El 30 de mayo de 2023, Javier Milei estaba con Diana Mondino en Retiro. Hacía frío, pero el entusiasmo de los buenos números en las encuestas los mantenía activos a la intemperie. Habían ido a plaza San Martín, frente al palacio de la Cancillería, para hacer una puesta en escena. A través de un posteo, el libertario confirmó que Mondino sería su candidata a encabezar la lista de diputados nacionales por la Ciudad de Buenos Aires. La escenografía era el guiño para deslizar que si La Libertad Avanza ganaba las elecciones, la economista sería su canciller. Ambos se habían propuesto la misión de “reinsertar” a Argentina en el mundo, promocionar la marca país y captar inversiones. Un año y cinco meses después de aquella imagen, Mondino se quedó sin mundo, sin marca país, sin tantas inversiones y, en un pestañeo, sin cargo. Naufragó en un mar de internas palaciegas y fuego amigo que selló su destino afuera del Gobierno.
En el comienzo de la gestión, Milei había depositado plena confianza en Mondino. Incluso, la economista fue uno de los primeros nombres que el libertario confirmó en campaña electoral como una de sus futuras ministras en caso de llegar al poder. Antes de asumir, era público y notorio que la cordobesa era la elegida para hacerse cargo del Ministerio de Relaciones Exteriores.
De pronto, todo lo sólido se desvaneció. Tras meses de rumores, el Presidente echó a su Canciller. Y a los pocos minutos anunció que Gerardo Werthein, embajador en Estados Unidos, será su reemplazante. La responsabilizó por la votación de Argentina en la ONU a favor de una resolución que rechazó el embargo de Estados Unidos a Cuba. El documento obtuvo 187 avales, entre ellos el argentino, y dos voluntades en contra: Washington e Israel. ¿Mondino avanzó por su cuenta, contrariando el deseo del Jefe de Estado, en esa votación en la Asamblea General? Una pregunta aún sin respuesta.
Mondino asumió un rol ajeno a su experiencia profesional. Es economista, empresaria, banquera y su primera incursión política fue con Milei, donde fue electa diputada nacional en 2023. No llegó a jurar para ingresar al Congreso porque fue designada canciller desde el 10 de diciembre pasado. La funcionaria apeló al pragmatismo, al carisma y a su inglés fluido para sobrellevar el desafío. La buena voluntad no fue suficiente. Fueron 10 meses de turbulencias diplomáticas azuzados por tensiones de poder y presión de Balcarce 50.
10 meses de tensiones diplomáticas
Mondino enfocó su agenda en la “reinserción” de Argentina al sistema internacional y en profundizar las relaciones comercial para atraer inversiones. Siguió los lineamientos de Milei, que aplicó un giro geopolítico en el que trazó una alianza estratégica con Washington, Tel Aviv y las potencias occidentales. Las prioridades de la política exterior eran exhumar el Acuerdo del Mercosur con la Unión Europea, iniciar el proceso de accesión a la OCDE, contribuir en la gestión para ser socio global de la OTAN.
Al mismo tiempo, la ex canciller confirmó apenas asumió la salida de Argentina de los BRICS y desplegó una narrativa para endurecer la posición contra Venezuela, Rusia, Irán y las dictaduras del Caribe, como Cuba y Nicaragua. Eso se combinó con dotes de pragmatismo, que le exigieron equilibrios complejos, a la hora de sostener la relación diplomática con países centrales para la balanza comercial Argentina, tales como Brasil o China.
La narrativa y los movimientos de Mondino comenzaron a chocar con la línea dogmática que Milei ordenó para la política exterior. Eso incluyó el desembarco de funcionarios no diplomáticos en Cancillería que oficiaron de rectores del discurso público de la diplomacia. El primer caso fue el de Úrsula Basset, la abogada que ingresó con un rol de asesora. Su debut fue durante una cumbre en la OEA, en junio, donde ejecutó una especie de curaduría sobre el documento que expresó la posición de Argentina. Replicaba la doctrina libertaria de rechazar la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. Especialmente, contra las políticas sobre diversidad y el cambio climático.
