La previa al fallo de la Cámara de Casación por la causa Vialidad acaba de ofrecer la primera entrega de Cristina Fernández de Kirchner puesta a enderezar y ordenar al peronismo. Coronada ya como jefa partidaria, la ex presidente alineó al PJ con el discurso de la “persecución” y la “proscripción”, según los términos más utilizados en su defensa. Eso era previsible. En cambio, el punto original fue colocar a Donald Trump en su trinchera para la batalla contra jueces y medios. Resultó la expresión más clara de su intención -insinuada unos días antes- de disputarle a Javier Milei el efecto del resultado electoral en Estados Unidos. O por lo menos, discutir ese clima.
La ex mandataria se nutre de cuestiones que naturalmente surgen como cuestionamientos o al menos como interrogantes frente a la lectura lineal del impacto del triunfo republicano en la política local. Es un cuadro matizado: favorable a Milei como clima político y, a la vez, con expectativas enfrentadas en el plano externo, según se privilegie en el análisis las posibles consecuencias económicas de las medidas de Trump o el allanamiento del camino en las tratativas con el FMI.
El objetivo de ir contra el clima generado por el resultado de la elección estadounidense -y su magnitud- se combinó así con la necesidad de ampliar el discurso repetido frente a cada causa judicial, en particular Vialidad, porque aun sin agotar la escalera judicial incluye la figura de la condena. En ese esfuerzo, no reparó siquiera en la coincidencia que sólo en la superficie parece contradictoria: una reivindicación de la matriz de Trump. Un tema conceptual, también como reflejo “libertario”, sobre el tipo de poder, la relación con los límites institucionales y las tensiones con la Justicia y el periodismo. Supera el contrapunto entre “derecha” y “progresismo”.
CFK ya había perfilado esta disputa, aunque en modo de chicana, el fin de semana en Lomas de Zamora, como parte de su actividad concentrada en el GBA. Sin nombrar expresamente a Milei, le dedicó un insulto por celebrar el triunfo republicano, y remató: “¡Pero que aprenda de Trump! Que es nacionalista, que quiere que los trabajadores y las industrias de su país tengan buenos salarios”. Fue la primera referencia apuntada contra la mirada “libertaria”.
La inminencia del pronunciamiento de Casación repuso después en la agenda el ruido de estas horas por el caso Vialidad, que seguramente recorrerá el camino a la Corte Suprema. Y CFK armó una estrategia consistente en adelantarse al fallo, con un documento y la nueva escenografía del PJ, y en dejar para la hora del anuncio judicial la movilización de sus estructuras.
En e mostró con los integrantes de la lista que se impuso finalmente sin elecciones en la interna del PJ. La cita fue en la sede del Smata y, de hecho, resultó la primera reunión formal del Consejo Nacional que la acompañará en un cargo que nunca la sedujo especialmente. El mensaje, fuera de menciones generales a la reorganización partidaria, estuvo centrado en la letra que luego amplificó en su documento. Antes, se había destacado una declaración en la misma línea de Axel Kicillof, pero nadie lo interpreta como el modo de saldar las cuentas abiertas con el gobernador bonaerense, que privilegia su proyecto presidencial y quedó abiertamente en la mira del núcleo K.
“Los copitos de Comodoro PY”, dice el título del documento de la ex presidente. Fuera del obvio sentido de mezclar los reclamos por la investigación del atentado en su contra y las causas que la involucran, el texto abunda de diferentes modos en el discurso original: “El verdadero objetivo es proscribirme de por vida”. Después, en la búsqueda de darle contexto de operaciones a escala internacional, incluye a Trump junto a las referencias habituales de la región.
“Lula preso, Evo Morales destituido, Rafael Correa exiliado y, ahora, Donald Trump (representando un nacionalismo con características propias de un país con hegemonía global) ganando las elecciones de EE.UU. a pesar de tener más de 30 causas en su contra, varias condenas y un intento de asesinato en plena campaña electoral”.
Eso dice CFK en un párrafo que busca de manera implícita un paralelismo personal. Y con un punto y seguido agrega, para completar el sentido: “Estos son casos más que elocuentes y revelan un entramado de sectores e intereses económicos, geopolíticos y mediáticos que acusan y persiguen judicialmente a quienes los desafían con un modelo político, económico y social distinto al status quo”.
Es llamativo otro aspecto, más doméstico. La andanada contra los jueces -los integrantes del TOF que resolvió condenarla a seis años de prisión e inhabilitarla para ocupar cargos públicos y los de Casación- es acompañada por media docena de referencias muy fuertes contra Mauricio Macri y unas pocas menos, contra Fernando de la Rúa. No menciona a Milei, salvo en una oportunidad y de pasada, cuando cita una definición de Rodolfo Barra.
Por supuesto, hay cuestiones que se cruzan y trascienden fronteras. CFK, aun sin el término lawfare, repite la línea de su ofensiva: habla nuevamente de operaciones del “Partido Judicial” y los “medios hegemónicos”. Su batalla contra medios -y contra periodistas con nombre y apellido, utilizando el peso del poder en su gestión- tiene eco actual, grave. Y también remite a las cargas de Trump. Se trata bastante más que de una cuestión de temperamento: expone una estrategia de desacreditación y de intimidación.
El largo texto de la ex presidente dejó hacia el final unas líneas de acidez con foco doméstico. Repitió que la intención de la “persecución mediático-judicial” es también “disciplinar” a los demás dirigentes políticos, sociales y sindicales. “Y vaya si lo logran”, destacó, para enfatizar inmediatamente que ese no sería su caso. Un cierre previsible para un documento que, está visto, dejó una sola novedad: la singularidad de la disputa por el efecto Trump en medio del juego de la polarización.