Kenneth Branagh no para de filmar. Mientras todavía está en cartel Muerte en el Nilo, ahora llega a los cines Belfast, un film más personal que reconstruye los años de infancia del realizador. Filmada en blanco y negro, la mirada nostálgica de la capital de Irlanda del Norte a fines de la década del sesenta, es un relato muy emocionante y conmovedor que no ha dejado indiferente a nadie. Aspira a siete nominaciones al Oscar, incluyendo mejor película, director y guión, y cada día que pasa crecen sus posibilidades de ganar alguno de los premios principales. Su conexión con el público también ha sido mucho más positiva que la del resto de las nominadas.
Buddy (Jude Hill) es un niño de nueve años que vive con sus padres y su hermano mayor en Belfast. Feliz e inocente, el pequeño será testigo de cómo la ciudad comienza un período de violencia que durará varias décadas. En la película se muestran los primeros incidentes, cuando grupos protestantes atacan casas y comercios de los habitantes católicos. La familia de Buddy es protestante, pero ellos no están de acuerdo con la violencia. El padre, que trabaja en Inglaterra, volverá para ver si su familia está bien y recibe presiones de sus viejos amigos para que se una a la lucha contra los católicos. Él, observado con admiración por su hijo, se negará a formar parte de esa guerra religiosa. También están los abuelos paternos de Buddy (Judi Dench y Ciarán Hinds), que intentan conservar el espíritu en esos días aciagos.
Belfast es una película que cumple con las expectativas del cine autobiográfico. Títulos tan distintos como Amarcord (1973), La esperanza y la gloria (1986) y Roma (2018), son algunos ejemplos de cineastas repasando su propia infancia. Una narración construida desde el punto de vista de un niño, lo que hace que todo esté teñido de una mirada inocente e idealizada, en la que los hechos históricos se confunden con la mirada del pequeño y su manera de entender el mundo a esa edad. La película, además de emocionante, tiene mucho sentido del humor, en gran parte por el choque entre el mundo adulto y la interpretación que hace Buddy de su entorno.
Kenneth Branagh hace más de treinta años que debutó en la dirección y ha realizado grandes éxitos de muy diferente estilo. Desde su opera primera, Enrique V (1989) a Belfast (2021) ha pasado por varias adaptaciones de William Shakespeare, pero también dirigido un film de Marvel, una película de Jack Ryan y en la actualidad ha logrado un enorme éxito con dos adaptaciones de novelas de Agatha Christie. Ecléctico y siempre lleno de ideas, su cine es desprejuiciado e imposible de encasillar. Pero es probable que Belfast se termine convirtiendo en su película más premiada. De las siete nominaciones al Oscar a las que aspira, tres le corresponden al propio Kenneth Branagh. Como productor, director y guionista, podría volver a su casa con tres estatuillas o con ninguna, pero lo más probable es que alguna obtenga.
Belfast no solo es una agridulce declaración de amor por la ciudad en la que nació, también es un sentido homenaje al cine que lo forjó. Para Kenneth Branagh, como para François Truffaut, por dar un ejemplo, el cine ha sido diversión y fascinación, pero también una escuela donde se aprenden valores y se empieza a entender el mundo. Si hay algo que Hollywood suele premiar es el amor por el cine expresado dentro de las propias películas. Independientemente de esto, Belfast es una película bella y muy fácil de querer. Cualquier espectador de cualquier ciudad del mundo podrá sentirse identificado y ver su propia infancia reflejada en las imágenes. Kenneth Branagh, agradecido con su propio pasado, entrega una de sus mejores películas.
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