa, la serie busca resolver las cosas sin entrar en un conflicto violento y sin que las personas engañadas descubran lo que pasó.
Los simuladores del título son Mario Santos (Federico D’Elía), Pablo Lamponne (Alejandro Fiore), Emilio Ravenna (Diego Peretti) y Gabriel David Medina (Martín Seefeld). Santos, el líder, se encarga de la logística y la planificación, Lamponne de técnica y movilidad, Ravenna de caracterización y Medina de investigación. Santos es el cerebro, Lamponne la fuerza, Ravenna la seducción y Medina la sensibilidad.
Los episodios son muy dinámicos y la serie nunca se estanca ni crea una fórmula en la que se vuelve rutinaria. Empieza en la temporada 1 usando una estructura de un caso pequeño y luego uno principal, pero más tarde altera esta lógica o realiza excepciones. En la temporada 2 aparece la Brigada B, un segundo grupo de asistentes que fueron antes clientes, y también la subtrama de la venganza de Franco Milazzo, un personaje al que le hicieron creer en la temporada inicial que formaba parte de un reality en la selva. También se suma Betún, un perro brillante que, entre otras cosas, toma clases de canto con el famoso compositor y pianista Mariano Mores.
En Los simuladores no se impone la violencia. Todo lo contrario: se usa un método científico de análisis y resolución de los conflictos, aplicando diferentes disciplinas para conseguir el objetivo sin usar armas de fuego o comprometer la vida de las víctimas o los clientes. Otro punto interesante es el boca a boca por el cual los ayudados se van pasando el dato sobre la existencia de este equipo. Si bien no es necesario ver la primera temporada cronológicamente, hacerlo permite disfrutar de la evolución de los personajes y las conexiones entre episodios.
A lo largo de estas dos inolvidables temporadas, con un nivel de creatividad único y a pesar de su presupuesto limitado, la serie no tuvo nada que envidiarles a las ficciones que le sirvieron de inspiración. Supo ser más humana y graciosa que Misión imposible y más variada que Brigada A. Nunca decayó y se retiró con gloria. Hay episodios más ceñidos al policial y otros que son delirios hermosos, con un desparpajo que genera alegría y diversión. Extraterrestres, vampiros, clones: todo podía ser parte de los planes. Los simuladores, aunque tuvo capítulos más comprometidos que otros, nunca se tomó en serio a sí misma, y ese es uno de sus secretos.
Algunas escenas son momentos de referencia; algunas líneas de diálogo son recordadas y citadas. Y al escuchar “Cité Tango”, compuesto por Astor Piazzolla e interpretado por Gotán Project, hoy todos piensan en la secuencia de títulos con los cuatro protagonistas caminando bajo la lluvia.
Las redes sociales no hicieron más que reavivar el amor y la admiración por esta ficción argentina. Algunos temas, como la violencia de género o la manera en la que se representaron la sensibilidad masculina y la homosexualidad, tuvieron un tono de avanzada para la época. Si el talento de Damián Szifron hoy nos resulta más que evidente, no es solo el ingenio lo que funciona en la serie, sino el muy efectivo sentido del humor, aplicado en todos y cada uno de los capítulos. No son una parodia, no son una burla: son justicieros realmente graciosos.
A un guión y una dirección brillantes se suma un cuarteto protagónico perfecto. Federico D’Elía, Alejandro Fiore, Diego Peretti y Martín Seefeld se complementan de una forma difícil de repetir. Los cuatro actores juegan con su propio tono, lo que potencia toda la gracia de su relación como personajes. Hoy es un lujo ver a los secundarios de los diferentes capítulos: algunos, de gran trayectoria, quedaron en un lugar de nueva fama por los que su paso por la serie. Un dato de color: José Feller, uno de los integrantes de la Brigada B, está interpretado por Jorge D’Elía, el padre de Federico y también conocido actor. El gag del guante, que se resuelve en el episodio final, es uno de los más graciosos de la serie.
La serie se destaca también por sus mil citas, llenas de cariño, a infinidad de películas, directores y autores afines a la sensibilidad de Damián Szifron. Así Alexandre Dumas y sir Arthur Conan Doyle se encuentran con Francis Ford Coppola y Steven Spielberg. Casablanca, El padrino, Volver al futuro, Pelotón, Apocalypse Now, Vértigo, Drácula, Los cazadores del arca perdida y muchas otras historias aparecen a lo largo de las dos temporadas. Aunque a la serie no le falta nada, vista hoy uno imagina lo que se podría hacer con un presupuesto mayor.
Y tal vez por eso, con un Damián Szifron post Relatos salvajes (2014), era la hora de imaginar un regreso.
El episodio final de la temporada 2 tiene, a diferencia de lo que pasa con muchas series, un cierre oficial. Pero en cada diálogo, en cada situación, queda abierta la puerta para un retorno como el que ahora se ha anunciado. Es doblemente emocionante ver ese capítulo sabiendo que habrá película.
El anuncio anticipado es porque la película está destinada a ser un taquillazo absoluto. Mientras esperamos, lo mejor es ver, una vez más, Los simuladores. Se la puede ver en Netflix y, en Argentina, también en la web de Telefé, canal donde originalmente se estrenó. Disfrutarla hoy confirma su vigencia.
Si alguien —por ejemplo, quien escribe esta nota— dice que es la mejor serie de la historia de la televisión de habla hispana, no está exagerando. Los simuladores está a la altura de la leyenda.
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