Es el sexto film de la realizadora y actriz Ana Katz y no se parece a nada que haya hecho. La directora de El juego de la silla, Una novia errante, Los Marziano, Mi amiga del parque y Sueño Florianópolis, se anima a su trabajo más experimental. Rodada en blanco y negro de manera intermitente durante tres años, El perro que no calla pasa por cinco directores de fotografía (Gustavo Biazzi, Guillermo Nieto, Marcelo Lavintman, Fernando Blanc y Joaquín Neira) y compone un relato existencialista que parece haber encontrado algo para decir sobre la pandemia, a pesar de haber sido escrito antes de que ocurra.
La película consiste en una serie de viñetas que funcionan como una colección de cuentos sobre la misma persona. Se trata de Sebastián, o Sebas, un hombre tranquilo de unos 30 años, interpretado por el hermano de la directora, Daniel Katz. Sebas es un diseñador gráfico que no puede dejar sola a su perra Rita, porque ella aúlla desconsoladamente cuando él no está. O eso le dicen tres vecinos (Carlos Portaluppi, Susana Varela, Renzo Cozza), que un día se agolpan con sus paraguas en el patio lluvioso de Sebastián para plantearle sus quejas disfrazadas de expresiones de preocupación por la perra.
Sebas decide llevarla al trabajo, pero su jefa (Valeria Lois) y su asistente (Fabiana Martínez) le explican que no puede. Así es que empieza a deambular por diferentes ocupaciones, cuida un moribundo (José Luis Arias), consuela a la angustiada esposa del hombre (Raquel Bank), participa en una cooperativa agrícola y hace un podcast.
Cuando en la boda de su madre (Lide Uranga), conoce a la mujer con la que tendrá un hijo (Julieta Zylberberg), parece que estamos ante un relato romántico, pero la directora pone justo a tiempo un giro que podría ser de ciencia ficción. La caída de un meteorito crea una emergencia de salud que requiere que las personas usen cascos respiradores tipo astronauta si quieren caminar erguidos, ya que el aire no es respirable a más de un metro de altura.
A través de estos saltos en el tiempo, vemos a Sebas en algunas escenas con el cabello corto, en otras lo tiene largo; con y sin barba. En 73 minutos que dura la película, Katz logra que distintos pantallazos de una vida formen un todo.
El perro que no calla llega en un momento consagratorio para la realizadora, que recibió el año pasado el Premio Konex por su trayectoria, junto a Sebastián Borensztein, Lucrecia Martel, Damián Szifron y Pablo Trapero, como una de las directoras destacadas de la última década.
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