El callejón de las almas perdidas, que los espectadores podrán ver desde hoy en las salas de cine de Latinoamérica, explora el mundo de las ferias ambulantes que se realizaban en los años 40. La historia está centrada en Stanton Carlisle (Bradley Cooper), un hombre carismático pero desafortunado que se convierte en el protegido de la vidente Zeena Krumbein (Toni Collette) y su esposo Pete Krumbein (David Strathairn). Carlisle usa los conocimientos que aprende de ellos y con el apoyo incondicional de Molly (Rooney Mara), logra tener un gran éxito engañando a las personas más adineradas en la sociedad neoyorquina del momento.
Stanton aprende a sacar provecho de la necesidad humana de creer en algo fuera de sí mismo. Y va por más. Con la ayuda de una misteriosa psiquiatra llamada Lilith Ritter (Cate Blanchett), planea robar a un importante millonario, que además, es bastante peligroso.
Corrupción, lujuria y traición son parte de esta historia, en la que se presenta una fábula moral sobre el destino y cómo se encarga de saldar cuentas en la vida de cada uno de los personajes, abordando ese lado oscuro que tiene el capitalismo norteamericano.
Este largometraje se aleja de los elementos fantásticos que nos tiene acostumbrados Guillermo del Toro en sus producciones, convirtiendo esta película en algo más humano y real. Del Toro se sumergió en el cine negro para presentar una sociedad violenta, cínica y corrupta, en la que se amenaza no solo al protagonista, sino también a otros personajes. El director también optó por el uso de mucho color. De manera simbólica, los colores oscuros e intensos le dan un valor agregado a la trama.
El callejón de las almas perdidas está basada en la novela de 1946 titulada Nightmare Alley, una obra literaria del escritor estadounidense William Lindsay Gresham. Esta adaptación cinematográfica aborda aspectos que son difíciles de identificar entre la ilusión y la realidad, la desesperación y el control, el éxito y la tragedia.
A lo anterior se debe sumar que el personaje interpretado por Cooper es un reflejo de Gresham, quien en su niñez se veía atraído por los parques de atracciones en Coney Island. Con el paso del tiempo Gresham conservó esa fascinación que se ve reflejada en la novela que escribió. A estos relatos se sumó lo que vivió mientras servía en la Guerra Civil española, cuando se hizo amigo de otro soldado, quien le contó varias historias extrañas y escabrosas de su paso por las ferias de atracciones ambulantes. Relatos que quedaron plasmados en el libro publicado y ahora en la película realizada por Del Toro.
Para lograr que todo se viera completamente auténtico en este filme, el equipo de producción investigó exhaustivamente el mundo de las ferias ambulantes de mediados del siglo XX, y así diseñaron un set real. En un gran terreno construyeron atracciones mecánicas clásicas como una auténtica rueda de la fortuna, un carrusel y una casa de la risa con la temática del cielo y el infierno. En total, se crearon cuatro versiones diferentes de la feria principal, así como también una feria aún más oscura y sucia para una de las escenas de la película.
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