La situación del peronismo, sobre el final del año, es delicada. Compleja. Caótica. Está llegando a su fin el primer año de Unión por la Patria (UP) como oposición, después de cuatro años de gobierno. Si bien no hubo una fractura expuesta, las divisiones internas se multiplicaron con el paso de los meses. La última, y más marcada, es la que ocurrió en la CGT, luego de que el secretario adjunto del sindicato de Camioneros, Pablo Moyano, renunciara a la secretaría general.
La salida de Moyano era un final anunciado. Jugaba más cerca del kirchnerismo duro que del grupo mayoritario de la central obrera, que integran los “gordos” y los “independientes”, dos sectores donde se aglutinan los gremios más grandes del país. Fueron ellos, al frente del consejo directivo de la CGT, los que desescalaron el conflicto con el Gobierno con el correr de los meses, y pasaron de la intransigencia de un paro general al poco tiempo de comenzada la gestión, a buscar canales de comunicación con la Casa Rosada.
“No hay ánimo en la sociedad para un paro general”, dijo ayer el titular de UPCN, Andrés Rodríguez, en referencia a la decisión de Moyano de irse porque sus compañeros de conducción no convalidaron una medida de fuerza para fin de año. El sindicalista que representa a gran parte de los trabajadores del Estado advirtió que una medida fuera de foco y de tiempo puede ser contraproducente para el sindicalismo. Lectura política. No siempre lo que rinde es el conflicto.
Moyano caminó, la mayoría de las veces, en paralelo a sus compañeros de la cúpula gremial. El paso que dio al irse era previsible. Después de un tiempo de tensión y mensajes en clave, el camionero volvió a acercarse a Cristina Kirchner, con la que la CGT se lleva muy mal. Pidió por su candidatura al PJ Nacional cuando sus compañeros habían reclamado que sea un gobernador el que conduzca el partido. Se diferenció todo lo que pudo. En privado y en público. Hasta el punto final, cuando prometió un paro que no estaba avalado por la mayoría.
Su salida le dio vía libre a los sectores opositores de la central obrera para castigarlo públicamente. “Es un outsider fácilmente usable por el kirchnerismo. Es funcional a todos aquellos que buscan la confrontación”, dijo el titular de la UOCRA, Gerardo Martínez, en una entrevista con Clarín. El sindicalista de la construcción contó también que Hugo Moyano le aseguró que Camioneros no irá a ningún paro general, como había anunciado su hijo. Contradicciones y fricciones en el seno del poder familiar.
Unas pocas semanas atrás, el que pegó el portazo fue “Paco” Manrique, número dos de SMATA, gremio alineado al kirchnerismo, y uno de los sindicalistas que más se acercó a Máximo Kirchner durante este año. Lo ha acompañado en varios de los plenarios y reuniones que el dirigente camporista encabezó en el conurbano bonaerense. Tanto Manrique como Moyano se alinean en un grupo de gremialistas duros con el gobierno de Milei, que estuvieron presente en todas las protestas callejeras contra el Gobierno. Más cerca de la intransigencia que de la búsqueda de consensos.
Con ellos, entre los que se destacan los representantes de las dos CTA, ATE, la UOM, La Bancaria y la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (Utep), que aglutina a la mayor parte de los movimientos sociales, planean llevar adelante una medida de fuerza a principios de diciembre. El paso siguiente es conformar un bloque sindical que funcione unido y alineado a los sectores más críticos del peronismo. Una reminiscencia de la era macrista, cuando los gremios estaban divididos en dialoguistas y opositores duros.
Los mandatos de las autoridades de la CGT vencen en noviembre del 2025. Hasta ese momento funcionaría tal cual como quedó después de la salida de Moyano. Con el liderazgo de Héctor Daer y Carlos Acuña, los dos secretarios generales que seguirán al frente de la conducción. Los tiempos en las decisiones será distinto al del ala dura del sindicalismo, que quedó más alineada al liderazgo político de Cristina Kirchner, y que es menos tiempista y pragmática que el ala dialoguista.
Ese juego de nuevos roles que se está volviendo a discutir en el peronismo tiene encima un enorme signo de interrogación vinculado al gobernador de Buenos Aires, Axel Kicillof. ¿Cómo resolverá la guerra interna con La Cámpora y su relación con Cristina Kirchner? ¿Tiene un límite su construcción política en la provincia o puede crecer por fuera de los límites bonaerenses? ¿Cómo ganará poder para poder gestionar tres años más sin contratiempos internos?
