Cristina Kirchner y Axel Kicillof, crónica de una disputa que tiene en alerta máxima al peronismo

“Yo Alberto no voy a ser”, repitió en estos tiempos el gobernador bonaerense. La última vez que hablaron y 72 horas de operaciones. El “dolor” de la ex presidenta. El antecedente en el PRO. Máxima tensión con La Cámpora

Axel Kicillof y Cristina Kirchner

“Yo Alberto no voy a ser”.

Axel Kicillof lo repitió más de una vez, en privado, ante su círculo más íntimo. Dicen en su entorno que el gobernador bonaerense nunca va a romper con Cristina Kirchner, que respeta su liderazgo, que está listo para salir a la calle si es que la Cámara Federal de Casación Penal termina por confirmar el mes próximo el procesamiento de la ex presidenta en la causa Vialidad, que jamás la cuestionaría públicamente como sí se atrevieron otros dirigentes y que no es él el que buscó distanciarse de ella. Pero que lo quieren debilitado, sometido, para, en todo caso, imponerlo como candidato como ya hicieron con Alberto Fernández, una experiencia a todas luces fallida.

“Antes de ser Alberto, me vuelvo al CONICET”, destacó Kicillof en más de una oportunidad.

La ex presidenta está dolida. “Muy dolida”, aseguró un dirigente que la vio el viernes en la sede de SMATA, en la reunión privada que encabezó ella para oficializar su postulación al PJ y que todo el aparato cristinista se encargó de publicitar con un mensaje directo a La Plata, sin mencionarlo: “Los Poncio Pilatos y los Judas en el peronismo no van más”, posteó en sus redes Mayra Mendoza, una frase que le atribuyeron a Cristina Kirchner, sin mención pero destinada al gobernador bonaerense.

Mayra Mendoza

Hasta ayer, cerca de Kicillof resaltaban en que éste aún insistía en la búsqueda de la unidad interna de cara a la elección del PJ nacional, en lo que hasta este sábado se encaminaba a un durísimo enfrentamiento entre Cristina Kirchner y el gobernador Ricardo Quintela, “El Gitano”, que en estas horas pidió “proteger” al gobernador. En línea con los dichos del ex ministro del acto del Día de la Lealtad del miércoles, en el que abundó en el concepto de “unidad”, rescató la figura de la ex presidenta -”Los días más felices fueron con Cristina”, dijo- pero no se inclinó por ella como su candidata al peronismo -no lo hizo desde el inicio del operarito clamor-, una deslealtad que el kirchnerismo se encargó de enrostrarle en fila en las últimas 72 horas.

¿Por qué no lo hizo? Lo explica un colaborador que trabaja a diario con el gobernador bonaerense: “Si lo hacía, le pegaba un tiro por la espalda a Quintela, él está convencido de que hay que darle una salida elegante, no matarlo por la espalda, ¿por qué es Axel el que lo tiene que bajar?”. En La Plata dicen que no fue él el que se enfrascó detrás de la postulación de “El Gitano”, si no que fue la conducción de La Cámpora, avalada por Cristina Kirchner, la que impulsó al riojano a nominarse para presidir el PJ, y que después se instaló a la dupla “Qui-Ki” como el tándem para marcarle la cancha al kirchnerismo.

No es lo que creen ni la ex presidenta ni en la agrupación fundada por Máximo Kirchner. Es más: están convencidos de que Andrés “El Cuervo” Larroque, un ex camporista que hace ya dos años trabaja para el proyecto del gobernador, ayudó activamente en el trabajo de recolección de avales para el riojano.

Ayer por la tarde, Kicillof dio un paso más en lo que pareciera ser a todas luces su decisión de comenzar a autonomizarse, sin retorno: en un extenso comunicado, volvió a pedir “unidad”, ponderó la figura de Quintela y se refirió a la lógica del “sometido o traidor” que, según él, “entró en crisis y viene causando malos resultados”. Es decir, criticó de manera directa el accionar de Cristina Kirchner y sus seguidores que, anoche, presentaban la lista encabezada por la ex mandataria en la sede del PJ de la calle Matheu, a la espera de los nombres que juntaba a contrarreloj Quintela.

Las últimas 48 horas exhibieron, como nunca antes, el nivel de tensión entre Kicillof y La Cámpora, y peor aún: el inicio de un quiebre entre la ex presidenta y el gobernador bonaerense que, de no poner paños fríos, podría ser definitivo y convertirse en la ruptura más notoria en el peronismo de los últimos años. Con consecuencias impredecibles.

“Axel se equivoca. Se cebó. Le sumó la pelea con Máximo, pero se equivoca si la pelea es con Cristina”, explicó el viernes un altísimo dirigente que escuchó a la ex presidenta en la sede del gremio de los mecánicos.

