Desde el éxito de El juego del calamar (Squid Game) las producciones coreanas no han dejado de subir en el ranking de las más vistas en Netflix. En el último Top 10 de series internacionales eran las dominantes: Propuesta laboral (número 1, con casi 31 millones de horas de visualizaciones), Veinticinco, veintiuno (2, más de 24 millones), Las inclemencias del amor (4, más de 14 millones), Tribunal de menores (6, más de 12 millones), Estamos muertos (7, más de 11 millones) y Treinta y nueve (9, más de 10 millones).
El éxito no es un fenómeno de la plataforma: hay series y películas de Corea del Sur en Disney+ (Snowdrop), Apple TV (Pachinko), HBO Max (The Heirs) y demás ofertas de streaming. En Asia hace ya tres décadas que se habla de la ola coreana, o hallyu, impulsada principalmente por los K-dramas (pero también por la música y los productos de belleza) que han definido lo cool en ese continente. Junichiro Koizumi, ex primer ministro de Japón, dijo cuando Winter Sonata cautivaba al 20% del público del país, una cifra inédita: “Yon-sama es más popular que yo”. Así apodaban los fans —significa príncipe Yong— al protagonista de la serie, Bae Yong-Joon.
Con la pandemia de COVID-19, la popularidad de las producciones coreanas se multiplicó. Primero fueron los éxitos de películas como Parasite (ganó cuatro premios Oscar, además) y Minari (Oscar a la Mejor Actriz para Youn Yuh-jung), pero luego las audiencias simplemente comenzaron a buscar más K-contenidos, avaladas entre otras cosas por el subtitulado que ofrecen, normalmente a más de 30 idiomas.
¿Cuáles son las razones para que un país de menos de 52 millones de habitantes haya creado una cultura global? Además del compromiso de la boy band BTS con la Organización de las Naciones Unidas y la línea para el cuidado de la piel de Sulwhasoo, claro.
1) Perfecto equilibrio entre lo previsible y lo original
Propuesta laboral (Business Proposal) explota uno de los tópicos más fatigados de las ficciones televisivas: chica pobre conoce chico rico. Kim Se‑jeong interpreta a Shin Ha-Ri, una joven empleada de la compañía GO Food, a la que su amiga rica, Jin Young-Seo (Seol In-ah), le pide un favor: ¿podría ir ella en su lugar a una cita a ciegas —armada por su familia, que insiste en casarla— y desalentar al candidato? Ha-Ri descubre con espanto que el muchacho con el que se debía encontrar Young-Seo es el CEO de GO Food, Kang Tae-Moo (Ahn Hyo‑seop), un adicto al trabajo al que su abuelo, dueño de la empresa, también quiere casar.
Ella intenta ahuyentarlo con un gran despliegue. Pero al día siguiente Tae-Moo le propone matrimonio. La historia de equívocos que se desarrolla no cesa cuando el joven descubre el secreto de Ha-Ri: le propone que finja ser su prometida con miras a un matrimonio falso y le pagará 800.000 won por cada cita. En la multiplicación de los enredos está la gracia de Propuesta laboral.
Porque si bien muchas de las tramas son igualmente reconocibles (de rico a pobre, rebelión contra los padres), las series coreanas “logran un equilibrio entre lo predecible y lo original”, subrayó Dafna Zur, profesora del Departamento de Idiomas y Culturas del Este Asiático de la Universidad de Stanford.
“Tienen un giro coreano”, siguió: “los personajes tratan a sus mayores con deferencia, los hijos y las hijas son filiales. El fondo es hipermoderno y deslumbrante. Los actores son refinados y atractivos. Interpretan personajes que son encantadores y vulnerables, con una dosis de autocrítica. Los guiones rebosan de buen humor. Desde luego, con frecuencia hay una vuelta sombría: expectativas asfixiantes, pobreza aguda, un secreto bien guardado que no se debe revelar. Los dramas coreanos humanizan al más frío de los multimillonarios y logran atraer al público”.
2) Gran cantidad de recursos en la producción
“Le prestamos mucha atención a lo visual, el ámbito de grabación, la música y la realización de una trama muy simple, de manera que sea más accesible y fácil para las audiencias que quizá no eran fans del K-drama desde antes”, dijo a NBC Don Kang, vicepresidente de contenidos de Netflix Corea.