Hay un sinfín de preguntas que dan vuelta sobre el mundo de Kicillof y que irán encontrando respuestas a medida que se acerquen las elecciones de medio término. En definitiva, ese es el punto de inflexión en la discusión de poder que se está llevando a cabo entre el conurbano, La Plata y la ciudad de Buenos Aires, donde están las oficinas donde se resuelve la vida interna del peronismo.
El Gobernador enfrenta una guerra interna con el camporismo que se renueva con la salida del sol. La intendenta de Quilmes, Mayra Mendoza, lo acusó la semana pasada de respaldar el accionar de Jorge Ferraresi, que rompió el bloque de concejales de la camporista y realizó un puñado de actividades en su municipio y en Lanús, donde gobierna Julián Álvarez.
En el armado político de Kicillof les cuesta imaginar una lista conjunta con La Cámpora. Algunos proyectan listas seccionales por separado y una lista nacional conjunta. Hipótesis poco claras, atravesadas por la tensión permanente que reside en el vínculo político que une a la agrupación de Máximo Kirchner con el gobernador bonaerense. Misma tensión - y frialdad - que hay en el lazo político y sentimental por el que están atados Kicillof y CFK.
La ex presidenta, en su nuevo rol de titular del PJ Nacional, tiene por delante varios focos de conflictos provinciales en los que debe resolver si va a intervenir o no. Puede ser mediadora, puede influir con el poder en su puño o puede mirar de lejos. En cualquier caso, su figura girará sobre esas provincias como un satélite que está en órbita. Además de lo que sucede en Buenos Aires, hay tres provincias donde el peronismo debe ordenarse de cara a las elecciones de medio término: Santa Fe, Jujuy y Tucumán.
CFK estuvo el último fin de semana en Rosario. Las ausencias a su acto fueron bien marcadas. No estuvieron ni el ex gobernador, y actual legislador provincial, Omar Perotti, ni el último candidato a gobernador, y senador nacional, Marcelo Lewandowski. Dos figuras fuertes del peronismo santafesino, que caminan por una vereda diferente a la de Agustín Rossi, Germán Martínez y Florencia Carignano, completamente alineados a la conducción de la ex jefa de Estado.
Los dos actores ausentes serán nombres presentes en la mesa de decisiones del año que viene. Sobre todo el periodista deportivo, que aporta más votos que rosca política, y que es una expresión del peronismo con un buen respaldo en Rosario y algunas ciudades del interior de la provincia. La alianza opositora tiene la necesidad de ir unida el año que viene, si quiere mejorar su performance electoral, que no fue la mejor en el 2023.
En Jujuy la situación es mucho más conflictiva. La senadora nacional Carolina Moisés y la diputada nacional Leila Chaher se encaminan a un enfrentamiento por la conducción del PJ local. Lo que no ocurrió a nivel nacional, está cerca de pasar en suelo jujeño, donde la junta electoral aún debe poner la fecha para que se realicen las elecciones. El partido está en un proceso de normalización y el liderazgo partidario está vacante.
El kirchnerismo quiere que Moisés acepte ir en una lista de unidad detrás de Chaher, que pertenece a La Cámpora. La senadora no ve ninguna posibilidad de seguir ese camino. Hay una sencilla razón. Dos años atrás ambas compitieron y Moisés ganó la interna, y luego venció al candidato radical del entonces gobernador Gerardo Morales. Así llegó a la Cámara alta. Con esa medalla colgada en el pecho parece imposible que la bajen.
En Tucumán, la disputa de poder entre el gobernador, Osvaldo Jaldo, y el senador Juan Manzur, sigue vigente. Si bien el grado de conflictividad se redujo, no hay un acuerdo político sólido para afrontar las elecciones del año que viene. CFK está enfrentada con Jaldo, a quien apuntó por prestar a sus legisladores para que apoyen al Gobierno en el veto a la ley de Financiamiento Universitario. En el kirchnerismo piden pureza en las listas, para que nadie salte de bando una vez que pase la elección. Y ponen como ejemplo al actual mandatario tucumano.
Si tiene que jugar en esa interna, lo hará decididamente a favor de Manzur, quien fue candidato a vicepresidenta de Eduardo “Wado” de Pedro por 24 horas. De todas formas, desde el Instituto Patria aseguran que la intención es que cada dirigencia provincial arregle sus problemas en forma autónoma. Advierten también que las listas serán una discusión aparte, una instancia más adelante, en la que habrá varios actores que influyan, negociación mediante, en su confección. Entre ellos, Cristina Kirchner.