Tras el paro de 24 horas del transporte, el Gobierno reabrió el diálogo con los sindicatos aeronáuticos, en una carrera contrarreloj para desarticular una ola de protestas en el sector que podría coincidir con el comienzo de las vacaciones de muchos argentinos, en diciembre próximo.
La convocatoria fue del secretario de Transporte, Franco Mogetta, que llamó a Pablo Biró, titular del gremio de pilotos, y a Juan Pablo Brey, líder de los aeronavegantes, los dos dirigentes más duros, además de Edgardo Llano, de la Asociación del Personal Aeronáutico (APA), y Rubén Fernández, de la Unión del Personal Superior y Profesional de Empresas Aerocomerciales (UPSA), para reunirse este viernes con autoridades de Aerolíneas Argentinas y con el vicejefe de Gabinete, José Rolandi.
Por ahora, desde ambos sectores hay voluntad de hablar, pero los sindicalistas aseguran que no recibieron ninguna oferta salarial. Las conversaciones seguirán el lunes próximo. Parece un avance en medio del feroz conflicto, aunque puede durar poco: la semana próxima, la Mesa Nacional del Transporte deliberará para hacer un balance del paro del miércoles y para delinear cómo continuará el plan de lucha: se va afirmando la posibilidad de hacer otra huelga antes de fin de año.
Hay diferencias entre los miembros de la Mesa: algunos son partidarios de esperar antes de reanudar las protestas, conscientes de que acelerar el plan de lucha puede ser contraproducente. Es que, a este ritmo, ¿harán un paro por semana? ¿Cómo se lo explicarán a los pasajeros que quieren viajar? Con esa preocupación en la mira, pilotos y aeronavegantes cumplirán este lunes, a las 12, otra jornada de “concientización”: afiliados de ambos sindicatos se acercarán a la gente en Aeroparque y Ezeiza para explicar por qué están en conflicto y repartir volantes en los que se detallan sus reclamos.
Otros sindicalistas, en cambio, quieren apurar una nueva medida de fuerza para tratar de sensibilizar al Gobierno. Imaginan un paro en diciembre, con todo lo que eso significa en materia de trastornos para los usuarios por la combinación de las fiestas y de las vacaciones. De manera informal, algunos hablaron de paros escalonados en donde cada gremio vaya alternando las medidas de fuerza.
Con el llamado de Mogetta a la mesa de diálogo con los aeronáuticos, el Gobierno dejó en evidencia que la huelga de este miércoles no le pasó inadvertida, más allá de que no pudo extenderse, como buscaban sus organizadores, porque no adhirieron los colectiveros ni otros sectores de la sociedad. No apoyó la protesta, sobre todo, el sector dialoguista de la CGT, que no se solidarizó con los reclamos de Camioneros, pilotos, aeronavegantes, maquinistas de locomotoras, empleados del subte, marítimos, portuarios y fluviales que organizaron el paro de 24 horas y que también integran la central obrera. Sólo hubo, tardíamente, un comunicado cegetista para condenar el mensaje difundido por el Gobierno desde la app Mi Argentina contra el paro del día 30. Y apenas en una línea del último párrafo se destaca que “los trabajadores tienen derecho a ejercer el derecho a huelga”.
Los moderados de la CGT y los duros del transporte son hoy las dos caras del sindicalismo. Y cada vez que pueden, ponen al desnudo sus posturas diferentes sobre la relación con el Gobierno. Este lunes, incluso, se producirá un gesto que profundizará más todavía esas diferencias porque dirigentes de la Mesa Nacional del Transporte convocaron a una reunión de una de las confederaciones que los agrupa, la CATT (Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte), que está desactivada: su titular, Sergio Sasia (Unión Ferroviaria), es uno de los adalides del sindicalismo dialoguista.
Por esas diferencias internas, precisamente, Pablo Moyano (Camioneros), Pablo Biró (pilotos), Juan Pablo Brey (aeronavegantes), Juan Carlos Schmid (Dragado y Balizamiento) y Raúl Durdos (SOMU) se apartaron de la CATT para crear la Mesa Nacional del Transporte con dos miembros de una entidad rival como la Unión General de Asociaciones Sindicales de Trabajadores del Transporte (UGATT), Omar Maturano (La Fraternidad) y Roberto Fernández (UTA). Ahora, en su carácter de secretario adjunto de la CATT, Schmid citó este lunes a una reunión de sus integrantes para descongelar la actividad de la confederación y, en el fondo, para desafiar un liderazgo de Sasia que cuestionan sus colegas.
El que motoriza la ofensiva contra Sasia es Pablo Moyano, un dirigente que, en una característica poco apropiada para su actividad, no sabe bajar la velocidad, apretar el freno ni detenerse ante señales de peligro. Si sigue así, creen algunos de sus adversarios, puede chocar: no logró que el paro del transporte se convierta en una huelga general y, para colmo, la explosiva alianza de distintos sectores que buscó para reforzar la protesta lo dejó a merced de los grupos más radicalizados.
El hijo de Hugo Moyano puede quedar atrapado en un esquema de paros permanentes, pese a que se jacta de no sentarse a dialogar con el Gobierno y, a la vez, se beneficia del diálogo que mantienen con el Gobierno (nacional y porteño) tanto sus rivales cegetistas como su propio papá. Su postura irreductible le sirve más a Cristina Kirchner, que busca legitimarse como la jefa del antimileísmo.
Pablo Moyano tiene menos predicamento interno que su papá, resistido por haber aprovechado para sí mismo y su gremio su relación privilegiada con Néstor Kirchner. Y, a diferencia de Hugo, sus rivales creen que se le nota demasiado su afinidad con Cristina Kirchner y La Cámpora. Por eso el fantasma de CFK está sobrevolando en estas horas la feroz interna de la CGT. Para sus adversarios, el hijo de Moyano extrema su rol opositor para favorecer el armado político de la ex Vicepresidenta, donde los dialoguistas son uno de sus principales obstáculos para desgastar al jefe del Estado.
“Milei está haciendo lo que prometió en la campaña y lo que la gente votó; aunque no nos guste, no podemos oponernos a todo a menos de un año de gestión”, reflexionó ante Infobae un jefe dialoguista, con mucha resignación. En el fondo, de todas formas, los moderados de la CGT buscan que su voluntad negociadora sea recompensada por Milei casi como Carlos Menem premió en su momento a los sindicalistas que apoyaron las privatizaciones o su vuelco al liberalismo.
Incluso son casi los mismos: Héctor Daer, el líder de Sanidad que sucedió a una figura del dialoguismo sindical como Carlos West Ocampo; Armando Cavalieri, el eterno y pragmático líder de Comercio, y los ex “jóvenes brillantes” del ubaldinismo, como se conocía a fines de los años 80 a Gerardo Martínez, Andrés Rodríguez y José Luis Lingeri, que también terminaron apoyando a Menem.
Tras el paro del transporte, le toca al sector dialoguista revalidar sus títulos mediante algo concreto que puedan exhibir como un logro por su acercamiento al Gobierno. Está pendiente el primer encuentro de la comisión técnica tripartita que intentará acordar la reglamentación del artículo anti-bloqueos. Y también se debería destrabar el debut de la mesa de diálogo con la CGT y los empresarios del Grupo de los 6. Quizás esas postales no alcancen si la propia Casa Rosada no premia a quienes aceptan negociar y los diferencia de quienes sólo saben ir a la protesta. Si no, los dialoguistas se convertirán en duros y los duros en combativos, en un escenario de final impredecible.