La dedicación de enormes recursos en los detalles de los dramas se ve incluso en una historia que cuenta los años que siguieron a la crisis financiera en Corea del Sur a finales de los noventa. Veinticinco, veintiuno (Twenty-Five Twenty-One) cuenta la relación entre Baek Yi-jin (Nam Joo-hyuk), el mayor de los hermanos en una familia que sufrió directamente la crisis, y Na Hee-do (Kim Tae-ri), estrella del equipo de esgrima de la escuela que persigue sus sueños aunque todo vaya en contra. Un distanciamiento a los 22 y 18 años, respectivamente, marcará sus caminos futuros.
En todo K-drama, como mínimo, los espectadores tienen aseguradas buenas imágenes de la comida coreana, la moda, la vida urbana y los paisajes más hermosos. Eso, aunque represente entornos modestos, requiere millones de inversiones, que las productoras hacen con gusto en busca del próximo Squid Game, su éxito sin precedentes.
Kang agregó que la plataforma y productora de contenidos va a mantener su estrategia: “Hemos invertido más de 1 billón de won (más de USD 827.000 millones), hasta ahora en contenidos coreanos. Y seguiremos comprometidos con el apoyo a los creadores locales y con la presentación de sus programas a nivel mundial”.
3) Experiencia narrativa en webtoons y novelas web
Park Joon-suh, director de producción en JTBC Studios, reveló a Variety un ingrediente de la salsa secreta de las producciones coreanas: “Los creadores de contenido tienen unas habilidades excelentes para tratar varios aspectos de la narrativa como se haría en webtoons, novelas web o dramas para internet”.
Estamos muertos (All of Us Are Dead) marcó un regreso por todo lo alto del género de zombies y, precisamente, se basó en un webtoon de 2009. El cómic digital de Joo Dong-geun, Now at Our School, se puede ver recreado incluso en escenas, detalladamente, en la serie escrita por Chun Sung-il y dirigida por Lee JQ y Kim Nam-su.
La historia sigue a un grupo de estudiantes de la escuela secundaria (interpretados por Park Ji-hoo, Yoon Chan-young, Lee Yoo-mi, Jo, Yi-hyun, Lomon, Yoo In-soo, Cho Yi-hyun y Son Sang-yeon) en el epicentro del apocalipsis de los muertos vivos, que intentan sobrevivir a los infectados que comienzan a tomar la escuela. Cada uno de los adolescentes debe cuestionar algunas situaciones de sus vidas y enfrentar sus mayores miedos si desea salvarse; al mismo tiempo, algunas personas que estaban en la ciudad cuando empezó la epidemia también intentarán que los zombies los alcancen.
No sólo Estamos muertos —cuya segunda temporada no ha sido confirmada aun, aunque hay grandes especulaciones al respecto por la rapidez con que ingresó al Top 10 de Netflix en 94 países— ha salido de un webtoon: también Squid Game, Hellbound, Dr. Brain (Apple TV+) y la inminente Moving (Disney+) han tenido la misma inspiración.
“Adaptar un webtoon popular a una serie de televisión es una forma relativamente fácil de garantizar el éxito”, dijo a NBC Areum Jeong, experto en cine coreano del Instituto de la Universidad de Sichuan-Pittsburgh. “Cuando se anuncia que un webtoon popular será adaptado a una serie, se presta mucha atención a quiénes serán los protagonistas. Estas especulaciones se viralizan en redes y conducen a la creación de una audiencia”.
4) Contenidos locales para público global
Si bien originalmente las guerras del streaming en Corea del Sur se dieron de manera interna, con los contenidos tanto de las locales (Wavve, Watcha, TVing) como de las internacionales, la gran producción de series en una enorme variedad de géneros se desbordó hacia los consumidores globales. Parte de las inversiones que alimentaron esa competencia alumbraron El juego del calamar y Hellbound.
Otros de esos títulos es Las inclemencias del amor (Forecasting love and weather), que logra el pequeño milagro de hacer emocionante la meteorología. El director Cha Young-hoon ha conseguido, a partir del guión de Kang Eun-kyung, trabajar conexiones entre el clima y el amor. Una fuerte lluvia marca la agitación emocional de Jin Ha-kyung (Park Min-young), una profesional de la Segunda División de la Administración Meteorológica de Corea (KMA), quien acaba de romper una relación amorosa de 10 años. Y un sol radiante refleja el estado de ánimo que caracteriza a Lee Shi-woo (Song Kang), quien comienza a trabajar en la KMA.
