Apenas se estrenó, el 31 de diciembre, Queer Eye apareció en el séptimo lugar entre las más vistas de Netflix; al 5 de enero ya estaba en el quinto, y seguía en ascenso. La sexta temporada de la serie más icónica de transformación de estilo se animó a un escenario muy especial, Texas: luego de dos temporadas en Atlanta, dos en Kansas City y una en Filadelfia, los Fab Five se ponen botas de cowboy y se presentan en Austin, la capital del estado.
“Ven, los liberales pueden ser divertidos”, bromeó Jonathan Van Ness (estética) sobre la ciudad mayoritariamente demócrata en un estado mayoritariamente republicano. Este exitoso reboot que Netflix comenzó en 2018 se distingue así de su inspiración, la serie de Bravo Queer Eye For The Straight Guy, de 2003: el tiempo ha pasado y ya no se trata de mostrarles a los heterosexuales que la masculinidad tóxica reduce sus mentes sino de simplemente abrazar la diferencia en cualquier plano que sea y aceptar a cada persona tal como es.
La nueva versión, en la que Van Ness cuenta con la compañía de Tan France (moda), Antoni Porowski (gastronomía), Bobby Berk (diseño) y Karamo Brown (cultura general), ha ganado ya cuatro premios Emmy. Está entre las series favoritas de muchas celebridades —Reese Witherspoon, Mandy Moore, Justin Theroux, Chrissy Teigen, Pete Davidson— y ha tenido un spin-off en Japón, Queer Eye: We’re In Japan!, un especial en Australia (grabado en la ciudad de Yass, un guiño a la expresión LGBTQ “yaaasss”) y se esperan versiones en Alemania y en Brasil.
Ahora que las personas a transformar atraviesan todo el arco social, era inevitable que la pandemia se colara en la temporada sexta, y no sólo en la demora que causó al estreno. Los expertos en cambiar a la gente para que se vea y se sienta mejor trabajan sobre vidas que han sido afectadas por el COVID-19. Jereka, por ejemplo, una médica sumamente dedicada a sus trabajo, que abrió un centro de pruebas del coronavirus en una comunidad pobre. Jonathan quedó tan impresionado con ella que sugirió que en el futuro tendría que aspirar a la presidencia de los Estados Unidos.
O Sara, que luego de mucho esfuerzo y mucha dedicación logró abrir su propia pastelería asiática, para que una semana después de la inauguración la pandemia arrasara el mundo. O los estudiantes del último año del secundario Juan P. Navarro, que pasaron el año estudiando de manera remota y sueñan con no perderse al menos el baile de egresados.
Desde luego, en Texas no podía faltar un ganadero, Josh, tan aferrado al estereotipo de masculinidad que considera que comer pollo es una muestra de debilidad. O Terri, experta en baile tejano dentro de unos exiguos shorts. Incluso la canción del show recibe arreglos en banjo.
Aunque los papeles de los Fab Five no han cambiado, su gracia parece seguir intacta en la sexta temporada. Y mantienen su conversación sobre temas centrales de la vida, como los asociados a las identidades, pero sin producirlos didácticamente para el show: por ejemplo, cuando Jonathan le explica al cowboy Josh el género no binario. Un momento de esa emoción potente a la que Queer Eye tiene acostumbrado a su público.
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