El cine argentino tiene todo tipo de realizadores, películas y estrellas. Pero como toda cinematografía, hay elementos que se repiten en demasiados films. Por eso cuando alguien entiende el cine desde otro lugar, el resultado se ve fácilmente. Gastón Duprat y Mariano Cohn son una saludable rareza dentro del cine que se hace en Argentina. Empezando, claro, por el hecho de filmar en equipo durante muchos años, algo que no tiene tantos ejemplos previos. Pero además, su obra ha logrado una coherencia y una originalidad que los convierte en piezas valiosas para apreciar una mirada distinta en una cinematografía algo adocenada como la que puebla su país.
La nueva película de ellos, Competencia oficial está protagonizada por tres estrellas internacionales y desde el título ironiza sobre el cine. En la historia, Oscar Martínez y Antonio Banderas son dos actores opuestos que por primera vez filman juntos, y lo hacen bajo la dirección de una excéntrica realizadora interpretada por Penélope Cruz, cuya imagen está construida a semejanza de la gran directora Lucrecia Martel. Tal vez sea la película más ambiciosa de los directores, pero varios títulos previos marcan sus ideas del mundo así como también su estética.
Su opera prima fue El artista (2008), que contaba la historia de un enfermero de un geriátrico que hacía pasar como propias las pinturas de uno de los ancianos, logrando un éxito y un reconocimiento enormes. Una sátira sin filtro acerca del mundo del arte. Su siguiente y más ambicioso largometraje fue El hombre de al lado, una disputa entre vecinos, uno un refinado y snob arquitecto, y el otro un hombre más básico y primitivo. Los dardos aquí iban en todas las direcciones, pero a la vez marcaban una complejidad aún mayor para sumar otros temas además de la mirada implacable sobre los intelectuales.
Jugaron con mejores o peores resultados en los géneros, utilizando un humor muy complejo y nada complaciente para mostrar diferentes realidades, desde la gente común de la calle hasta los presidentes de la nación. Volvieron con todo con El ciudadano ilustre (2016), en la que un escritor ganador del premio Nobel volvía a su pueblo para descubrir el infierno que este era realmente. Allí el contenido político pasaba al siguiente nivel, alcanzando momentos de humor ácido como pocas veces se ven en Argentina. Una película antipopulista y antipopular, aunque finalmente terminó siendo un éxito de taquilla enorme y su protagonista, Oscar Martínez, ganó el premio al mejor actor en el Festival de Venecia.
Mi obra maestra (2018) tenía a Luis Brandoni y a Guillermo Francella metidos en el mundo de la pintura. Un galerista con pocos escrúpulos, un artista rebelde y antisocial y un plan para tener éxito que pone en ridículo a todo ese mundo. Una vez más, Cohn y Duprat analizan sin complacencia el mundo de la cultura. Algo que alcanza un nuevo paso ahora con el estreno de Competencia oficial. Lo más notable de su nueva película es que se anima a discutir y diseccionar el mundo del cine en general, y el argentino en particular, al mismo tiempo que visualmente la película es, posiblemente, la más pura y ambiciosa de sus realizadores.
Al cine de Argentina reírse de sí mismo le resulta imposible, por eso Cohn y Duprat no solo son buenos directores por lo que hacen, sino también por lo que evitan. No son solemnes, ni demagógicos, así como tampoco tienen una mirada muy amable de todos sus personajes. Identidad visual y una cosmovisión que se expone con claridad, es decir, dos cineastas de verdad.
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