Ha-kyung se ha distanciado de sus colegas, y se enfrasca en hacer todo como corresponde y no hablar de su vida personal en el trabajo, al que le dedica todo con mucha sencillez. Pero Shi-woo llega con una inteligencia fresca y un espíritu libre, que logran tocar a Ha-kyung mediante su común interés por el clima, y de a poco derribar su barreras y abrir su corazón.
Como resultado, no sólo las grandes compañías sino también las pequeñas y medianas productoras coreanas han crecido en reconocimiento, lo cual les permitió nuevas asociaciones con inversores más allá de la península. “Los realizadores crecieron mirando cine estadounidense y japonés, así que saben mucho de géneros”, dijo a NBC Dan O’Neill, profesor de Literatura Moderna y Estudios sobre Medios en la Universidad de California en Berkeley. “Ese es su punto de apoyo en este paisaje audiovisual mundial. Son buenos en el cine de género, algo que la gente reconoce en su menor denominador común”.
5) Temas universales
Los K-drama se convirtieron en fenómenos globales desde el gran éxito de 2003 Una joya en el palacio (Jewell in the Palace), un drama histórico que resonó en los países más diversos. Aquella historia tenía rasgos muy locales —se trataba sobre la primera mujer médica en la corte de la dinastía dinastía Joseon— pero también era universal: hablaba sobre la política, el género y el poder. Como los K-dramas evitan la representación del sexo, logran incluso tener mucha difusión en los países de Medio Oriente.
Treinta y nueve (Thirty Nine) cuenta una historia que atraviesa las culturas: la de tres amigas incondicionales a punto de cumplir 40 años. Llevan más de 20 años de relación y han atravesado buenas y malas cuando un diagnóstico de cáncer tuerce el destino de una. La serie sigue a los personajes que interpretan Son Ye-jin, Jeon Mi-do y Kim Ji-hyun en sus vivencias sobre el amor y el dolor.
En América Latina, además, muchas audiencias han conectado con los K-dramas porque sus escenas de alta carga emocional y sus tramas complejas se parecen a las telenovelas. No por nada dos de los títulos que se mantienen en el Top 10 de series internacionales de Netflix son Café con aroma de mujer y Yo soy Betty, la fea.
En los ochenta, una gran inmigración coreana en América Latina facilitó el encuentro de culturas, en particular en países como México y Argentina.
6) Adaptabilidad casi interactiva
“Los creadores coreanos hacen dramas día a día, aun hoy”, dijo a Elle Dal-Yong Jin, profesor de la Universidad Simon Fraser y uno de los expertos mundiales en cultura popular de Corea del Sur. Si el rating es bajo, se cambia la trama; si el rating es alto, una serie de 16 episodios puede pasar a 24, explicó la especie de interactividad que caracteriza a estas producciones. Eso es algo evidente en casos como El juego del calamar, que tendrá una segunda temporada, por ejemplo.
Tribunal de menores (Juvenile Justice) es un experimento en la exploración de un género favorito del público pero en general producido en los Estados Unidos o Europa: el drama judicial. La serie escrita por Kim Min-seok y dirigida por Hong Jong-chan enganchó al público coreano porque refleja los problemas sociales que enfrentan los jóvenes, y en eso se basó su éxito que luego se repitió en el mundo.
Este desvío de comedias, las historias románticas o la ciencia ficción presenta a la jueza Shim Eun‑seok (Kim Hye-soo), quien ve a los delincuentes juveniles como personas que fracasaron antes de intentarlo y se refugiaron en el mundo criminal. Sin embargo, por medio de sus ojos el público comprende que esa perspectiva prejuiciosa no se corresponde con la realidad, y Eun‑Seok analiza los problemas sociales en la raíz de la conducta individual y la responsabilidad del colectivo por las generaciones del futuro. La acompañan Kim Mu-yeol, Lee Sung-min y Lee Jung-eun, entre otros protagonistas.
“Hoy el público joven lidera la tendencia a utilizar activamente diferentes tipos de plataformas para consumir contenidos”, dijo Sarah Kim, gerente regional para Asia de Viki, a Elle. “Debido a esto, las cadenas y las compañías productoras pueden probar material nuevo y fresco más allá de las comedias románticas y los dramas familiares, y también explorar múltiples formas de presentarlo, no sólo en Corea sino también fuera”. De más está decir que la capacidad de maratón es algo que también se evalúa: las series coreanas son de consumo fácil.
SEGUIR LEYENDO: