Ana Frank es una de las figuras más emblemáticas del siglo XX. Acaso sea la adolescente que más trascendencia tuvo y sigue teniendo por su trágica historia y por el imprescindible legado que significó su diario para las siguientes generaciones. Su testimonio y su muerte en un campo de exterminio son la combinación más dolorosa posible para entender el horror nazi y su monstruosa maquinaria.
Hay miles de historias de aquellos años y suficientes víctimas y sobrevivientes como para seguir contando historias en cine y en televisión, en formato de ficción o documental, pero siempre se vuelve sobre la figura de Ana Frank, cuyo relato de los dos años que estuvo oculta se convirtieron en material de lectura de millones de personas en todo el planeta. George Stevens dirigió El diario de Ana Frank en 1959. Para este famoso director de Hollywood fue importante hacerlo ya que fue él uno de los que llegó con sus cámaras a la liberación de los campos de exterminio en la Segunda Guerra Mundial. No fue la única película, pero sí la más importante, que recreó la conmovedora historia de la familia Frank y los otros integrantes del grupo que se ocultó de los nazis.
Mi mejor amiga, Ana Frank busca acceder a otro punto de vista, intenta recuperar otra parte de la vida de Ana. Lo hace con pudor clásico pero también enfrentándose a algunos detalles que en su momento fueron polémicos. Al estar entrando en la adolescencia, Ana tenía interés por el sexo y lo expresaba con su amiga, pero también lo manifestó en su diario. Hubo versiones cortadas de sus textos debido a eso. La película, con gran inteligencia y nobleza, recupera ese aspecto que muestra la vitalidad de una niña que está madurando.
Uno imaginaría que en el año 2022 no habría opiniones encontradas sobre el nazismo. Pero al ver sus banderas flameando en manifestaciones en diferentes lugares del mundo, el recuperar estas historias se ha vuelto de una importancia urgente. Hay lugares donde no se quiere enseñar el Holocausto; hay libros que hablan del tema de manera original como es el caso de Maus, el comic de Art Spiegelman. Justamente, a Maus se le reclama su contenido no apto para niños, lo mismo que hizo que se censuraran partes de El diario de Ana Frank.
Sí, el gran mérito de los textos de Ana Frank fue darle un rostro humano a una de las millones de víctimas del Holocausto, algo parecido hace esta película que es capaz de humanizarla, dándole genuinas características de una joven de la edad de ella. No la idealiza, y en esa decisión la eleva aún más. Su talento para escribir y su energía para hacerlo fueron una combinación por la cual siempre deberemos estar agradecidos. Ahora, con el testimonio de Hanna Goslar, la amiga, y esta película, se sigue completando el retrato de Ana, cuya vida breve dejó un legado inmortal.
También en Netflix, y como un complemento emocionante y conmovedor, está el documental Descubriendo a Ana Frank: historias paralelas, en el que la actriz Helen Mirren lee fragmentos del diario y, en paralelo, muchas mujeres de una edad parecida a la de Ana Frank cuando murió asesinada cuentan cómo sobrevivieron y como ha sido su vida posterior. El documental es generoso con todas las imágenes disponibles de Ana Frank, incluyendo una filmación de ella en la ventana de su casa.
En pocos años no habrá más sobrevivientes directos de aquellos años y el registro documental, cinematográfico y literario será más importante todavía. Estas dos películas son parte de esa memoria.
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