- ¿Qué haces Javier?
- ¿Qué tal, cómo estás?
- Bien... Que sea un buen gobierno.
- ¡Qué revolución armamos!
- ¿Si, no? Un despelote.
El viernes se cumplió un año de ese diálogo y del primer abrazo público entre Javier Milei y Patricia Bullrich después de la primera vuelta electoral y de la derrota de la candidata de Juntos por el Cambio. Bullrich había acordado con Mauricio Macri y el economista libertario, en la casa del ex presidente en Acassuso, que el PRO apoyaría al postulante de La Libertad Avanza en el balotaje frente a Sergio Massa, y sellaron ese trato con un abrazo efusivo en los estudios de A Dos Voces, en TN, repleto de fotógrafos. Semanas atrás, se habían cruzado con munición gruesa en el debate presidencial, y la ex candidata incluso lo denunció penalmente en plena campaña por la durísima acusación de su anterior rival: la trató de “montonera asesina” y de poner “bombas en jardines infantes”.
Un año después, Milei y Bullrich atraviesan su mejor momento personal. La ministra de Seguridad se coló en la mesa chica del Presidente, su opinión es valorada, fascinó a toda la cúpula libertaria con la implementación de su protocolo anti-piquetes, está política e ideológicamente mimetizada con el proyecto libertario, integró a los diputados bonaerenses que le responden al bloque oficialista, y hasta circuló en estos días en el bullrichismo que el Presidente, deslumbrado con su ministra, le habría propuesto, como un deseo a futuro, la posibilidad de llevarla como compañera de fórmula si es que el jefe de Estado intenta revalidar su mandato en el 2027.
En LLA se regodean con Bullrich, y la ministra, que tiene una altísima estima entre los votantes libertarios, se deleita a tiempo completo con ese regodeo. Es un juego a dos puntas porque, además, la simbiosis entre el Presidente y la funcionaria tiene, en simultáneo, otro objetivo: marcarle un límite al jefe del PRO, que se debate entre la posibilidad, aún incierta, de un acuerdo electoral con el Gobierno o el solo apoyo al Ejecutivo en el Parlamento.
“Esta es una relación de a dos”, repite Bullrich en privado, según su entorno, en referencia al vínculo entre ella y Milei. Dice “de a dos”, no “de a tres”: una alusión directa a Macri.
En el Gobierno, también cerca de la ministra, juegan con la opción de Bullrich como candidata a senadora el próximo año por la Ciudad, un verdadero desafío al jefe de Gobierno porteño, Jorge Macri, y especialmente a su primo, preocupado por el futuro de la casa matriz del PRO que administra ese espacio de manera ininterrumpida desde el 2007, y que el ex presidente no está dispuesto a ceder en ninguna negociación. “El año que viene hay que sacar a esto del Senado, poner alguna PIBA valiente que realmente represente a los porteños”, escribió hace algunos días en sus redes el legislador Juan Pablo Arenaza, uno de los dirigentes más cercanos a la funcionaria, con una imagen de Martín Lousteau. Con el guiño de la ministra, Arenaza reprochó públicamente el código urbanístico impulsado por el Ejecutivo de la Ciudad, y estuvo bien al tanto de la ley bases anunciada la semana pasada por el bloque libertario que responde a Karina Milei, y que tomó por sorpresa a un jefe de Gobierno que ya perdió toda expectativa en la relación con la Casa Rosada.
Bullrich no quiere ser candidata. Al menos, eso dice. Pero en su entorno se divierten con las provocaciones, más aún a sabiendas de que su nombre enfurece a Macri, con el que ya no habla desde hace tiempo. La ministra propicia una alianza electoral con el PRO, pero quiere ser ella la garante de ese acuerdo. Su relación con la mayoría de la cúpula partidaria está rota. El ex jefe de Estado es el máximo exponente de ese ruptura, pero el derrame hacia abajo es notable. Cristian Ritondo, por ejemplo, juró venganza desde que ella echó con denuncias públicas por supuestas irregularidades a Vicente “Tito” Ventura Barreiro, un ex funcionario muy ligado al jefe del bloque del PRO en Diputados.
