“Cualquier cosa que un hombre pueda imaginar, otro hombre la puede hacer realidad”, escribió alguna vez el escritor francés Jules Verne, conocidos por todos los hispanoparlantes como Julio Verne. Su legado como escritor de aventuras y ciencia ficción es insuperable. En 1954, otro gran soñador creador de mundos, Walt Disney, llevó a la pantalla uno de los libros más importantes del autor: 20.000 leguas de viaje submarino, escrita en 1869.
Aunque Verne ha sido llevado al cine muchas veces, los resultados suelen demostrar que no es tan fácil convertir en película su literatura. 20.000 leguas de viaje submarino es, justamente por lo dicho, una enorme proeza. No hubo nunca más un libro de Verne que fuera convertido en un clásico tan popular, pero al mismo tiempo de tal calidad cinematográfica. Su éxito iniciaría una serie de films basados en Verne, llegando a ser La vuelta al mundo en 80 días (1956) premiada con el Oscar a mejor película. Pero el furor arrancó con esta película dirigida por Richard Fleischer y nunca fue superada.
La historia transcurre en la segunda mitad del siglo XIX. Los mares ya no son seguros, muchas naves son destruidas en circunstancias misteriosas y no son pocos los que creen que se trata de un monstruo marino. Una expedición sale de Estados Unidos para tratar de averiguar la verdad.
En la tripulación están el profesor Aronnax (Paul Lukas), su ayudante Conseil (Peter Lorre) y también el pícaro pero hábil ballenero Ned Land (Kirk Douglas). Cuando la expedición está a punto de regresar por no haber encontrado nada luego de meses de búsqueda, finalmente aparece una figura en el agua que los golpea y los hunde. Aronnax, Conseil y Land sobreviven y terminan descubriendo la verdad: el monstruo es en realidad una nave de metal capaz de navegar por debajo del agua. Pronto conocerán al creador y comandante del navío llamado Nautilus: el Capitán Nemo (James Mason). Y el Nautilus no es otra cosa más que un submarino, pero para esa época aun no se habían inventado. Fue uno de los grandes anticipos de Verne, por eso es todo sorpresa para los personajes de la historia. El diseño del Nautilus para la película es tan perfecto que nunca pudo ser superado por las distintas versiones posteriores. No solo el exterior, sino el sublime interior, ganador del Oscar a mejor decorado.
El elegido para dirigir la película fue Richard Fleischer, un director con experiencia, pero quien todavía no había realizado un verdadero gran clásico. Fleischer se sorprendió por la elección de Walt Disney, ya que su padre, Max Fleischer fue un gran competidor de los estudios en el pasado. Max fue el creador de Betty Boop y llevó al cine animado a Popeye y Superman. Richard no pudo evitar preguntarle a Disney si sabía a quién estaba contratando, y él le dijo que por supuesto que lo sabía, pero que lo consideraba el mejor hombre para el trabajo. Preocupado por la opinión de su propio padre, Richard le fue a consultar a Max, quien tampoco estaba enojado por ese tema pero le pidió que le dijera a Walt Disney que consideraba que había hecho una gran elección. Ambos viejos competidores tenían razón: Fleischer realiza uno de sus mejores films, tal vez el mejor.
Walt Disney había decidido no ser solo el creador de los más famosos films de animación y 20.000 leguas de viaje submarino fue la gran apuesta para salir del encasillamiento. Las estrellas de primer nivel, la enorme producción y la belleza de todo el film, son las claves que buscan marcar una diferencia. El éxito fue enorme y aún hoy la película impresiona por sus excelentes efectos especiales. El interior del Nautilus, las imágenes bajo el agua, el humor, las escenas de acción y desde luego, la pelea contra el calamar gigante, hoy son la marca de una verdadero clásico de la historia del cine.
Durante años la película pudo verse en diferentes reestrenos y en la década del setenta fue una de las favoritas de las versiones resumidas en Super 8. Hoy está disponible en Disney+, completa, con todo el esplendor de la versión restaurada, con el ancho de pantalla ideal para disfrutarla y toda su magia intacta. Merecidamente se le puede llamar la mejor adaptación de Julio Verne hecha para el cine y posiblemente el más grande de los clásicos de los estudios Disney.
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