Esta comedia dramática protagonizada por Keira Knightley (Realmente amor), Greg Kinnear (Mejor imposible) y Gugu Mbatha-Raw (The Morning Show) y la siempre perfecta Jessie Buckley (La hija oscura) está basado en hechos reales sucedidos en Londres: la historia del concurso de Miss Mundo de 1970, intervenido en plena transmisión —era el evento más visto en el planeta, con más de 100 millones de espectadores— por el Movimiento de Liberación de Mujeres (WLM), un grupo de feministas de la segunda ola recién formado.
En pleno escenario, las activistas del WLM recordaron al mundo que los certámenes de belleza degradan a las mujeres: “No somos bellas, no somos feas: estamos enojadas”, gritaban ante la expresión espantada de Bob Hope, el maestro de ceremonias, completamente confundido por los hechos.
Cuando el programa se reanudó, el clima sólo aumentó su temperatura: en lugar de Miss Suecia, la candidata blanca y rubia que se perfilaba como ganadora, resultó elegida Miss Grenada, la primera mujer negra en ser coronada Miss Mundo. La primera princesa, además, fue Miss Sudáfrica, que había generado gran polémica: algunos movimientos internacionales habían pedido que no se permitiera la participación del país en el que todavía imperaba el apartheid.
Miss Revolución (Misbehaviour, 2020) es el título de este film dirigido por Philippa Lowthorpe en el que Knightley interpreta a una de las mujeres que lideran este movimiento: Sally Alexander, una joven divorciada con una hija, que ha formado otra pareja. Sally quiere volver a la universidad para continuar con su carrera de historia, y para hacerlo debe ser juzgada por un comité de académicos (todos hombres), que determinarán si tiene la capacidad de cumplir con sus estudios.
Allí se va a cruzar con la súper rebelde Jo Ann (Buckley), que le da una impronta contestaria a la lucha por los derechos de las mujeres. Con estilos totalmente opuestos, Jo Ann y Sally están decididas a reclamar lo que les corresponde y alcanzar la igualdad de condiciones entre hombres y mujeres.
Misbehaviour recorre, sin emitir un juicio de valor, todas las etapas una ebullición social que avanza hacia una revolución. Primero las mujeres son tratadas como dementes; luego su reclamo se exacerba; por fin toma forma y se define el verdadero objetivo de la lucha por la igualdad. En ese proceso, las feministas que se han opuesto a los concursos de belleza por su naturaleza, escuchan a las competidoras, muchas de las cuales provienen de entornos pobres, países del tercer mundo donde Miss Mundo se ve como una gran oportunidad.
Entre los personajes masculinos se destaca el de Bob Hope: Kinnear lo presenta como una encarnación del machismo de los setenta, un mujeriego que no se pierde el coto de caza que cree ver en la competencia, a pesar incluso de la oposición de su esposa.
A pesar de que está ambientado hace medio siglo, este film resulta extremadamente actual porque la lucha feminista contra las desigualdades de género continúa vigente, desde la división de tareas en el hogar a la discriminación en el trabajo, pasando por la elección de el propio cuerpo. Esta joyita perdida en el catálogo, que enamorará a más de uno, cierra con cameos de aquellas feministas —las activistas verdaderas— en el presente.
SEGUIR LEYENDO: