“Hace falta que Axel diga algo. El partido está atravesado por una situación compleja, por discusiones políticas y judiciales. Es uno de los vicepresidentes del PJ Nacional. ¿Va a seguir en silencio?”. La queja pertenece a uno de los nombres propios más cercanos a Máximo Kirchner, fundador y líder de La Cámpora. En esa agrupación el enojo con Kicillof crece día a día, minuto a minuto.
Al camporismo no le alcanza que hablen los que están al lado del Gobernador. No importa el rango del dirigente que exprese públicamente, o en off the record, lo que ellos quieren escuchar. Le piden su palabra, su decisión, su voluntad. Y eso es también lo que pide Cristina Kirchner, su madre política, la conductora del espacio a la que Kicillof respeta.
Ayer desde La Plata indicaron que la posición del gobernador bonaerense respecto a la judicialización del proceso electoral es totalmente crítica. “Es una opción descabellada”, aseguraron. Al final del día fue la vicegobernadora, Verónica Magario, la encargada de transmitir el mensaje hacia el interior del peronismo. Un intento de generar paz por algunas horas.
En sus redes sociales escribió: “Con Axel Kicillof bregamos por la unidad del peronismo. Bajo ningún punto de vista, en ninguna circunstancia ni por ninguna razón, nadie debe generar situaciones que rompan ese comportamiento y nos pongan en riesgo institucional. Mucho menos aún recurrir a la Justicia Electoral para abrir la puerta a una eventual intervención del PJ”.
Magario planteó que la dirigencia peronista no debe desgastarse y lastimarse en una lucha interna, y que deben evitar la intervención que tuvo el partido durante el gobierno de Mauricio Macri. En ese sentido remarcó que tiene aprecio por Quintela pero aclaró que “las cuestiones internas se deben dirimir en casa y en familia. Nunca en la justicia electoral”.
Finalmente, afirmó que la lista que encabeza Cristina Kirchner “fue oficializada para presidir el PJ nacional” y “ahora, junto a ella, debemos centrarnos en la lucha en contra de un gobierno que reduce cada día la calidad de vida de todas y todos”. Se alineó a la idea de que la ex presidenta es la que debe conducir el partido. Sin titubeos ni reproches de por medio. Al menos, en público.
El gesto de Magario es un gesto de Kicillof. Juegan en conjunto desde hace tiempo. Buscan calmar los niveles de confrontación interna que hay en el peronismo. En la discusión por la presidencia del PJ, pero también en la lucha de poder que se está desarrollando en la provincia de Buenos Aires y en la que ellos son una parte activa.
“Axel especula con su silencio. Piensa que le trae algún beneficio. Muchos que se enfrentaron con Cristina después terminaron desapareciendo, hoy no tienen entidad”, disparó un dirigente camporista, molesto con Kicillof, y haciendo referencia a ex funcionarios de los gobiernos kirchneristas que hoy son parte de otras fuerzas políticas. Una frase filoso atada a un recuerdo tormentoso.
En el camporismo el enojo se multiplica al ritmo en que Kicillof acumula horas de silencio. Lo consideran un traidor a Cristina Kirchner porque le recuerdan que es gobernador gracias a ella. Le piden compromiso con la renovación del peronismo pero bajo la conducción de la ex presidenta. Y Kicillof no quiere que lo corran más. Juega un partido difícil en esta etapa de la interna de poder, pero lo hace con más sutileza de la que muchos dirigentes pensaban.
El senador Eduardo “Wado” de Pedro y la intendenta de Quilmes, Mayra Mendoza, se encargaron de mantener el tema latente. Sin nombrarlo pero apuntándole con claridad, le recordaron lo que está en discusión. “Está en juego qué peronismo queremos: el de Cristina o el de Milei”, aseguró durante un encuentro en Avellaneda, donde se realizó una mesa de “Cristina Presidenta”. La definción está relacionada a las acusaciones que el kirchnerismo le hace a Quintela, a quien vinculan al Gobierno. “La Casa Rosada es el sponsor de Quintela”, repiten.
“Hoy sobre el cuerpo de Cristina está cayendo el vuelto, está cayendo la condena a sus espaldas por haberse puesto al frente de ese proceso, y algunos oportunistas miran para otro lado. Me da vergüenza”, dijo el ex ministro del Interior. Sus palabras fueron para el Gobernador. Así se juega en la comunicación política. También calificó la interna como “un proceso desordenado, confuso, personalista, egocéntrico y egoísta”. Ese mensaje fue directo a La Rioja.
La intendenta quilmeña mandó un mismo mensaje con dos destinatarios: Quintela y Kicillof. “Mientras a un candidato lo retuitea Milei, a la que quiere el pueblo peronista está por condenarla para proscribirla nuevamente la mafia de Comodoro Py. Deberían estar defendiendo a Cristina, al poeronismo y al país de eso, pero, lamentablemente, los vemos a viva voz a algunos y a otros en silencio de off, combatiéndola y sumando así al linchamiento en su contra”, sentenció la camporista.
En la agrupación ultra K no le perdonan a Kicillof que sus socios políticos hayan apoyado a Quintela, juntando avales y recibido en sus municipios, porque consideran que el “Gitano” nunca tuvo intenciones reales de competir y solo quiso embarrar la cancha para impedir que CFK llegue a la presidencia del partido. Y él, desde su rol, nunca hizo nada. Uno de los tantos reclamos que el Gobernador acumula.
Un dirigente de estrecha confianza de Kicillof fue contundente frente a las críticas. Es de esos funcionarios que lo conoce bien y apuesta sus fichas a la construcción de un nuevo liderazgo. Una sola frase. Una sola definición del conflicto para mantener bien abierta la herida. “Axel no necesita que los soldaditos de Máximo le digan lo que tiene que decir. No trabaja para agradarle a La Cámpora”, dijo. Un verdadero gesto de cariño.