El arzobispo de Mendoza y flamante presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, Marcelo Colombo, encabezó la celebración de la la Santa Misa de Clausura de la Asamblea Plenaria 125 del Episcopado Argentino en el Santuario de la Virgen de Luján.
“Cada asamblea plenaria es un alto en el camino, un ámbito para encontrarnos y profundizar en la identidad de nuestro servicio. En nuestros diálogos de intercambio pastoral aparecían con mucha nitidez tres palabras que resumían nuestra reflexión y nos indicaban el horizonte: misión, sínodo y regiones”, destacó en su primera homilía.
Acerca de la misión de los obispos en la Argentina, el religioso señaló que “la Iglesia existe para evangelizar”. Y apuntó: “Lo recordábamos estos días, en numerosas oportunidades, para concentrarnos en el horizonte misionero al que Jesús nos ha invitado, en la conciencia de sabernos depositarios de un tesoro que queremos compartir con los hombres: la Buena Noticia del Reino de Dios y su justicia. Ello nos mueve a salir de nosotros mismos para testimoniarlo, con audacia y sensibilidad”.
En ese sentido, recordó las palabras del papa Francisco en la clausura del Sínodo de los Obispos cuando les dijo que “frente a las preguntas de las mujeres y los hombres de hoy, a los retos de nuestro tiempo, a las urgencias de la evangelización y a tantas heridas que afligen a la humanidad, hermanas y hermanos, no podemos quedarnos sentados. Una Iglesia sentada que, casi sin darse cuenta, se retira de la vida y se pone a sí misma a los márgenes de la realidad, es una Iglesia que corre el riesgo de permanecer en la ceguera y acomodarse en el propio malestar. Y si nos mantenemos inmóviles en nuestra ceguera, seguiremos sin ver nuestras urgencias pastorales y tantos problemas del mundo en el que vivimos.”
“Como pastores de la Iglesia en la Argentina, nos ponemos a disposición de nuestros hermanos. Desde este sagrado lugar reiteramos el compromiso con la misión de las distintas áreas y servicios de la Iglesia de todas y cada una de nuestras Iglesias particulares y regiones pastorales”, expresó Colombo.
Luego se refirió al Sínodo: “La dimensión sinodal es constitutiva de la Iglesia y se vive como una profunda experiencia de reflexión y acción común de los bautizados, bajo la guía de sus pastores, asistidos por el Espíritu Santo; lejos de agotarse en un evento extraordinario o un conjunto de reuniones, lo sinodal representa un verdadero estilo de vida y servicio eclesial. Del Sínodo nos queda el compromiso de profundizar la conversión pastoral de la Iglesia en Argentina, para testimoniar proféticamente, inclusive ante la sociedad misma atravesada por tantas polarizaciones y contradicciones, una armonía que conmueva y transforme la vida para hacerla más digna según el querer de Dios para bien de su pueblo”.
Y luego agregó que “en una auténtica perspectiva sinodal, renovamos nuestra disponibilidad para escuchar a todos, especialmente el clamor de los pobres, de los marginados, de las minorías y de nuestra casa común (Cf. Documento final del Sínodo de Obispos, n. 48)”.
El nuevo titular de la Conferencia Episcopal recalcó la importancia de las regiones pastorales que “constituyen una viva expresión de la atención de la Iglesia a las distintas realidades, a sus dones presentes en la diversidad de contextos y culturas, de experiencias eclesiales y de ritmos pastorales. Hemos podido palpar el deseo de participación de todas las regiones pastorales en el camino del servicio de la Iglesia a nuestro pueblo en la Argentina. En una lógica de intercambio de dones, cada una de estas regiones, constituidas por el conjunto de las Iglesias particulares allí presentes, tiene para ofrecer la riqueza de sus realidades pastorales y a su vez participa a la Iglesia toda de sus búsquedas y necesidades”.
En la última parte de su homilía, Colombo recordó las enseñanzas de Monseñor Jorge Novak, primer obispo de Quilmes, quien fue muy importante en su formación como obispo.
“Conociendo su experiencia personal, me atrevo a decir que en él esa amada colegialidad tuvo momentos de mucho dolor y sufrimiento; pero era un hombre de fe fuerte y se reponía para vivirla a cuerpo entero. En sus homilías y enseñanzas, siempre tenía un lugar de relevancia, incluso antes de su propio parecer, lo dicho por la Conferencia episcopal argentina en un documento o declaración. No era sólo cuestión de método teológico, de recurso a las fuentes; él valoraba y testimoniaba su pertenencia a este cuerpo, aún con sus luces y con sus sombras, y no quería con sus gestos o palabras distanciarse con aires críticos de superioridad o aislamiento”, contó.
También le prodigó otros elogios a Novak: “Probado él mismo en la escuela del dolor, se animaba a pastorear y a ser testigo de Cristo junto a sus hermanos obispos en ese escenario muchas veces ignorado por prisas y prioridades. Una colegialidad amada, sentida, probada, nunca meramente declamada, ni herida de indiferencia o lejanía”.
Colombo dedicó el final para agradecer la gestión de su antecesor, Monseñor Oscar Ojea. “Su testimonio de buen pastor siempre inquieto ha sido para mí conmovedor y elocuente. Nunca la frialdad del espectador, las intrigas y estrategias mundanas, ni la pretensión del que se las sabe todas. Siempre en camino, siempre buscando, siempre consultando, en definitiva, siempre amando este servicio para el que lo eligiéramos y que honró con entrega ejemplar. Los más pobres y marginados, los incomprendidos y postergados, tuvieron en él a un interlocutor permanente nunca permeable a las falsas importancias humanas. ¡Gracias Oscar! Por tu paternidad, por tu sencillez, por tu humanidad al servicio del evangelio, por tu fidelidad sin fisuras al ministerio del Santo Padre”, resumió.
“Pongo en las manitos orantes de la Virgen de Luján este nuevo período de la Conferencia episcopal argentina. En particular, le confío nuestro ministerio pastoral al servicio del evangelio en la Argentina. Que Ella nos indique siempre a Jesús, el Camino, la verdad y la vida”, culminó.