Lanata era (cómo cuesta poner el verbo en pasado) talentoso como pocos en el periodismo. Creativo y transgresor, tenía una genialidad comparable a la de Tato Bores en su rubro. No le gustaban los moldes y no tenía miedo a innovar. Él, que había tenido tantos éxitos en su carrera, aseguraba que quien no se animaba a un cambio por miedo a fracasar, era un boludo. A Lanata - escritor, lector y con un espíritu ávido por la cultura - le encantaba ese calificativo, que pronunciaba casi como una muletilla.
Curioso y audaz, nunca perdía de vista la verdadera esencia del periodismo: hacer preguntas, no responderlas. Gran escritor de crónicas, debutó en la literatura con Polaroids, un libro que se volvió de culto. Su pluma le seguía el tranco a su genialidad, y su producción literaria lo acompañaría toda su carrera de periodista.
Para los que lo descubrimos a través de las tapas de Página 12, Lanata siempre fue el disruptivo, el que no se casaba con nadie. El que denunció la corrupción del menemismo en los 90’s y, veinte años después, desnudó el relato del kirchnerismo y los negocios de los Kirchner, gracias a los servicios prestados por un ignoto empleado bancario de Santa Cruz, Lázaro Báez.
Enorme editor, siempre supo identificar dónde estaba la noticia, y saber contarla para que se entendiera. Eso le valió ser respetado por sus colegas y ser, a la vez, popular. Formado en el periodismo profesional, siempre descalificó al llamado periodismo militante, que “en lugar de preguntar, tiene respuestas”, como solía decir.
Tuve el lujo de sumarme al primer equipo de Periodismo para Todos, a finales de 2012. Dejé la gráfica - escribía en la revista Noticias - para hacer mi debut en la televisión en el que sería su programa estrella, PPT, cuyo logo era un fuck you. Ese gesto era el que mejor definía a Lanata. Irreverente y mordaz, disfrutaba de su libertad como periodista.
Ese Lanata al que yo ya admiraba desde joven a través de la lectura de Página 12, Revista XXI y el diario Crítica, supo liderar un equipo de jóvenes periodistas en el que confió, al que guió y nos impulsó a brillar. Pese a ser el número uno, nunca dejó de darnos el crédito de un informe o aire en el piso para presentarlo. Crecimos al amparo de su carrera y genialidad, alentados por su estímulo. Solo alguien muy seguro y generoso como Lanata era capaz de eso. Hizo escuela y dejó camadas de periodistas que se destacaron a su lado, y a los que dejó volar.
Era afable en el trato, y a veces también malhumorado. Era agudo en sus comentarios y tenía sentido del humor. Escuchaba a los periodistas que trabajábamos con él, sin dejar de ser exigente y riguroso. Periodista de gráfica en su origen y escritor prolífico y lector, no toleraba las faltas de ortografía.
Con PPT logró ratings inéditos para un programa de periodismo de investigación, con un formato de show televisivo para revelar algunas de las denuncias de corrupción más relevantes de la política argentina. Supo cómo contar en imágenes lo que debía indignarnos. Para él, entretener era una obligación, además de informar.
Como aquella vez en la que, para hacerle frente a los partidos de Primera División que el kirchnerismo comenzó a transmitir gratis en el horario de PPT, decidió que todos saliéramos al estudio cuál si fuera una cancha, vistiendo pantalones cortos y una camiseta argentina. Guardo esa remera con mi apellido en la espalda, y recuerdo como si fuera ayer el clima festivo que había en el estudio de Canal 13 ese día. A Lanata, los desafíos lo excitaban, no le daban miedo.
Tenía siempre en claro lo que estaba bien y lo que no. El que robaba era un chorro, se llamase como se llamase. Y nunca perdió la capacidad de indignarse con la corrupción. La comparaba con el aire acondicionado al que, cuando te acostumbrás, dejás de escucharlo y pasa a ser parte de la lógica cotidiana.
Polémico y provocador, se sentía cómodo incomodando al poder, y sabiendo que generaba amores y odios.
Pese a los años que llevaba en la profesión - empezó muy joven - seguía siendo un adicto al trabajo. Respiraba periodismo y siempre estaba pensando en nuevos proyectos. Innovó en formatos y no le tuvo miedo a las críticas, aunque le dolieran. Nunca dejó de putear, como tampoco de fumar, pese al daño que le implicaba el cigarrillo para su salud. Decía que iba a dejar de fumar cuando los políticos dejaran de robar. No sucedió ni una cosa ni la otra.
Guardo el póster con su foto haciendo fuck you en una de las promos de PPT. Ayer Lanata no pudo hacerle fuck you a la muerte. En alguna oportunidad, había confesado que le tenía algo de miedo, pero también que le daba curiosidad. Elijo recordarlo con ese espíritu inquieto y esa irreverencia. Chau Jorge.