Con el paso de los años, su liderazgo granítico y su preponderancia en el escenario político nacional, Cristina Kirchner se ganó un apodo bien descriptivo de su rol: “La jefa”. Así le dicen muchos adentro del peronismo. Algunos con la intención manifiesta de dejar en claro que líder hay una sola y es ella. Otros con ganas de utilizar la ironía como un conducto para relativizar su influencia real.
Rodeadas de guerreros que matan por ella y detractores que la quisieran afuera de la política, la nueva titular del PJ no tiene la misma ascendencia de los últimos años. Hay luces de alerta sobre los límites de la conducción política que se pueden divisar con facilidad. La ex presidenta parece darse cuenta. Y desde esa debilidad disimulada intenta revitalizar su liderazgo con protagonismo, polarización y centralidad.
Afuera de cualquier discusión está el tamaño de su figura como líder política. Dentro del peronismo no hay ningún dirigente que pueda igualarla. Pero su conducción ya no toca la fibra íntima de todos. No ordena la superestructura. El acto de asunción a la presidencia justicialista es el mejor ejemplo de las limitaciones. Ninguno de los seis gobernadores del partido estuvieron presentes. De los 84 intendentes peronistas de Buenos Aires, no hubo más de 20 en la UMET. Estuvieron los de siempre.
En la política tradicional, que es la que practica el peronismo - a diferencia de Javier Milei y La Libertad Avanza - las presencias y las ausencias en los actos son una señal clara de apoyo o distanciamiento. Salvo que haya excepciones por viajes, enfermedades o eventos de gestión. Pero suele ser raro que las excepciones se amontonen en las acciones de diferentes nombres propios. Son mensajes políticos. Gestos.
El PJ tiene seis gobernadores: Axel Kicillof (Buenos Aires), Ricardo Quintela (La Rioja), Gildo Insfrán (Formosa), Raúl Jalil (Catamarca), Osvaldo Jaldo (Tucumán) y Sergio Ziliotto (La Pampa). Ninguno asistió a al acto donde CFK tomó el control del partido. Solo el bonaerense, con el que está protagonizando una fuerte discusión de poder, la saludó a través de las rede sociales. El silencio hizo ruido. Es innegable.
La disputa con Kicillof es una historia aparte. CFK lo mandó a invitar, vía José Mayans, para que esté en su asunción. El Gobernador dijo que no podía porque tenía un itinerario de recorridas armado. Estuvo en Carlos CAsares, Pehuajó y Bragado. En otro tiempo de la relación entre la ex presidenta y el economista, este cortocircuito no hubiese existido. A Kicillof nunca se le hubiera ocurrido rechazar una invitación de su jefa política por una cuestión de agenda.
La frialdad de la respuesta y la excusa impuesta desnudan el deterioro del vínculo. ¿Se puede restablecer esa relación? Sin dudas. Es posible. Cinco años atrás la ex mandataria se sentó a negociar un acuerdo con Sergio Massa y Alberto Fernández para darle vida al Frente de Todos. Puso todo el pasado crítico en un sobre y lo guardó en un cajón. Tuvo pragmatismo y capacidad de convivir con quienes la habían cuestionado severamente durante largos años.
En la política argentina no hay sentencias. Y si las hay, pueden ser revertidas cuando la ocasión lo amerite. Sobre todo si se trata sobre diferencias de dirigentes que están bajo el mismo techo. El caso de CFK y Kicillof no es una excepción. Si bien hoy la situación parece estar más cerca del quiebre que de la reconciliación, la posibilidad de un tregua aparece en el horizonte, frente a la necesidad de acordar y coordinar el proceso electoral bonaerense. Demasiado poder en juego.
La distancia y la ausencia de Kicillof hieren el liderazgo de la ex presidenta. En el interior del cristinismo son conscientes de eso y por eso el posicionamiento del Gobernador los exaspera. “Qué diga las cosas de frente. Desde principio de año que está marcando distancia. Los que están alrededor le llenan la cabeza”, señaló un un legislador cercano a la ex presidenta.
Kicillof es el gobernador más trascendente del partido y el que está ubicado detrás de CFK como su sucesor natural. Sus silencios, sus faltazos, sus acciones y sus palabras son la hoja de ruta donde va marcando la sinuosa relación política con su jefa política, aunque los cristinistas crean que ya no lo es.
Aún para los camporistas más duros, lo lógico es que la interna se ordene y Kicillof sea el candidato del espacio político. “Tenía sentido que la discusión de Axel sea con Máximo. Hay tensiones, hay posturas. Eso es normal. Pero que se enfrente con Cristina es una estupidez”, definió un influyente dirigente de La Cámpora. Y para contrarestar la idea de que a Kicillof lo asesoran mal los que tiene al lado, sentenció: “Axel es soberbio y engreído, pero boludo no es”.
Una clara muestra del timing político del Gobernador fue la actividad que tuvo al día siguiente de la asunción de CFK. Entregó casas junto al intendente de Avellaneda, Jorge Ferraresi, que se transformó en el enemigo número uno de La Cámpora y uno de los más apuntados por el cristinismo, donde creen que es el que empuja a Kicillof a concretar una ruptura de la coalición.
El mandatario bonaerense no fue el único ausente, pero fue el que provocó el mayor malestar. Otro de los que faltó fue Sergio Ziliotto. El pampeano no se movió ni un centímetro de la dinámica provincial. Se encerró para protegerse y evitar quedar atrapado en la interna K. Fue el único que no volcó su apoyo hacia un candidato en el contrapunto electoral que tuvieron CFK y Quintela antes de que la jueza federal María Servini ordenara la interna peronista. Ni para un lado, ni para el otro.
