La Segunda Guerra Mundial es una fuente inagotable de material para el cine. Desde los films de propaganda de la época de conflicto a los relatos antibelicistas, el género ha logrado mantenerse vivo a lo largo de las décadas y siempre aparece algo nuevo que echa luz sobre algún momento particular de aquellos años terribles de la historia de la humanidad.
Múnich en vísperas de una guerra -estrenada en Netflix- gira en torno a un personaje al que la historia no tiene en alta estima, el primer ministro británico Neville Chamberlain. No son pocas las películas que lo muestran de forma negativa, ya que se lo acusa de haber tenido una posición demasiado tolerante y pacífica con respecto al crecimiento monstruo del nazismo y sus aliados. Por supuesto que una película no es un manual de historia, solo una aproximación parcial a los eventos elegidos, lo que sorprende es que el siempre vilipendiado aparece aquí observado con admiración y reivindicado como estratega.
Sin embargo, por algún motivo, la película no lo coloca como el protagonista excluyente, como sí ocurre con Winston Churchill en las muchas biografías que se han hecho sobre él. Chamberlain no tuvo nunca una larga fila de actores tratando de interpretarlo, ni lograron quienes lo interpretaron el éxito que tuvo Gary Oldman al hacer de Churchill en particular la última, Las horas más oscuras (2017). A Neville le quedó un lugar diferente en la historia, entre otras cosas por la extraordinaria presencia de su sucesor en los eventos de la Segunda Guerra Mundial.
En Múnich en vísperas de una guerra los protagonistas son dos jóvenes, amigos antes de la guerra, y en bandos opuestos cuando el conflicto comenzó a escalar. Ambos se convierten en piezas claves de las negociaciones que llevan a los Acuerdos de Munich, lugar donde los líderes aliados (sin Rusia) se reunieron con Hitler y Mussolini.
Así es como el joven funcionario británico, Hugh Legat (George McKay), se traslada también Múnich para la conferencia, donde se cruzará con el diplomático alemán Paul von Hartmann (Jannis Niehwöhner). Ambos fueron compañeros en Oxford y las diferencias ideológicas que los separaron tendrán una vuelta de tuerca cuando se vuelvan a encontrar. Pero ambos tenían una amiga en común, Lenya (Liv Lisa Fries), cuyo destino actual se desconoce y tal vez sea la pieza que termine de inclinar la balanza del destino de todos.
A pesar de no ser el gran protagonista, Neville está interpretado por Jeremy Irons y es todo un lujo. El actor consigue tomar su gestualidad y su rostro sin exagerar ni perderse en la imitación. Es posible que la película al concentrarse en los jóvenes pierda todo rigor histórico y no aporte toda la información que alguien interesado en el tema quisiera obtener. Pero es una mirada más sobre un tema poco tratado y con eso compensa sus limitaciones. Verla en doble programa con Las horas más oscuras puede reanimar el debate y exponer, aunque sea un poco, las complejidades de una época que aún tiene mucho para ofrecer. La Europa de la película que trata de contener una guerra ya iniciada tiene inquietantes ecos con el presente que nos toca vivir.
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