Máximo Kirchner, hace un mes, en La Plata

En el entorno del gobernador juran que esa no es su pelea. Que él nunca la buscó, y que en ningún momento se cortó solo. Citan como ejemplo su visita a Chubut, en mayo, para la entrega de algo más de una docena de ambulancias de la Provincia en comodato a su colega Ignacio Torres, una puesta en escena que Kicillof ensayó para tratar de mostrar algo de amplitud en su plan presidencial de cara al 2027 por fuera del kirchnerismo. Lo mismo hizo en Santa Fe, pero ese desembarco casi termina a las trompadas en una reunión posterior en Buenos Aires cuando un diputado de La Cámpora se trenzó en una discusión muy caliente con su colega Daniel Gollán, ex ministro de Salud bonaerense, que quiso defender a su ex jefe de las críticas por planificar esa gira sin previo aviso a la agrupación liderada por Máximo Kirchner.

¿Puede Kicillof, el dirigente opositor que mejor mide en todas las encuestas, encarar un proyecto presidencial enfrentado con Cristina Kirchner, con la que comparte buena parte del electorado, y lo apadrinó durante todos estos años?

Para Pablo Knopoff, director de Isonomía, “hay un votante K que hasta ahora hizo lo que CFK le pidió, y posiblemente siga haciéndolo”. “Axel es distinto a (Sergio) Massa, (Daniel) Scioli y Alberto porque es conceptualmente kirchnerista. Con lo cual si tensara o directamente se peleara están los dos escenarios de siempre pero sin grises: pierde todo porque el votante K hace lo que CFK indica o se queda con todo porque el votante K entiende que sería seguir haciendo kirchnerismo, por primera vez, lo que CFK no indique. La historia lleva a pensar lo primero”, agrega.

“Kicillof está construyendo un camino de más largo plazo, que es su candidatura para el 2027. Y ahí tiene un dilema: él es un gajo de la planta kirchnerista, alguien que podría contener al votante K aún señalando que se podrían tocar nuevas canciones, pero su problema principal es que Argentina ya tiene un antencedente de alguien que llega el poder tutelado por Cristina, y la experiencia fue muy traumática para la sociedad. Kicillof necesita sí o sí construir una candidatura autónoma. Si Cristina se hubiera ido a cuidar a los nietos, como se rumoreó en algún momento, ese camino estaba allanado”, asegura Facundo Nejamkis, director de Opina Argentina, que alguna vez midió una hipotética interna entre la ex presidenta y el gobernador, y le dio un resultado favorable a este último.

La pregunta, sin embargo, puede formularse de otra manera: ¿Está Kicillof dispuesto a ejecutar, en términos políticos, el matricidio que, por ejemplo, intentó en su momento Horacio Rodríguez Larreta con su mentor, Mauricio Macri?

El antecedente preocupa en La Plata. Según confiaron, el gobernador no está dispuesto a avanzar en ese sentido: “Nunca lo va a hacer, no es su pelea”. Pero sí creen que la situación interna puede llevarlo a ese lugar que sí eligió en su momento el ex precandidato presidencial del PRO cuando lo convencieron de que debía sí o sí independizarse de Macri para ser él el jefe de ese sector. Lo intentó primero en las elecciones intermedias del 2021, cuando lo citó al ex presidente al escenario para festejar el triunfo de Diego Santilli y lo dejó parado a un costado, al fondo, en silencio. El ex jefe de Gobierno porteño pensó entonces que era su momento, se embarcó en una campaña nacional costosísima -según los expertos, de las más caras de la historia-, viajó por las provincias, negoció con dirigentes de todo el país -cooptó a muchos de ellos-, y divulgó por todos lados que el tiempo del jefe del PRO ya había terminado sin caer en la tentación de sepultar el pasado, así como el gobernador bonaerense pide ahora la composición de nuevas canciones.

Mauricio Macri, Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta, en la noche de la elección primaria del 2023 (Reuters)

Decía Rodríguez Larreta que era una maratón larga, y sus principales colaboradores ya se empezaban a repartir cargos. Incluso bosquejaron un organigrama de lo que sería su gobierno. Pero Macri lo esperó, y ordenó financiar y colaborar con la candidatura de Patricia Bullrich. En las elecciones primarias del 2023, el ex jefe de Gobierno se quedó sin piernas. Diría después que no era su momento, que no era el mensaje, que la sociedad demandaba otro liderazgo.

Ahora, a Kicillof también la sobra tiempo. Al revés de Cristina Kirchner, que necesita con urgencia validar su liderazgo, su conducción como jefa única del peronismo, de una estructura burocrática de la que siempre renegó, para, tal vez, intentar construir desde ese lugar una candidatura en el 2025.

Hablaron por última vez, según las fuentes, el 25 de septiembre, para el cumpleaños del ex ministro de Economía. Quedaron en verse después del viaje del gobernador a México, para la asunción de la presidenta Claudia Sheinbaum, pero la cita nunca se dio. Tampoco volvieron a hablar por teléfono, según las fuentes, por decisión de Cristina Kirchner. Sí hubo en los últimos días diálogos cruzados entre La Plata y algunos de los principales dirigentes de La Cámpora, como Mariano Recalde o Eduardo “Wado” de Pedro.

“Se rompió todo”, se confesó en estas horas un altísimo dirigente del peronismo del interior que intentó mediar entre ambos.

