Las cortinas que ocultaban lo que hasta ese momento eran insinuaciones, susurros palaciegos y voces off the record, se corrió en el escenario concéntrico del club Atenas de La Plata. Fue el viernes 20 de septiembre pasado, exactamente un mes atrás. Máximo Kirchner estaba sobre el cuadrilátero, micrófono en mano, camisa azul, pantalón al tono, en la misma paleta de colores que la pared del fondo, donde estaban los dirigentes, un muro celeste con una leyenda blanca: “Armar de nuevo”.
“Si los que fueron señalados por el dedo de Cristina se quejan, ¿qué nos queda a los que no hemos sido señalados y hacemos lo que tenemos que hacer?”, lanzó el diputado nacional. Parecía un peleador en soledad. Pero no estaba solo. Había un rival incorpóreo. Tácito. Fantasmal. La multitud siempre fervorosa de La Cámpora, que rodeaba la tarima, resolvió el mensaje, por si hacía falta, con música y con letra: “Cristina es la conducción / Vamos a ver si lo entienden / Somos soldados de Perón / Y la Patria no se vende / Yo siempre te voy a seguir / No me importa lo que digan / Y si querés otra canción / Vení, te presto la mía”.
Lo de la “otra canción”, desde luego, apuntaba a la frase del ex ministro predilecto de Cristina Fernández de Kirchner, Axel Kicillof, cuando casi exactamente un año antes, en plena militancia por la candidatura presidencial de Sergio Massa, había convocado a algo “nuevo” pensando en el futuro. “Tampoco vamos a entusiasmar demasiado solo con un discurso y con una propuesta nostálgica. Nosotros, que somos parte del peronismo, decimos Perón, Evita, Néstor y Cristina. No tengo ninguna duda que son los momentos más gloriosos de la historia del país”, remarcó e inmediatamente aclaró: “Pero creo que tenemos que darle un carácter de época nuevo. No es justo que vivamos más... tiene ya tufillo a esas bandas de rock que tocan los viejos grandes éxitos y uno sabe. Pero va a haber que componer. Una nueva, no una que sepamos todos”.
En Atenas, entonces, La Cámpora se sacó la espina del mensaje de las nuevas melodías y terminó de “blanquear” la disputa interna contra Kicillof y su sector, cada vez más aglutinado de dirigentes enojados con Máximo, con Cristina o con ambos. El gobernador sintió que el acto fue exclusivamente para lanzarle dardos envenenados a él. Aunque fue, además, y a la vista de los hechos que sucedieron durante el mes que siguió, el inicio de lo que sería un nuevo operativo clamoroso para que Cristina saliera a jugar abiertamente en la interna. Con la pretensión de que Kicillof la respaldara explícitamente. Sobre si lo hizo o no pesa una nube de interpretaciones.
Poco después, de hecho, Cristina lanzó su candidatura para presidir el Partido Justicialista y se sumó a la intención de conducir el PJ que ya había manifestado tiempo antes el gobernador riojano, Ricardo Quintela. “Quiero decirles que estoy dispuesta, una vez más, a aceptar el desafío de debatir en unidad porque si algo tengo claro también, es que acá no sobra nadie. Sin embargo, la unidad necesita dirección y proyecto para construir el mejor peronismo posible en una Argentina que se ha vuelto imposible para la mayoría de sus habitantes”, escribió la expresidenta en lo que fue la carta de presentación en su aspiración de conducir institucionalmente el PJ.
CFK recibió inmediatamente apoyos a través de las redes sociales, como el de Wado De Pedro: “Ella puede encender una luz de esperanza con su mirada estratégica y su coraje para volver a organizarnos y comenzar la reconstrucción”. Mientras tanto, se especulaba con que tanto el gobernador bonaerense como Quintela expresarían su aval.
El riojano ya había disparado contra el entorno cristinista, un día antes de conocerse públicamente que ella misma sería la candidata. “El que quiera salir, que salga, pero no se escondan bajo las polleras de Cristina”, advirtió y también pidió “acompañar” a Kicillof. Fue a inicios de octubre y hasta dio a entender que a ella -como si eso fuera acaso posible- la estaban conduciendo hacia la puerta de la sede del partido.
“A siete u ocho días de que se presente la lista, aparece este operativo que creo que no es una cuestión de Cristina, creo que es una cuestión de un grupo de compañeras y compañeros que, con todo derecho, lo pueden plantear, pero me parece que es descenderla a una competencia... ella está para otras cosas mucho más importantes, me parece”, amplió el norteño, con un estilo que también aplicaría Axel: la crítica elogiosa.
