Primero fue El estafador de Tinder (The Tinder Swindler); luego ¿Quién es Anna? (Inventing Anna); entonces Bad Vegan: fama, fraudes y fugas. Dinero + mentiras parece ser la fórmula base para los éxitos recientes de Netflix, la línea del documental sobre estafadores: entre las principales búsquedas de los usuarios de la plataforma se destaca No confíes en nadie: Tras la pista del rey de las criptomonedas (Trust No One: The Hunt for the Crypto King), disponible apenas desde el 30 de marzo.
En 2018, durante su luna de miel en la India, pocos días después de haber cambiado su testamento, Gerry Cotten, el CEO de QuadrigaCX, la principal firma de inversiones en criptomonedas de Canadá, murió de manera inesperada. A la tumba se llevó la contraseña de acceso a unos USD 250 millones de sus más de 75.000 clientes. El dinero, literalmente, se desvaneció en el ciberaire.
Un grupo de inversores, sin embargo, desconfió de los hechos: después de todo, Cotten ya había realizado maniobras financieras non sanctas, como esquemas piramidales, en el pasado, aunque siempre había salido indemne. Mientras la Real Policía Montada de Canadá (RCMP) y el FBI investigaban el caso, ese puñado de personas se reunía en Twitter, Reddit, Pastebin y Telegram y hacía eso que se hace en las redes: descendían en la espiral del filtro burbuja y se convencían de que habían sido estafados y Cotten estaba vivo disfrutando de sus millones.
El documental del británico Luke Sewell, con producción ejecutiva de Sophie Jones y Morgan Matthews, sigue la historia como un crimen verdadero que todavía no se ha cerrado con certeza, aunque no hay pruebas sólidas de la hipótesis sobre la falsa muerte de Cotten y la RCMP ni siquiera consideró necesario exhumar el cadáver.
Al efecto fascinante de las estafas en el público del streaming se suman las historias oscuras sobre las criptomonedas (por algo la regla número uno que las rige da título de esta investigación: no confíes en nadie) y a las complejidades intrínsecas del blockchain. Como dijo uno de los perjudicados, que protege su identidad tras el alias de QCXINT, las autoridades no comprendían la naturaleza del potencial delito: “Me pasé un par de horas en el teléfono explicándole las cosas básicas a un investigador de la RCMP que terminó sintiendo que estaría mucho más cómodo con un cadáver, un arma cargada y un rastro de sangre”.
QCXINT hizo esa declaración a Vanity Fair, que reveló el caso en noviembre de 2019 en la nota “Esquemas piramidales, yates privados y USD 250 millones en cripto perdidos: la extraña historia de Quadriga”, de Nathaniel Rich, en la que se basa el documental de Sewell. QCXINT hace una aparición en pantalla digna de su alias: con una máscara de zorro, o acaso mapache, impresa en 3D.
Si la apertura a cargo del enmascarado con voz distorsionada le quita seriedad al documental, poco importa en el género true crime, que se centra más en la eficacia del relato que en su fidelidad a los hechos que lo inspiraron. Un ejemplo es la especulación sobre el cambio de cara de Cotten en Bermuda, atribuido a un cirujano plástico tan misterioso como él.
Además de las teorías conspirativas de los inversores-justicieros (un pequeño grupo en relación a la gran cantidad de personas que perdieron dinero en el affair Quadriga), No confíes en nadie también muestra a los periodistas de The Globe and Mail, el diario que siguió el caso, y a algunos expertos que se ocuparon de la investigación oficial. Las conjeturas llenas de drama —que, por otra parte, ya estaban disponibles en cuentas de YouTube— quedan al menos en paridad con las pruebas que recogieron Alexandra Posadzki y Joe Costaldo en Toronto.
Cotten fundó QuadrigaCX en Vancouver. Tenía una vida muy instagrameable —viajes, autos caros, un yate, helicópteros, propiedades— y un aire a nerd. Luego de casarse con Jennifer Robertson, a los 30 años, llegó a Jaipur para pasar la luna de miel, pero nueve días más tarde se sintió mal en el resort Oberoi Rajvilas. En un hospital privado le diagnosticaron una gastroenteritis aguda; horas más tarde había desarrollado una septicemia.
Un shock le causó la muerte. La causa oficial establecida fue “complicaciones de la enfermedad de Crohn”. No hubo autopsia. El cuerpo fue embalsamado para su regreso a Canadá en una universidad médica local.
Aunque todo eso sucedió en pocos días, Quadriga no anunció la muerte de Cotten hasta un mes más tarde. Durante ese tiempo la compañía siguió aceptando fondos, aunque no pagó dividendos ni devolvió inversiones. Cuando los clientes comenzaron a cuestionar la autenticidad de los documentos, se conocieron los hechos y la existencia de un testamento. Que hablaba del Lexus, del Cessna y hasta de un fondo para el cuidado de dos chihuahuas, pero no mencionaba los discos duros —las billeteras frías o carteras frías— con la criptodivisa.
Eso resultó tan sospechoso como que Cotten no resguardara la clave con algún Plan B: si una persona pierde las llaves llama a un cerrajero, explicó Vanity Fair, pero si pierde el password de las carteras de bitcoin —una secuencia de signos larguísima, de generación aleatoria e imposible de memorizar— los fondos son simplemente inaccesibles. Cuando la Corte Suprema de Nueva Escocia ordenó que Ernst & Young hiciera la auditoría de Quadriga, emergieron otras historias dudosas. Algunas se remontaban a cuando Cotten comenzó en las inversiones, a los 15 años, con un presunto ex socio, Michael Patryn.
Con 89 minutos de duración, No confíes en nadie aporta a una tendencia que va más allá de Netflix: Star+ estrenó The Dropout: auge y caída de Elizabeth Holmes (la historia de la fundadora de Theranos, quien se convirtió en la multimillonaria más joven de la historia en un corto plazo de tiempo, y terminó en la cárcel), HBO Max tiene Generation Hustle (serie del documentalista Alex Gibney sobre estafas piramidales y suplantación de identidad protagonizados por millennials en internet) y Apple TV+ sacó WeCrashed (la historia de Adam Neumann, el entrepeneur de WeWork).
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