Algo similar ocurrió cuando Nahuel Sotelo asumió como secretario de Culto, un área dependiente de la Cancillería. Se trata de un joven dirigente del riñón de Santiago Caputo, el estratega presidencial y autor intelectual de la narrativa libertaria. Al igual que Basset, el funcionario ingresó también con la venia de Karina Milei, la secretaria General de la Presidencia.
Esa baja de línea ideológica y narrativa causó malestar en la Cancillería. Los diplomáticos cuestionario esa orden, aunque en silencio la acataban. Para disciplinar el personal del Servicio Exterior, Milei emitió el 18 de octubre un comunicado para exigir que todos debían alinearse con sus ideas y valores o, sino, que renunciaran. Dos semanas después, Leopoldo Sahores, entonces vicecanciller, renunció a su cargo. Fue reemplazado por Eduardo Bustamente, que ejercía de cónsul en Uruguay, un diplomático más cercano a la perspectiva ordenada por la Casa Rosada.
Crónica de una salida anunciada
Antes de asumir, Mondino se ocupó de tejer lazos diplomáticos con el Itamaray. Se encargó en persona de hacerle llegar la invitación a Lula Da Silva para la ceremonia de asunción de Milei. Al mismo tiempo, anunció en noviembre que Daniel Scioli continuaría como embajador en Brasilia. Fue un gesto para dar cuenta de la relevancia del vínculo con el Planalto y aplacar los roces que se habían generado en la campaña por los dardos verbales del libertario contra el presidente brasileño. Además, el líder del PT había explicitado su apoyo a la candidatura de Sergio Massa.
Mondino supo construir un vínculo fluido con Mauro Vieira, el canciller de Lula, y con Julio Vitelli, embajador en Buenos Aires. También tendió puentes con Celso Amorín, el referente del Planalto en política exterior. Pero no fue suficiente. Aunque se buscó relativizar, los constantes embates directos e indirectos entre Milei y el presidente de Brasil tensionaron la relación.
A mediados de diciembre, hizo un viaje relámpago a París. Fue para afianzar el vínculo con Emmanuel Macron. Se apoyó en Ian Sielecki, el joven embajador argentino que conoce Champs Élysées como la palma de su mano. Con buenos lazos y llegada al Gobierno francés, el diplomático logró que el Jefe del Palacio del Elíseo sea el primer mandatario europeo en llamar a Milei para felicitarlo por su triunfo ante Massa. Volvió a desplegar su agenda para organizar la visita de la canciller argentina.
Mondino buscó en París apoyo de Macron para las negociaciones con el FMI, el intento de ser socio global de la OTAN y el proceso de acceso a la OCDE. Al mismo tiempo, manifestó la voluntad de Milei de avanzar con el Acuerdo del Mercosur con la UE, aunque conocía la posición contraria del líder francés ante ese pacto.
En enero, integró la comitiva oficial que viajó con el Jefe de Estado al Foro Económico de Davos. Gestionó las bilaterales de Milei y mantuvo reuniones diplomáticas para promocionar la marca país y fortalecer lazos comerciales con aliados clave para Argentina. Fue la primera vez que habló del tema Malvinas en su rol de canciller. Es que en ese marco, el Presidente se reunió con James Cameron, por entonces jefe de la diplomacia británica.
En febrero, la ministra acompaño a Milei en su gira por Israel y Roma. Participó en las reuniones con las autoridades políticas de Tel Aviv y estuvo en la visita a Jerusalén. Luego, fue testigo del encuentro del Presidente con el Papa Francisco y se reunió, además, con Antonio Tajani, canciller de Giorgia Meloni. Tejieron allí la participación del Jefe de Estado en el G7 de Italia, al que viajó invitado por la presidenta italiana en su rol de anfitriona.
Malvinas o “Juan López y John Ward”
A finales, de febrero, la canciller voló a Río de Janeiro para participar de la reunión de Ministro de Asuntos Exteriores del G20. Allí volvió a reunirse con Cameron y mantuvo una ácida discusión por la soberanía de Malvinas. El Reino Unido estaba en plena campaña electoral y el diplomático había hecho un sugestivo viaje a las islas para dejar un mensaje con tinte proselitista.