En los últimos meses, el vínculo se había resentido como nunca antes, en simultáneo a una relación conflictiva e irreversible entre Kicillof y el jefe de La Cámpora y el PJ bonaerense.

El pico de mayor tensión en ese tándem se alcanzó después de las elecciones primarias legislativas del 2021, tras la pandemia, con la durísima derrota del peronismo provincial, un traspié que provocó un revuelo interno de tal magnitud que llevó a que la propia Cristina Kirchner tomara cartas en el asunto. A nivel nacional, les ordenó a sus delegados en el Ejecutivo, encabezados por el ex ministro del Interior, que le renunciaran en masa a Alberto Fernández. Fue un movimiento bisagra en la relación entre la ex vicepresidenta y el jefe de Estado.

A nivel provincial, Kicillof fue llamado de urgencia a El Calafate. Allí, Cristina Kirchner le informó que debía retocar su gabinete y aceptar la entrada de Martín Insaurralde, para entonces principal socio bonaerense de su hijo Máximo, una suerte de intervención virtual del gobierno que el gobernador aceptó a regañadientes. “Aún así, Axel nunca dijo nada públicamente”, lo defendieron en su entorno en estas horas.

Insaurralde se embarcó desde ese momento en una suerte de proyecto ambicioso junto al jefe de La Cámpora para suceder al gobernador, un plan que se terminó de frustrar cuando lo descubrieron insólitamente en un yate en la costa del sol española con Sofía Clerici, en plena campaña electoral, el año pasado. Se refugió automáticamente en su casa de la Provincia, pero continúo desde las sombras con la sociedad política con Kirchner, como parte del dispositivo bonaerense tradicional al que Kicillof siempre le rehuyó.

Hace un mes, en un acto en el Club Atenas de La Plata, el jefe de La Cámpora blanqueó públicamente su disputa con el gobernador. Desde las tribunas, los militantes camporistas cantaron por primera vez, abiertamente, contra el ex ministro de CFK: “Cristina es la conducción, vamos a ver si lo entienden, somos soldados de Perón, y la Patria no se vende, yo siempre te voy a seguir, no me importa lo que digan, y si queres otra canción, vení te presto la mía”.

En La Plata están seguros de que ese acto fue el inicio de una avanzada hacia su figura. En el kirchnerismo lo descartan. Dicen que es al revés. Que es el gobernador el que se cortó solo, ejecutó un operativo independentista y orquestó, sottovoce, la postulación de Quintela, bajo la dupla “Qui-Ki”.

Fuentes de La Cámpora aportaron que Máximo Kirchner es un convencido de que Kicillof está “mal asesorado”. “Apurado”, según el diputado, por aquellos mismos dirigentes que en su momento lo aconsejaron, sin éxito, al ex presidente Fernández para que rompiera con ellos. Así lo dice en privado. Apunta a un grupo de intendentes, en especial el de Avellaneda, Jorge Ferraresi, uno de los más interesados en que el ex ministro se distancie definitivamente del kirchnerismo, y que rompa con la ex presidenta. En un encuentro reciente de la Federación Argentina de Municipios (FAM), Ferraresi planteó que el año que viene sí o sí va a propiciar una lista separada de ese sector. Con o sin el gobernador.

Ricardo Quintela y Axel Kicillof

El manejo de la lapicera fue, el año pasado, otro de los puntos más calientes de la discusión interna entre los bandos en pugna en La Plata. Al gobernador no le dieron participación. El control de las listas estuvo centralizado entre Cristina Kirchner y su hijo, el massismo e Insaurralde. El jefe del PJ provincial, de hecho, se encerró con el ex intendente de Lomas a puntear la nómina en la residencia oficial platense del ex funcionario. Kicillof no dijo nada, al menos públicamente.

Funcionarios cercanos insistieron ayer en que, más allá del quiebre, el gobernador nunca va a criticar en público a la ex presidenta: “Él no es (Florencio) Randazzo”. Pero sí adelantaron que probablemente empiece a deslizar reproches a la agrupación K que conduce el diputado santacruceño.

¿Puede La Cámpora retirar a sus dirigentes del gabinete de la Provincia? Es una posibilidad. En el comunicado de ayer, el gobernador resaltó sentirse “poco” acompañado por el PJ provincial, es decir por esa organización, en su pelea con el gobierno de Javier Milei. Dijo que era su “deseo” que los funcionarios camporistas de su administración siguieran en sus cargos.

El año pasado, en plena víspera de la campaña, circuló de manera repetitiva que Kicillof le había rechazado a Cristina Kirchner una oferta para ser él el candidato a presidente. El gobernador lo habló con ella cara a cara, después de una reunión más amplia con Máximo Kirchner y Sergio Massa, entre otros, en la que luego se quedaron a solas. Preocupado Kicillof por los mensajes que un par de amigos le hicieron llegar, para saber si era cierto que le había dicho que no a CFK. La ex presidenta le respondió que no se preocupara: “Deja de leer los diarios”.

Lo peor estaba por venir.