El servicio secreto (Kingsman: The Secret Service, 2014) fue en su momento una gran sorpresa. Una comedia de espionaje descontrolada, divertida, llena de nuevas ideas y una estética espectacular. En un mundo lleno de films de espías, fue una genuina novedad ver algo diferente. No era un film para niños, estaba llena de violencia y tenía chistes no aptos para todo público. El éxito llevó a una secuela, Kingsman: el círculo dorado (Kingsman: The Golden Circle, 2017), que mantuvo el espíritu bien en alto, demostrando que habían entendido el camino. Pero esta precuela lo arruina todo: The King’s Man, dirigida también por Matthew Vaughn. Es difícil imaginar otra película que haya cambiado tan rotundamente con respecto a sus antecesoras.
King’s Man: el origen está ambientada en los días previos a la Primera Guerra Mundial. Desde el comienzo se presenta como un relato antibelicista que a su vez crítica el colonialismo británico y discute de forma dramática el patriotismo del Reino Unido. Pasan los primeros treinta minutos de película sin un solo chiste y el espectador que conoce estos films empieza a preguntarse sino se equivocó de sala. Casi todo el film tiene un tono solemne y los chistes tardan en aparecer. El sentido del humor comienza cuando los protagonistas viajan a Rusia recién, y tampoco es un cascabel la película a partir de ese momento.
El protagonista es un aristócrata llamado Orlando, Duke de Oxford (Ralph Fiennes), quien inicia una red de espías para proteger la libertad de occidente a la vez que intenta que su hijo Conrad (Harris Dickinson) no se involucre en los conflictos que amenazan incendiar toda Europa. La trama mezcla personajes ficticios con otros reales y una historia completamente inventada que se cruzan con acontecimientos históricos. Es allí donde queda el único atisbo de lugar de la saga. El viaje a Rusia le da a la película los primeros momentos de acción, aunque no hay casi ninguna escena comparable con lo que Kingsman supo dar en los otros títulos.
A la película le cuesta mucho encontrar un centro, incluso el protagonista parece cambiar por momentos, provocando un desnivel en el interés. No se sabe a dónde va el relato y se nota. Las vueltas de tuerca no sorprenden y una sola escena memorable llega al final de la historia. El humor no, no aparece, incluso se vuelve cada vez más dramática la historia. Es una verdadera rareza el cambio de tono que han elegido para King´s Man: el origen.
Queda como elemento de cierto valor la forma completamente irresponsable y poco rigurosa con la cual se manipulan los eventos históricos que aparecen. Le cuesta un poco, pero al final la película reparte críticas para todos lados. Esperemos que no hagan un film ambientado en la Segunda Guerra Mundial donde se critique a ambos bandos como si fueran igual de malos. Un profesor de historia se reiría o se ofendería con este guion, pero a la película no le queda nada mal este juego. Quien no conozca nada de historia del siglo XX tampoco creerá lo que se ve acá, pues es bastante evidente el exceso no realista con la que está contada la película.
Había algo muy provocador en la alegría violenta y sin culpa de los films anteriores de Kingsman. Incluso una escena de la película, la de la matanza en una iglesia, no estaba en las copias que se distribuyeron en gran parte de Latinoamérica. En Argentina el reclamo por ese corte llevó a que se pusiera en cartel la versión completa, un plano secuencia violento y muy bien armado que es un punto alto en el cine del siglo XXI. Nada de eso queda en la nueva entrega. Un discurso serio, escasez de humor, una solemnidad inesperada, todo aquello que daña el entretenimiento del cine actual y de lo cual Kingsman no estaba manchado. Una precuela que traiciona todo aquello que lleva a los espectadores a amar estas cintas.
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