El tema Malvinas generó varios roces en la gestión Mondino. La canciller protagonizó en septiembre una reunión con David Lammy, titular de la Foreing Office. El resultado fue anunciar que se retomaban los vuelos semanales a Malvinas con escala en Brasil y Córdoba. La noticia produjo ruido en la opinión pública y un agravante: un cuestionamiento desde las redes sociales de Victoria Villarruel, vicepresidenta de la Nación, quien consideró que la decisión era en detrimento del reclamo de soberanía de Argentina.
En octubre, un mes después, otra vez ruido. Circuló un comunicado oficial sobre un cónclave de la canciller con integrantes de la Cruz Roja, por una misión humanitaria para rastrear a los caídos en el archipiélago del Atlántico Sur. ¿El problema? El texto decía “Islas Malvinas/Faklands”, que es la nominación que utiliza el Reino Unido. Mondino juró que era un error ajeno y aseguró que echaría al responsable. Desde el Palacio San Martín apuntaron contra el Ministerio de Defensa por intervenir y difundir el documento con ese yerro. Al día siguiente, Luis Petri lo asumió y sostuvo que se ocuparían de dar con quien publicó el artículo en la web oficial para desvincularlo. Ya era tarde. La noticia había profundizado el desgaste de la canciller.
China o La trampa de Tucídides
Otro de los puntos sensibles de la gestión de Mondino fue la relación con China. Milei había hecho críticas a Beijing por considerarlo un país “comunista” y apuntar contra la política de derechos humanos de Xi Jinping. Pero al asumir el poder, la narrativa sobre el gigante asiático se moderó. Y la canciller tuvo que ejecutar un pragmatismo que desató malestar en Washington.
En abril, Mondino inició una gira por Asia. Pasó por Shanghai y Beijing con una delegación que incluyó un grupo de empresarios. La misión tuvo como foco gestionar la renovación del swap. Argentina afrontaba vencimientos millonarios en dólares que eran letales para las reservas del Banco Central. El Gobierno buscó disimular que el objetivo era negociar el intercambio de monedas, pero la presencia de Santiago Bausili, titular del BCRA, en la comitiva lo delató: las conversaciones sobre ese tema son entre los jefes de los bancos centrales de ambos países.
Desde Beijing, Mondino voló, otra vez, a París. La agenda se enfocó en el proceso de accesión a la OCDE y en los lazos con la Unión Europea. Para finalizar la gira europea, visitó Bruselas y Lisboa.
Otro de los hitos del paso de Mondino por el Palacio San Martín fue la tensión constante con Venezuela. Lideró las gestiones para obtener el salvoconducto a los seis integrantes del comando de campaña de Corina Machado, líder opositora, que se resguardaron en marzo en la Embajada de Argentina en Caracas.
El régimen de Nicolás Maduro rechazó una y otra vez los salvoconductos. Incluso, tras el fraude en las elecciones presidenciales de julio, el dictador ordenó la salida de los representantes diplomáticos de Argentina. Mondino articuló para asegurar el resguardo de los asilados en la Embajada en Caracas. Fueron 72 horas de máxima tensión diplomática. Casi como una paradoja, y pese a las tensiones entre Milei y Lula, Brasil asumió el cuidado de la residencia argentina en Venezuela. De ese modo, quedaron a salvo los militantes de Machado.
En mayo ocurrió otro de los asuntos que ajetreó a Mondino. Fue la crisis diplomática con España, por el cruce verbal entre Milei y el presidente Pedro Sánchez. La canciller debió aplicar gestiones incómodas tras la orden de la Cancillería española de retirar a su embajadora de Argentina. Fueron semanas de estrés y tensión.
En junio, los rumores del fastidio del Gobierno con Mondino afloraron sobre la superficie de la opinión pública. La canciller se ocupó de la agenda de Milei en el G7, pero su presencia en la delegación oficial estuvo en duda hasta último momento.
La rebelión de los diplomáticos
En agosto, tras la sanción de la Ley Bases, se desató una rebelión inédita en el Ministerio de Relaciones Exteriores. Los miembros de la Asociación Profesional del Servicio Exterior de la Nación (APSEN) iniciaron una protesta porque con la nueva normativa se eliminó la exención de pagar Impuesto a las Ganancias sobre el adicional por costo de vida en el exterior.
