El frente sindical aeronáutico está roto. Las diferencias no son nuevas, sobre todo en un mosaico de 11 organizaciones gremiales distintas en el mismo sector, pero se agudizaron al calor del feroz conflicto del Gobierno con dirigentes del ala dura como Pablo Biró (APLA) y Edgardo Llano (APA). En las últimas horas, lo dejó en evidencia Ricardo Cirielli, líder de la Asociación del Personal Técnico Aeronáutico (APTA), quien criticó a sus pares porque “están obligando al Gobierno a cerrar Aerolíneas Argentinas” e incluso calificó su estrategia de paros eternos como de “lock out sindical”.
Cirielli es un dirigente de larga trayectoria (lleva 32 años al frente de su gremio), con experiencia incluso en la función pública, como cuando fue subsecretario de Política Aerocomercial del gobierno de Néstor Kirchner, etapa en la que fueron públicas sus peleas con Ricardo Jaime, secretario de Transporte. Hoy, el jefe de APTA se ganó la enemistad manifiesta de sus colegas en conflicto y sus dichos fueron celebrados secretamente por el sector dialoguista de la CGT, que ya les soltó la mano a los sindicalistas aeronáuticos que “quedaron presos de la estrategia radicalizada de Biró”, como desliza un líder moderado cegetista, preocupado por la creciente tensión en el sector aeronáutico.
Aun entre sus dirigentes más cercanos, el titular de los pilotos genera incomodidades por su posición irreductible. Sucedió cuando la Mesa Nacional del Transporte hizo una conferencia de prensa el día del paro de 24 horas, el miércoles pasado, y Biró, lejos de moderarse, redobló la apuesta al amenazar al gobierno de Javier Milei con bravuconadas como “no sabe dónde se está metiendo”. Tras el encuentro, un referente del sector admitió que “con esas frases no deja margen para negociar”.
¿Seguirá fracturándose el sindicalismo aeronáutico para que algunos dirigentes más prudentes puedan encarrilar el diálogo con la Casa Rosada? Parece difícil. El espíritu de solidaridad hace callar hasta a los más renuentes a sumarse a la estrategia del paro permanente. De todas formas, ¿hay margen para negociar? Al Gobierno, decidido a privatizar Aerolíneas e Intercargo, le resulta funcional dejar que los dirigentes más duros sigan tomando de rehenes a los usuarios, como ahora está sucediendo literalmente con cientos de pasajeros sin poder bajar de los aviones por una protesta del sindicato de Llano. “Una cosa es protestar y otra es perjudicar”, dijo Cirielli, en una definición emparentada con la del dialoguista ferroviario Sergio Sasia, cuando señaló a Infobae: “El mejor paro siempre es el que no se hace porque eso quiere decir que a través del diálogo uno logró el objetivo”.
Las campañas de “concientización” que iniciaron pilotos y aeronavegantes, con trabajadores explicando sus reclamos y repartiendo volantes a la gente en Aeroparque, se hacen trizas con estas medidas de fuerza que afectan mucho más al ciudadano común que a las empresas o al Gobierno.
Por eso el fantasma del cierre de Aerolíneas y de Intercargo es algo palpable. El escenario está instalado para que el Gobierno avance con medidas drásticas para resolver este conflicto. En los despachos oficiales hay encuestas que confirman el hartazgo ante las protestas salvajes. También lo saben los sindicatos, algunos de los cuales, en su afán de desgastar a Milei y promover la “resistencia popular” a sus decisiones, no aflojan porque adhieren al lema trotskista de “cuanto peor es mejor”.
Ninguna de las dos partes puede ni quiere ceder, y el desenlace de esta pelea será determinante para la relación entre el Gobierno y el sindicalismo. Este viernes habrá otra reunión con los gremios duros convocada por Aerolíneas. En un gesto conciliador, los pilotos suspendieron los paros en el Centro de Formación y Entrenamiento de Pilotos de la República Argentina (Cefepra), que dejaban muchos vuelos cancelados porque faltaban tripulaciones con las habilitaciones para trabajar.
Pero Biró reclama un 30% de aumento como señal de buena voluntad para compensar a futuro un 90% de pérdida ante la inflación. Sabe que esa cifra es imposible de otorgar para un gobierno comprometido con la baja inflacionaria y el mantenimiento del equilibrio fiscal. Por eso hay pocas expectativas de alcanzar un acuerdo y muchas probabilidades de que noviembre y diciembre sean meses plagados de protestas aeronáuticas. Por los salarios o por el cierre de las empresas.