La ministra, que fue peronista de trinchera, que integró la Alianza, que se paseó por todo el arco político en las últimas dos décadas sin sonrojarse, y que ya se había encargado de la Seguridad durante el gobierno de Macri, pero encorsetada por la estrategia macro de laboratorio ideada por Marcos Peña y Jaime Durán Barba -nunca se llevó demasiado bien con ambos-, ahora se siente liberada. Cree que llegó el momento de ir a fondo, sin retroceder, y sin especulaciones, como, según ella, se administró el poder durante el gobierno de Cambiemos. Y aunque a veces difiera con algunos modales de época. Fue lo que criticó el jefe del PRO en una de sus últimas apariciones públicas, cuando dijo: “Los viejos meados creemos en otro tipo de formas”.
La relación entre el Gobierno y el PRO se debate entre un posible acuerdo electoral para el 2025 y la necesidad de ambos espacios de confluir en intereses comunes. Al oficialismo le urge la gobernabilidad. Al PRO, la necesidad de sobrevivir frente a un electorado que ya se inclinó mayoritariamente por LLA: no hay lugar en la cancha para dos equipos ideológicamente afines.
Macri quiere saber si desde el Gobierno están dispuestos a oficializar públicamente una alianza para el año próximo. Es parte de las conversaciones vinculadas con la negociación del Presupuesto 2025, y la modificación de la ley que regula los decretos presidenciales, un rubro clave para Milei. Pero el ex presidente también sabe que Bullrich quiere conducir ese hipotético acuerdo con el PRO. Cree que lo quiere vaciar para fusionarlo con el oficialismo.
El ex presidente piensa algo parecido de Santiago Caputo, el asesor estrella del Gobierno, el preferido de Milei, el consultor sin cargo formal que con un monotributo en la Secretaría General de la Presidencia tiene cada vez más influencia en la gestión del Estado y en el sistema de toma de las principales decisiones.
En la actualidad, al consultor solo lo une una sola simpatía con el ex presidente: el empresario Nicolás Caputo, uno de los más íntimos amigos de Macri, que conserva una relación muy cercana y fluida con el asesor presidencial.
Si fuera por el consultor monotributista -no registra antecedentes un caso similar en ningún gobierno de la historia reciente-, la posibilidad de un acuerdo con el macrismo ya se habría descartado hace rato. Pero Caputo bien sabe de las necesidades en el Congreso, y que falta todavía más de un año para el recambio legislativo. En la cúpula del PRO sospechan de que está “ganando tiempo”. Y que el presidente delega en su principal consultor de manera premeditada, como una manera de obturar cualquier tipo de entendimiento.
El último anuncio de magnitud del Ejecutivo, la reorganización de la AFIP, reconvertida en la Agencia de Recaudación y Control Aduanero (ARCA), tuvo su sello. Hacía muchos meses que el consultor quería tener el control de la AFIP y la Aduana: el desembarco de Andrés Vázquez y José Andrés Velis tiene su autoría intelectual.
Ya tenía injerencia plena en Justicia a través de su amigo Sebastián Amerio, y en Salud con Mario Lugones, el padre de su socio Rodrigo. El ministro quería asumir en diciembre, apenas llegó Milei al gobierno, pero su hijo le pidió que esperara. “Si Santiago quiere, yo estoy”, dijo entonces el funcionario que reemplazó a Mario Russo.
En la SIDE, en cabeza de Sergio Neiffert, al que conoce desde hace tiempo. También en Energía: propició, por caso, la salida de Eduardo Rodríguez Chirillo, y autorizó tras una tensa reunión con Macri que Emilio Apud acercara una lista de postulantes que terminó con la convocatoria de María Tettamanti, que trabajó para el PRO. Una vez confirmada la especialista en el rubro, ocurrente, Caputo dejó que se esparciera la versión de que se había llegado a un acuerdo con el ex presidente, en medio de las negociaciones en el Parlamento. “Mejor, que lo facture Mauricio”, se divirtieron en Casa Rosada.