El reclamó incluyó medidas de fuerza, paros y comunicados que afectaron el funcionamiento de la Cancillería, las embajadas y consulados de Argentina. Una especie de presión sindical sobre la canciller que resultó novedoso, dado que la actividad gremial combativa es inusual en el mundo diplomático. El conflicto se extendió durante más de dos meses y ahondó el deterioro de la imagen de Mondino.
Contra la ONU
En septiembre, Milei pronunció un discurso en la Asamblea General de la ONU en contra del Pacto del Futuro y la Agenda 2023, principales banderas del organismo multilateral. La estadía del Presidente en Estados Unidos implicó fuertes presiones contra Mondino para correr a Ricardo Lagorio, embajador argentino ante la ONU, de la agenda oficial en Nueva York. Se acusó al diplomático de apartarse de la doctrina libertaria. Días después, Lagorio fue echado y generó un nuevo escándalo en torno a la Cancillería.
Esos mismos lineamientos fueron los que desgastaron también a Leopoldo Sahores, el ex vicecanciller que dejó su puesto a principios de octubre. El diplomático, ligado al PRO, se sintió incómodo con las presiones de Balcarce 50 sobre la ejecución de la política exterior y decidió dar un paso al costado. Con su partida surgieron inquietudes respecto al futuro de Mariano Vergara, subsecretario de de Asuntos Americanos, y de Marcia Levaggi, subsecretaría de Política Exterior.
Eduardo Bustamante, flamante vicecanciller en reemplazo de Sahores, comenzó a diseñar su equipo. Eso aumentó los rumores sobre la salida de Vergara y Levaggi. No obstante, el primero mantuvo reuniones con Bustamante durante el fin de semana y repasaron la agenda hacia adelante. Salvo decisión en contrario, el funcionario seguiría en su cargo para garantizar una transición ordenada. Incluso, iba a ser parte de la delegación para viajar a la Cumbre Iberoamericana de Cuenca, en Ecuador. Sin embargo, con la salida de Mondino esa expedición es una incógnita.
Más temprano, en julio, había renunciado Federico Barttfeld como jefe de Gabinete de Cancillería. Empero, su salida había sido conversada con la canciller meses antes, con la intención de desembarcar en la Embajada de Portugal. Pero se sumó a una lista de movimientos y renuncias que horadaron a Mondino.
El G20 y el Acuerdo con la Unión Europea, incógnitas
Dos de los puntos de mayor atención para Mondino este año fueron la agenda del G20, en la que participará Milei entre el 18 y 19 de noviembre, y el Acuerdo del Mercosur con la Unión Europea. Respecto al foro multilateral, Federido Pinedo, sherpa ante ese organismo, siguió de cerca todo el proceso para coordinar la elaboración del documento final.
Pese a la incertidumbre, Infobae anticipó que Milei confirmó su presencia en Río de Janeiro para participar en el G20. Pero la noticia incluyó la posibilidad de que en ese marco se firme junto a Lula la parte comercial del Acuerdo con la Unión Europea.
Mondino ejecutó arduas gestiones por ese asunto. Tuvo a Marcelo Cima, secretario de Relaciones Económicas de la Cancillería, como su principal asesor en la materia. El diplomático se desempeña como jefe de negociaciones ante el Acuerdo Mercosur - UE y por estas horas acelera las reuniones con sus pares para ultimar detalles.
El objetivo es encontrar un punto común para inicialar el acuerdo en Brasil en noviembre. En caso contrario, la otra opción es hacerlo el 5 de diciembre en Montevideo, durante el traspaso de la Presidencia Pro Tempore del Mercosur a Argentina. Sería un escenario más cómodo, acaso, para Milei.
De todos modos, son gestiones y procesos sobre los cuáles se abre una incógnita. Así como también sobre el futuro de los asesores de la Cancillería. No se conoce aún si Werthein formará un equipo nuevo, con diplomáticos de su confianza, que implique desplazar o cambiar de rol a los actuales funcionarios.
Milei buscará ordenar la situación en el Palacio San Martín y sostener su hoja de ruta en política exterior. La llaga de Werthein es un modo de reforzar su alineamiento estratégico con DC y Tel Aviv. ¿Implicará un enfriamiento del vínculo con Xi? Es una de los tantos interrogantes que siembra un nuevo cambio en el Gabinete libertario.