Ziliotto es el presidente del PJ pampeano. Si no estaba invitado como gobernador, estaba convocado como presidente del partido a nivel provincial. No fue. Su explicación el día después de su ausencia deja en clara la distancia que quiere imponer respecto a su vínculo con CFK y la nueva conducción partidaria a nivel nacional.
“Fue la normalización del Partido Justicialista. El anterior presidente Alberto Fernández había renunciado y se dio un proceso que devino en una nueva conducción política. El acto fue la asunción de una nueva autoridad”, sostuvo en una entrevista concendida a la radio local Kermes. Evitó dar nombres o meterse en los vericuetos de la interna. Claro está que CFK no es cualquier autoridad. Por eso la trascendencia de la ausencia de tantos gobernadores.
Si podía faltarle mayor claridad a esa postura, Ziliotto la amplió: “En la provincia de La Pampa tenemos toda una historia de pertenencia al partido, de respetar y ser orgánico. Seguro habrá distintos matices en los cuales algunos platearan alguna forma u otra en como se encolumna el peronismo, pero hoy para el peronismo de La Pampa no es una cuestión de agenda inmediata”.
El pampeano nunca fue del seno kirchnerista. Tampoco lo fue el ex gobernador Carlos Verna. Pero siempre ha sido lineal respecto a la conducción partidaria. Por eso resultó extraña su ausencia. Zilioto hace equilibrio. “Tenemos muchos temas de gestión en la provincia. Es una realidad. Y Sergio quiere ponerle el foco a eso”, se excusaron en la gobernación pampeana.
El tercer ausente que llamó la atención fue el formoseño Gildo Insfrán. En la gobernación no aclaran absolutamente nada sobre su decisión de no ir. En el Instituto Patria dicen que la presencia del gobernador está escenificada en la voz del senador José Mayans, que es el vicepresidente primero de la fórmula. Es una realidad. El presidente del bloque de UP en la Cámara alta es un dirigente de extrema confianza de Insfrán.
De todas formas es extraña su ausencia. No hay mensajes públicos del formoseño en referencia a Cristina Kirchner y su candidatura al PJ. Es un misterio el motivo del silencio. Insfrán, que gobierna Formosa desde 1995, sabe a la perfección cómo se mueve la política, motivo por el que fácilmente pudo decodificar que la ausencia masiva de los gobernadores debilitaba el liderazgo de la nueva presidenta del partido.
La decisión de no asistir por parte de Ricardo Quintela era previsible. El “Gitano” quedó dolido por el destrato al que fue sometido por parte del kirchnerismo. Por eso no está dispuesto a tener una foto de unidad con CFK, aunque asegura que seguirá moviendose dentro de los límites del PJ. Es decir, va a trabajar dentro del partido, con una corriente interna, pero sin estar alineado a la conducción de la nueva presidenta.
“Da la impresión que el sistema de imposició ya no rinde frutos”, acotaron cerca del riojano, liuefo de ver las caras presentes en la UMET. Un funcionario de trato frecuente con el riojano fue más duro. “Si tenían tanto interés en que Quintela estuviera, lo hubieran dejado participar en las elecciones internas y ella se iba a ganar legítimamente su lugar”, precisó.
En su acto de asunción Cristina Kirchner le envió un saludo a Quintela como señal de acercamiento. Fue el segundo gesto con el que buscó distender la situación y abrir el juego en este nuevi tiempo. El primero gesto ocurrió unos días después del fallo de la justicia federal, cuando lo invitó a reunirse en el Instituto Patria para trabajar en conjunto. El riojano rechazó la invitación y nunca la respondió. La intención de tender el último puente tampoco tuvo un buen resultado.
El “Gitano” no tiene previsto visitar a la nueva jefa del PJ. Incluso respalda el accionar de Axel Kicillof en la disputa con ella. Cree que estuvo bien en no ir al acto en la UMET y marcar distancia. Quintela tiene buena sintonía con el gobernador bonaerense y su armado político. En el fragmentado mapa peronista, él está de ese de lado del mostrador. Lo ve al economista como la cara de la renovación.
La situación de Jalil y Jaldo es inviable para la ex presidenta. Los acusó de negociar con el Gobierno durante la ley Bases y en las leyes de movilidad jubilatoria y presupuesto universitario. La ex presidenta les apuntó cuando comenzaron a convertirse en aliados estratégicos de la Casa Rosada. El vínculo de ella en Catamarca es con Lucía Corpacci. La ex gobernadora es la presidenta del PJ{ provincial y fue designada por la líder peronista como la vicepresidenta segunda de la lista “Primero la Patria”.
En Tucumán la línea esta abierta con Juan Manzur, que sigue teniendo ingerencia sobre una porción del peronismo tucumano y tiene una convivencia distante y compleja con quien supo ser su vicegobernador. Jalil ha preferido el silencio respecto a la interna peronista. En cambio, Jaldo jugó con mayor ímpetu y respaldó la candidatura de Quintela al PJ. Entre CFK y esos dos gobernadores no hay línea abierta. Tampoco hay un futuro prometedor.
¿Cuál es la influencia real de CFK? ¿Hasta dónde llega el poder de su lapicera? ¿Cuánto daño le hizo a su liderazgo la rebelión de Axel Kicillof? ¿Y la de Ricardo Quintela? ¿Por qué los gobernadores del PJ no estuvieron presentes en su asunción como presidenta el partido? ¿Cuál es la verdadera razón que esconden detrás las excusas o las decisiones salomónicas? Preguntas que corren por las venas peronistas en forma permanente.