Mentiras es la serie española que logró posicionarse entre las ficciones más vistas desde su estreno. La ficción se basa en una versión previa inglesa (Liar, 2017), y cuenta en primera persona todas las situaciones que debe atravesar una mujer luego de que realiza una denuncia por una violación. Una historia en la que la víctima es juzgada, como tantas veces hemos sido testigos en la vida real. Que si ella quiso, que si ella lo provocó, que si fue consentido, y demás injusticias.
La serie generó mucho interés en Latinoamérica y se convirtió en una de las ficciones más elegidas por los consumidores de Netflix. La protagonista de Mentiras es Ángela Cremonte, una española que está muy vinculada a Argentina ya que sus padres nacieron en Buenos Aires. En comunicación con Infobae, la actriz, que también es licenciada en humanidades y que acaba de publicar una novela en España editada por Planeta llamada Todos mienten a la noche, reflexionó sobre la temática de la serie, y por supuesto, nos contó los detalles de su vínculo con Argentina, país donde estaba cuando nos dio la entrevista.
¿Cómo te llegó este proyecto de Mentiras a tus manos? ¿Ya habías visto la versión inglesa?
-Me entusiasmó todo el texto, me lo comí. Estudié mil veces la versión británica y hemos tenido todos la suerte de trabajar en este proyecto que es algo absolutamente inusual, ya que a los actores nos han dejado “entrar en la cocina” como se dice en España, es decir, nos han dejado participar en el guion.
-La serie plantea una temática que lamentablemente sigue siendo actual. Siempre tenemos casos cercanos, a veces conocidos, otros que se hacen públicos, sobre cómo la mujer tiene que pasar por estas etapas luego de una violación y demostrar que lo que dice es verdad...
- No quiero spoilear mucho, pero mirando los dos lados, la versión de ella y la versión de él en la serie, a la mujer se la victimiza doblemente, se la culpabiliza en vez de considerarla como víctima. Aparte se la hace revivir constantemente los acontecimientos. Siempre existen estas preguntas: “¿No sería que ibas borracha? ¿No sería que llevabas la falda muy corta?¿Empezaste tú primero?¿Pero si en la cena tenías mucha química?”. Al final, la culpa es tuya y se hace un juicio público que va por delante del juicio de los tribunales. Es muy injusto y doloroso y, por otra parte, lo que a algunos presuntos agresores les sucede es que se los condena antes de que el tribunal haya dictado justicia y es una especie de condena en la plaza pública por ambos lados. Evidentemente, las estadísticas dicen que la que se llevan la peor parte siempre son las mujeres y son las víctimas reales.
Lo que tiene de bueno esta historia es que le abre los ojos a muchas mujeres, ya que a veces se puede llegar a una violación en una relación supuestamente sana y consentida...
-Exacto. Tenemos metida en la cabeza que una violación tiene algo como de mucha violencia física, de mucha energía, de mucha posesión. Pero muchas veces hay violencias más pasivas, más sutiles si es que se puede contar con palabras. Pero simplemente sucede que una no quiere y le cuesta decir que no porque es su pareja, y su pareja acaba forzando la relación. Eso pasa y también es una relación no consentida.
Quería llevarte al plano de tu relación con Argentina: ¿cómo es el vinculo y la historia de tu vida, de tus padres cuando se fueron a España?
-Bueno, es el típico caso de emigración, de generación tras generación. Mi familia es de inmigrantes italianos de Piamonte, del norte de Italia, de una isla muy pequeñita que está entre Alemania y Francia. Ellos emigraron a Latinoamérica en el siglo XIX huyendo de la pobreza y se quedaron en Argentina, en Saladillo, un campo cerca de Lobos.
Y luego tus padres se fueron para Europa nuevamente...
-Mis padres nacieron en Buenos Aires, y en el 75 se casan siendo muy jóvenes y se van de viaje por Europa. Cuando quisieron volver ya era el 76, no hace falta que describa la realidad, no les convenía volver y se quedaron en España. Toda mi familia es argentina y yo tengo la doble nacionalidad también, solo que mis hermanas y yo nacimos en Madrid, pero he ido siempre desde pequeña. Mi madre nos mandaba siempre por navidades a Buenos Aires.
¿Qué cosas te transmitieron tus padres de Argentina y Latinoamérica?
-Todo, todo. De hecho, eso es algo que cuento en mi novela porque parece que España y Argentina, tienen lazos y cosas muy parecidas y otras no. Yo me sentía realmente hija de extranjeros marcianos porque en un punto lo era. Toda mi educación emocional y mi educación gastronómica, musical, fue argentina. Mi casa era una embajada argentina. Hay palabras que tienen que ver con el hogar que yo las aprendí en argentino, “el pancho”, “la mesita de luz” por ejemplo, un montón de cosas, y luego en la calle o en el colegio, se decían de otra manera.
Aparte me eduqué con mi segundo padre que fue Carlos Slepoy, un abogado laboralista y de derechos humanos que fue quien abrió el caso Pinochet en España con la dictadura. Él fue mi padrastro, me eduqué con él en casa. Era un paso constante de madres y abuelas de la Plaza de mayo, en fin, hijos de desaparecidos que vinieron a declarar. Eso para mí ha sido algo tan importante, que al final hay una gran parte de mí que es argentina y claro, también española.
¿Qué te llevó a escribir esta novela, que es también un poco un recorrido por tus raíces?
-En realidad yo escribo desde que tengo el uso del bolígrafo, no es un capricho momentáneo. Aparte de haber estudiado actuación, soy licenciada en humanidades, equivalente en Argentina a filosofía y letras. Siempre he estudiado mucho y he sido un ratón de biblioteca bastante repelente. Y lo primero que se me venía para escribir y para contar era esa historia de inmigración en donde hay mucho de mi propia biografía. Quería dar la visión, no solo de los inmigrantes de la Italia del siglo XIX hacia Argentina, sino qué pasa con los hijos de los inmigrantes argentinos en el siglo XX y XXI en España.
¿Has visto un crecimiento de argentinos que emigraron a España en los últimos años?
Sí, por supuesto. Hubo una primera ola en el 75/76, luego la del Corralito y ahora esta. Se nota muchísimo. Yo en Madrid tengo una cafetería y parte de todo mi equipo es argentino. Evidentemente hay una sensibilidad que nos une.
¿Te gustaría trabajar en Argentina en alguna ficción?
-Para mí es una asignatura pendiente trabajar en Argentina. Lo que pasa es que hay muy poca gente que sabe que soy argentina y que puedo hablar con acento argentino. Entonces no se me ha abierto el camino, pero yo espero que se abra.
¿Con qué actores te gustaría trabajar?
-Uno tira siempre por los más conocidos: Ricardo Darín, Soledad Villamil, Valeria Bertuccelli. Me mató el trabajo de los actores de El marginal, son excelentes, muy bien rodada además. Me haría ilusión trabajar con cualquier profesional de Argentina.
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