Cristina, efectivamente, se candidateó. Y todo hacía suponer que los caminos peronistas conducirían a la unidad. La semana pasada, de hecho, se especuló con una reunión entre Cristina y Kicillof -el miércoles- y Quintela avisó que había solicitado un encuentro con la líder del Instituto Patria a través de Mariano, su histórico secretario, para el viernes siguiente. Una antes del 17 de Octubre y la otra después. Ambas instancias invitaban a suponer un cierre de unidad. El primero de los cónclaves no quedó claro si se hizo. Nadie lo confirmó oficialmente, dicen los que afirman que sí ocurrió, porque salió mal. El segundo finalmente no se dio. Y el riojano avanzó con su postulación.
En el medio, el Día de la Lealtad. En el contexto de las tomas de las universidades públicas en todo el país, Cristina eligió presentarse casi inesperadamente en la de Avellaneda (UNDAV), territorio de Jorge Ferraresi, que pasó de ser el vicepresidente del Patria (durante “la resistencia”, el período que gobernó Macri) a tejer parte de la telaraña internista, amenazado por las pretensiones en su territorio del senador provincial por La Cámpora, Emanuel González Santalla, y con fuertes cruces con sus pares de Quilmes, Mayra Mendoza, y de Lanús, Julián Álvarez, dos camporistas de la línea fundadora.
Cristina estuvo en Avellaneda (la ciudad desde donde los trabajadores cruzaron para liberar a Perón en 1945) pero no estuvo en Berisso, Kilómetro Cero del movimiento nacional, donde el gobernador, respaldado por decenas de dirigentes, trató de esquivar las apuradas cristinistas como ese meme de Mohammad Ali en el que el gran campeón de todos los tiempos “cinturea” 21 golpes en 10 segundos.
“Mi opinión es muy sencilla: unidad, unidad y unidad”, sostuvo el gobernador. En otro pasaje remarcó, como para que quede clara su pertenencia: “Los mejores días fueron con Cristina”. Pero para algunos la palabra clave no fue “Cristina” sino “fueron”. A su lado estaba Andrés “El Cuervo” Larroque, a quien por momentos se lo vio hasta emocionado. A esa altura, desde el entorno de CFK lo acusaban off the record de estar juntando avales para la postulación de Quintela. Algunos lo negaron, otros aclararon que eso fue antes de que Cristina se candidateara. De todo laberinto se sale por arriba, decía Marechal.
“No me interesa disputar ninguna interna, mi responsabilidad y mi mandato es el de conducir un gobierno que está dispuesto a ofrecer a los bonaerense un escudo a lo que está haciendo Milei”, insistió Kicillof con la silueta de Perón de fondo. Por muchos fue leído como un mensaje de unidad, porque también remarcó quiere colaborar “en la construcción de una alternativa superadora” y que “a la derecha le conviene nuestra división, debilitar este escudo llamado peronismo”.
Quizá por eso, después del 17, varias figuras del entorno cristinista apuraron al gobernador. “El silencio de Axel es doloroso”, lamentó Anabel Fernández Sagasti, senadora mendocina. “Seguimos esperando el pronunciamiento de Kicillof”, comentó Oscar Parrilli. A la vez, Mayra Mendoza replicó una frase que dijo CFK en una reunión en SMATA. “Los Poncio Pilatos y los Judas en el peronismo no van más”, una referencia bíblica contundente: Pilatos es el gobernador romano que se “lavó las manos” ante la condena a Jesús. Y Judas es el discípulo traidor.
Parrilli confirmó la elipsis. Interpretó que Axel era Judas, porque, en la lectura cristinista, todo lo que construyó Kicillof fue gracias a ella. El senador Mayans, candidato a vice de Cristina en la interna del PJ, lo contradijo al día siguiente, en una entrevista radial. Dijo que él estuvo en SMATA y escuchó de primera mano la voz de Fernández de Kirchner: “No habló de Axel. Habló de los gobernadores que ganaron la elección como peronistas”.
A la primavera peronista le queda al menos un mes de batallas dialécticas. Las elecciones del partido están previstas para el 17 de noviembre. Antes de la noche del sábado, cuando Quintela (que propuso “que puedan volver muchos compañeros: Schiaretti, Urtubey, Pichetto, Rovira, Camaño, el flaco Randazzo”), llevó su lista a la sede del PJ, el gobernador bonaerense publicó una carta donde revalidó lo que había dicho el 17. Volvió a hablar del escudo peronista frente a la destrucción de Milei, advirtió que la derecha le saca provecho a la fragmentación de su espacio, fue explícito al marcar que el riojano no es su candidato.
“La verdad es que no quiero ni puedo estimular peleas entre compañeros pero tampoco puedo convalidar el equivocado mecanismo de que cualquier diferencia o crítica desate el disciplinamiento”, escribió el economista y repitió su presunto alineamiento -al menos sentimental- a la conducción de CFK: “Cristina está en el corazón del pueblo, también en el mío y no tengo que rendir examen de ese sentimiento”.
En el entorno de Cristina no le creyeron. No le creen. “Está jugando en la interna aunque él diga que no. Le está haciendo una interna a Cristina. ¿No sería natural que apoye a quien dice que es su jefa política?”, comentó alguien con mucha cercanía a la ex presidenta.