“Estimados, como muchos habrán escuchado o leído, voy a dejar la Secretaría de Seguridad para tomar un nuevo desafío. Quería agradecerles a todos el tiempo de trabajo compartido y especialmente a Jorge y a Néstor por la oportunidad y la responsabilidad que me dieron. Un abrazo”. La noticia, un bombazo de martes por la noche, ya había sido anunciada por Manuel Adorni en su cuenta de X cuando Diego Kravetz envió ese mensaje de WhatsApp al grupo del gabinete que está integrado por el jefe de Gobierno, los ministros y los principales colaboradores. Unas palabras de agradecimiento dirigidas con premeditación a Jorge Macri y a Néstor Grindetti, a los que mencionó por sus nombres de pila, y una omisión, también planificada, a la figura de Waldo Wolff, al que no solo no incluyó en su despedida colectiva si no que, según fuentes de Seguridad, también dejó en su salida del ministerio con algún chat bilateral sin responder. Tilde azul.
Esa noche de martes, al primo de Mauricio Macri le costó conciliar el sueño. Chateó hasta muy tarde con sus colaboradores en un intento desesperado por buscarle un reemplazo a Kravetz, oficializado como “Señor 8″ en la Secretaría de Inteligencia, y encontrarle una respuesta a una jugada de quirófano, bien pensada por la Casa Rosada, que el jefe de Gobierno recién conoció cuando el vocero presidencial la anunció por redes sociales. Para peor, tuvo que recurrir a Patricia Bullrich -se sabe, no tiene una altísima estima por el ex intendente de Vicente López-, que le propuso como sucesor del ex secretario a Ezequiel Daglio, un funcionario joven, comprometido, con muy nobles intenciones que hace unos cuantos años servía café en el despacho de la Legislatura de Juan Pablo Arenaza, uno de los legisladores que, la semana anterior, votó en contra y puso en serios riesgos la aprobación del Presupuesto porteño. A propósito, ¿será cierto que Bullrich llegó a poner su renuncia a disposición si es que el Presidente y su hermana no la dejaban viajar a Disney con sus nietos?
“¿Sabes qué es lo peor de esto? Que se instaló que romper con Jorge no tiene costo”, aseguró en estas horas un dirigente que conoce tal vez como pocos la cabeza del jefe de Gobierno y que siguió con sorpresa los acontecimientos, desde la crisis del gabinete a la incorporación de Kravetz como integrante de la SIDE. Otro funcionario, también sorprendido por el fin de año ajetreado de los Macri, aporta: “Es, además, el fin del sistema del doble comando”. El ex presidente ya había ensayado su propia autocrítica en uno de sus libros por el diseño atomizado de su jefatura de Gabinete. Es que, a la ruptura de Wolff con Kravetz se le sumó la reconfiguración de la Jefatura de Gabinete con la mudanza de Grindetti a un rol mucho más político para dejar la gestión ejecutiva en manos de Gabriel Sánchez Zinny, un hombre de confianza del ex presidente que tendrá por delante la supervisión de tareas muy delicadas. Dos, en particular, del rubro de la salud: la renovación del mantenimiento de los hospitales y la licitación de los medicamentos, un proceso que, según fuentes del sector, conocidos del jefe del PRO siguen con especial interés. El ex presidente dejó de hablarle a Fernán Quirós el año pasado, cuando Horacio Rodríguez Larreta amenazó con sacar a la cancha a su ministro de Salud y competirle en una interna a Jorge Macri.
Los de Grindetti y Kravetz son los primeros mojones de un recambio del staff que se hará realidad en las próximas semanas -se presume para el viernes 27, según anticipó el primo Macri en la reunión de gabinete ampliado del último jueves-, y que incluirá, junto a la decisión de desdoblar el calendario porteño del nacional para tratar de ganar terreno en la Legislatura, el anuncio de una reforma constitucional, un plan que preparó en estos meses el asesor Guillermo “Willy” Romero, ex SOCMA. En oficinas de Uspallata se piensa en Wolff como candidato a legislador. Una banca con mucho menos glamour que el Senado, como aspiraba el ministro.
La vuelta de “Chiqui”. En las próximas semanas también se terminará por confirmar el regreso por la puerta grande de Claudio “Chiqui” Tapia al CEAMSE, su primer amor, un organismo que le dio al presidente de la AFA alegrías de a montones mucho antes de conocer a Lionel Messi y de conseguir la tercera Copa del Mundo. Tapia se propuso volver el mismísimo día en que los Macri ordenaron correr a su gente primero, y echarlo después. El presidente de Barracas Central almorzó entonces con Axel Kicillof y se reconcilió con Jorge Ferraresi, al que le pidió el lugar de Mónica Capellini, a punto de dejar la presidencia del organismo de tratamiento de residuos y saneamiento. Un verdadero dolor de cabeza para la cúpula del PRO.
A fuerza de pragmatismo, por el contrario, los hermanos Milei entendieron que quizá no fue una gran idea embarcarse en una disputa feroz por el gerenciamiento de los clubes con el jefe de la AFA, que trabó con Messi, el ídolo del Presidente, un vínculo especial. Hubo emisarios y gestiones, por ejemplo enviados de la petrolera YPF, sponsor de la Selección de fútbol, que terminaron con esa foto de hace algunas semanas de Karina Milei y Tapia en la sede de la Conmebol en Asunción. Conocedores de esos entretelones dan cuenta de que no es tanto la puesta en marcha de las sociedades anónimas deportivas como la puja en torno al decreto 1212, que regula las cargas impositivas de los clubes.
