Luego de un prolongado mes de inactividad, la mesa chica de la CGT se reactivará el martes próximo con una reunión que promete una intensa discusión al calor de la grieta eterna del sindicalismo: dirigentes del transporte exigirán a sus colegas de la fracción dialoguista que convoquen a una reunión urgente del Consejo Directivo para discutir la continuidad del plan de lucha cegetista.
La ofensiva del transporte se producirá pese a la distensión que causó el acuerdo en Aerolíneas Argentinas: los sindicatos del sector, impulsados por Pablo Moyano, quieren disputarles a los dialoguistas (Héctor Daer, Gerardo Martínez, Andrés Rodríguez, José Luis Lingeri y sus aliados) el tablero de control del gremialismo forzándolos a aceptar el debate sobre la estrategia que viene.
“La verdad es que hay otro clima después del acuerdo en Aerolíneas”, admitió a Infobae uno de los máximos jefes de los sindicatos del transporte, pero advirtió: “Igual lo nuestro no se agota en el conflicto aeronáutico”. Pero, ¿cuáles son los planteos que mantienen viva la llama de la lucha en ese sector? El mismo dirigente detalló: “La pelea contra la esencialidad del transporte que declaró el Gobierno, en favor del libre ejercicio del derecho de huelga y en contra de la limitación de los bloqueos como método de protesta”.
¿Alcanzan esos reclamos para concretar otro paro de 24 horas como hicieron los gremios del transporte el 30 de octubre pasado? ¿Se justifica afectar a miles de pasajeros por esas demandas tan específicas de la actividad y tan poco inspiradoras de solidaridad entre los ciudadanos comunes? La respuesta es no, pero ese es precisamente el gran dilema que tienen hoy los dirigentes del transporte.
Aunque los sindicatos aeronáuticos entró en un período de paz con Aerolíneas y la Unión Tranviarios Automotor (UTA) ya dejó la combativa Mesa Nacional del Transporte para arreglar su conflicto salarial, los líderes de esta agrupación necesitan mantener su rol intransigente y contraponerse al modelo ultranegociador de los dialoguistas, que, por el contrario, ahora quieren acelerar la creación de la mesa de diálogo tripartito con el Gobierno y los empresarios del Grupo de los 6.
“Los dirigentes aeronáuticos terminaron firmaron un acuerdo con más concesiones que las que se planteaban en las primeras negociaciones”, criticó un jefe sindical moderado a colegas como Pablo Biró, Juan Pablo Brey y Edgardo Llano, que eran renuentes a negociar con el Gobierno e incluso desecharon una oferta de mediación de un líder dialoguista para “ir por todo” en el conflicto.
Su intransigencia sin matices redundó en un enorme desgaste interno y ante la sociedad por la ola de paros sin resultados concretos, y en un acuerdo tardío en el que terminaron cediendo beneficios históricos que contenían sus convenios colectivos de trabajo para zafar de la amenaza de Javier Milei del cierre de Aerolíneas o de la presentación del Procedimiento Preventivo de Crisis.
Por eso los dialoguistas sienten que la marcha atrás de los aeronáuticos más duros, como Pablo Biró, es una suerte de triunfo espiritual de quienes vienen predicando la necesidad de abrir canales de diálogo con el Gobierno y no cerrar las puertas con la gimnasia de la protesta permanente.
“Esta es una maratón de cuatro años de gobierno y estamos en la recta inicial”, es una de las frases de cabecera de Gerardo Martínez, titular de la UOCRA e ideólogo de los dialoguistas. Es decir, Milei está recién cerca de su primer año de gestión y los moderados de la CGT no quieren quemar etapas que los hagan superar el triste récord de 13 paros generales que se hicieron contra Raúl Alfonsín. En realidad, se encaminaron en ese rumbo cuando la CGT se movilizó el 27 de diciembre para protestar contra el DNU 70 y luego cuando el 24 de enero realizó su primer paro general, a sólo 45 días de haber asumido administración Milei y tras 4 años de escandalosa pasividad con Alberto Fernández.
Pero ahora, ya con su segundo paro general consumado el 9 de mayo, el sector moderado de la CGT descubrió que los cambios en el gabinete (con el ascenso de Guillermo Francos a la Jefatura de Gabinete) y el giro pragmático del Gobierno (que eliminó 42 artículos de la reforma laboral, por ejemplo, para que se vote la Ley Bases) hicieron que toda negociación valiera la pena. Lo ratificó incluso cuando Francos y el asesor Santiago Caputo frenaron en Diputados el avance del temido proyecto de Democratización Sindical que ponía en jaque el poder de los gremialistas.
También es cierto que a veces la intención de dialogar con el Gobierno no garantiza resultados positivos, sino todo lo contrario. Lo está sufriendo en carne propia el secretario de Políticas Educativas de la CGT y titular de la Unión Docentes Argentinos (UDA), Sergio Romero, un aliado de los dialoguistas que mantiene una relación razonable con los funcionarios de Capital Humano y de Educación, pero insistió en rechazar la decisión del Gobierno de fijar por decreto desde el 1° de julio un salario mínimo de 420 mil pesos para los docentes (”vivimos un retroceso atroz del poder adquisitivo”, dijo al destacar que esa cifra está por debajo de la línea de indigencia) y advirtió que esa situación crítica “genera un panorama complejo para el inicio del ciclo 2025″.
Además, el sindicalista rechazó “la reciente resolución del Consejo Federal de Educación que planteó una reforma de la formación docente que afectará a los institutos y trabajadores de ese nivel educativo, aprobada sin posibilidad de debate”. Estas experiencias de dirigentes que tienden puentes de diálogo demolidos por la indiferencia oficial favorecen el juego irreductible de Pablo Moyano.
Los duros del transporte acaban de lograr la renuncia del dialoguista Sergio Sasia (Unión Ferroviaria) a la conducción de la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte (CATT), que permitió que la semana pasada asumiera al frente de esa entidad su secretario adjunto, Juan Carlos Schmid (Dragado y Balizamiento), un peronista clásico, duro pero racional, proveniente de las filas socialcristianas y uno de los pocos que se animó a ponerle límites al moyanismo.
Ahora, Schmid piloteará desde la CATT y, simultáneamente, desde la Mesa Nacional del Transporte un endurecimiento hacia el Gobierno que vaya más allá de las fronteras de su actividad: sus allegados aseguraron que el martes próximo exigirá a la CGT que llame de urgencia a su Consejo Directivo para definir una estrategia más activa de confrontación. Y advirtieron que buscará reunirse con las confederaciones de gremios de energía (CATHEDA) y de la industria (CSIRA) en busca de consenso para algo que los dialoguistas de la CGT no quieren: profundizar las protestas contra Milei. El sendero hacia el tercer paro general es difuso, pero algunos quieren empezar a delinearlo.