Caputo monitorea además el área de Telecomunicaciones, el directorio de la petrolera YPF a través de Guillermo Garat, el PAMI por la ligazón de Guido Giana -un dirigente ex PRO de Presidente Perón que ahora integra su mesa chica de operaciones- con ese organismo, Trenes Argentinos y los Puertos y la Hidrovía en manos de Iñaki Miguel Arreseygor, que le reporta. También las empresas públicas, cuyo proceso de venta, disolución y privatización recayó en Diego Chaher, un abogado mendocino que se referencia en el consultor. En la parte legal cuenta con María Ibarzabal Murphy, una vieja amiga, casi familia, que Milei tomó como propia.
Pero Caputo lidera también el nexo con el sindicalismo. Héctor Daer y Gerardo Martínez son sus preferidos, pero no los únicos. Lo ayuda Manuel Vidal, un ex funcionario del PRO, joven pero con muchísimas relaciones políticas. De esa cantera surgió otra ex funcionaria macrista que trabaja ahora en Casa Rosada: Noelia Ruiz, a cargo del fideicomiso de Tierra del Fuego, que viaja quincenalmente a esa provincia. Francisco Caputo, hermano del asesor presidencial, completa el staff: no tiene cargo, pero no le hace falta.
En la parte comunicacional, es una jefatura formal e informal. Juan Pablo Carreira, conocido en las redes como “Juan Doe”, le reporta sin escalas. Supo recorrer ministerios para bajar línea. “El Gordo Dan”, el ciber militante más influyente de LLA, lo visita semanalmente en su despacho del primer piso de la Casa Rosada.
Caputo también extendió su poderío interno en Culto con la llegada de Nahuel Sotelo a esa secretaría. Sotelo visitó hace algunas semanas al Papa Francisco en Roma: le llevó otra vez la invitación del Gobierno para que venga a la Argentina. Por ahora, esa visita deberá esperar. Este domingo culminaba el Sínodo en Roma, y los obispos que viajaron a la capital italiana se vuelven al país con la certeza de que, por el momento, el Papa no tiene en agenda su regreso. A fines de noviembre se deberá renovar, en ese sentido, la conducción de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA): se menciona a los obispos Marcelo Colombi o a Ángel Rossi como los dos candidatos más fuertes, ambos bien bergoglianos.
Pero la fenomenal influencia del consultor no es solo puertas adentro, si no también hacia afuera. Monitorea y lidera, por ejemplo, las negociaciones con los gobernadores y con el Parlamento, y encabeza las tratativas con el kirchnerismo -por el momento, algo inactivas- por los pliegos de la Corte Suprema. Conversaciones que están relacionadas, en parte, con la decisión que la Cámara Federal de Casación Penal tiene previsto presentar el próximo 13 de noviembre en la causa Vialidad, en particular en la situación de Cristina Kirchner, que está cerca de ser inhabilitada en esa instancia para ejercer cargos públicos de por vida.
Milei delegó buena parte de la gestión, con excepción de la economía, en su principal colaborador, por fuera de su hermana Karina, a cargo de la consolidación del partido a nivel nacional. Y también las relaciones políticas, más allá de que el jefe de Estado tuvo que bajar al barro de la negociación en estos meses, obligado por las urgencias parlamentarias.
Toda esa hiperactividad política arrastró en estos meses otra consecuencia interna festejada en la Casa Rosada: le restaron a Victoria Villarruel uno de sus principales atractivos, la relación con parte del sistema político parlamentario y de las provincias que, hasta hace tiempo, buscaba en la vicepresidenta un canal de diálogo con el oficialismo. Villarruel, para colmo, tuvo un traspié notorio cuando reivindicó el 17 de octubre la figura de Isabel Martínez de Perón, a la que visitó en España. En parte influenciada, según trascendió, por Juan Martín Donato, director de Atención Ciudadana del Senado. “Es la peor vicepresidente de la historia”, exageró en estas horas Lilia Lemoine, del riñón del “triángulo de hierro”.