Pero hay más. Hace algunos meses, el presidente de San Lorenzo, Marcelo Moretti, mantuvo un encuentro en el despacho del ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona, para, según testigos, ofrecer el club como plataforma para la llegada de las SAD al fútbol local. De la reunión habría participado también Foster Gillett, el magnate norteamericano que negocia con Juan Sebastián Verón en Estudiantes de la Plata y que estuvo presente en el estadio del “Ciclón” en uno de los últimos partidos del campeonato que jugó de local. Enterado de esa cumbre, Tapia enloqueció. Hubo contactos cruzados con colaboradores oficiales. Nunca más se escuchó hablar de Moretti en Casa Rosada.
Revuelo judicial. Al que tampoco se lo escuchó demasiado, por la cantidad de murmullos que brotaban desde las mesas del salón, animadas en conversaciones más interesantes, fue casualmente a Cúneo Libarona cuando subió al escenario de La Rural para dar su mensaje de fin de año en la cena anual de la Asociación de Magistrados, hace algunos días. Hubo récord de comensales y una larga lista de espera para un poder, como el Judicial, que esperó el primer año de gestión de Milei para entender el funcionamiento de esa área y la división de tareas, muy notoria, entre el ministro de Justicia y Sebastián Amerio, el amigo de Santiago Caputo.
Es probable que el éxito de la convocatoria, más allá del homenaje y la despedida a Juan Carlos Maqueda, haya tenido que ver con las decenas de pliegos de jueces y fiscales que esperan por su aprobación en el Senado, ya que muchos de ellos utilizaron el encuentro para mostrar y hacer lobby en momentos claves y de revuelo judicial, en un fin de año agitado, que espera por el desenlace alrededor del futuro de Ariel Lijo y Manuel García-Mansilla.
Entre los asistentes estuvo Carlos Stornelli, sentado en la mesa contigua en la que se acomodaron los cortesanos y los funcionarios del Ejecutivo, que no ocultó su molestia por un alegato que todavía da que hablar dentro de la Procuración: el del fiscal federal Marcelo Colombo en el juicio contra Marcelo D’Alessio, a quien le pidió 15 años de prisión por los delitos de “asociación ilícita, extorsiones, amenazas coactivas, tenencia de arma de guerra, encubrimiento y violación a la ley de inteligencia”. Pero no fue todo. Colombo aprovechó además para cargar contra su colega, que ya había sido sobreseído en ese expediente.
El Ministerio Público Fiscal no es ajeno a los trascendidos de fin de año. En algún momento, de hecho, se especuló, en simultáneo a las versiones sobre los supuestos planes para la Corte, con la posibilidad de que Javier Milei recurriera también a un decreto para reemplazar a Eduardo Casal. Más aún cuando, más allá de la danza de nombres, en la Justicia se sabe que hay un colaborador presidencial que mira con muchísimo entusiasmo ese sillón.
En medio de esas especulaciones, y del hervidero político-judicial de este cierre de año, en la mesa estratégica de Milei se empezaron a explorar en estos últimos meses diferentes alternativas para encontrarle una solución al entuerto cortesano. Se sugirió, entonces, la opción de incluir en las negociaciones con la oposición y los aliados desde la ampliación del tribunal hasta el reemplazo de Casal. Y se conversó, puertas adentro, sobre la importancia de que ningún movimiento sea tomado por Cristina Kirchner como una afrenta hacia ella. Tal vez eso explique la decisión presidencial de mandar al freezer el proyecto de Ficha Limpia impulsado por el PRO.
A la ex presidenta no le preocupa tanto esa iniciativa; más bien está más inquieta, trascendió desde el Instituto Patria, por la organización contable de su economía cotidiana, al tiempo que reclama en la Justicia por la reposición de la jubilación y pensión que el Gobierno le quitó en noviembre.
Triple gestión. Inquietos están, mientras tanto, en las ONG Basta de Demoler y la Fundación Ciudad que ya se manifestaron en contra del proyecto de supuesta demolición del mítico estadio Luna Park, un ícono del deporte y la cultura que fue declarado monumento histórico nacional en el 2007. Propiedad del arzobispado, se entregó la concesión del estadio a inversores privados -capitales norteamericanos y locales-, que planean una reconversión y modernización completa que, para avanzar, necesita de una triple gestión entre Roma y Buenos Aires.
Primero, por parte de la Comisión Nacional de Monumento y de su presidenta, Mónica Capano, que llegó a ese lugar en el 2022, durante el gobierno de Alberto Fernández y la promoción de Tristán Bauer, y resistió en el cargo. El jefe de Gobierno porteño también tiene que dar su veredicto a través de la Secretaría de Desarrollo Urbano, que acaba de cambiar sus autoridades después de que Macri le pidiera la renuncia a Álvaro García Resta, que antes de irse se pronunció en contra del proyecto tal cual fue presentado. Pero hay más: por las cláusulas del contrato, el visto bueno final tiene que darlo la Santa Sede. Es decir, el Papa Francisco.