Cristina Fernández de Kirchner puso a la vista de todos -forzó, directamente- una interna que ni siquiera podría ocultar algún movimiento sobre la hora para evitar el muy poco frecuente ejercicio de una elección partidaria: la línea divisoria no pasa exclusivamente entre kirchneristas y PJ tradicional, sino que atraviesa las propias filas K y fisura su principal distrito, la provincia de Buenos Aires. Eso resulta claro, tanto como el otro dato central: para la ex presidente no se trata ahora de despreciar al “pejotismo”, sino de dar una batalla de fondo -táctica, dirían sus seguidores para matizar- por el manejo de la estructura justicialista.
El cronograma partidario indica que este sábado vence el plazo para anotar listas, trámite que cumplieron CFK y el único competidor, Ricardo Quintela. Esa formalidad y la asperaza de las declaraciones -también, de trascendidos- que se cruzaron en las últimas horas indicarían que no hay retorno en el camino a los comicios partidarios, previstos para el 17 de noviembre y cargados de potenciales disputas por la organización, desde padrones a controles. Siempre quedan resquicios y diagonales para salvar situaciones críticas si hay voluntad política. Pero aún en el caso de un acuerdo agónico, la realidad del peronismo/kirchnerismo ya quedó expuesta.
Las medias tintas fueron abandonadas totalmente en el umbral del vencimiento de plazo referido. Axel Kicillof, que había dejado la postal de un acto con discurso de unidad, quedó en el foco ácido del círculo más próximo a CFK y apenas unas horas después, de ella misma. Le reclamaron alineamiento y le reprocharon sin vueltas que su entorno esté trabajando para sostener la candidatura de Quintela a la presidencia del PJ. Detrás, por supuesto, hierve la batalla en el peronismo bonaerense. Es otro nervio fundamental de la batalla doméstica.
La disputa, como se verá, también está plasmada en el discurso de la ex presidente y del gobernador riojano. Y en los movimientos que van mezclando las expectativas electorales -incluso, la candidatura del 2027- y desde ahora, la discusión de fondo sobre la jefatura política. Eso último es determinante para los protagonistas centrales de la historia: CFK, que apunta a asegurarse el control político para definir listas y perfil, y Kicillof, que ya abiertamente busca desarrollar su proyecto presidencial, pero aún no resuelve discurso y nivel de ruptura con el núcleo cristinista. En paralelo, Quintela intenta aprovechar el cuadro y convocar al peronismo tradicional, sin entrar en detalles sobre el nivel de cuestionamiento a Javier Milei.
La ex presidente dejó trascender su enojo con el gobernador bonaerense y además hizo explícita su concepción de manejo del PJ, aunque en rigor represente un retroceso en su imaginario de liderazgo indiscutido del peronismo/kirchnerismo como espacio que trasciende el límite partidario.
El escenario elegido para ratificar y difundir su armado de lista partidaria fue el SMATA, veinticuatro horas después de los actos por el 17 de Octubre. Un gesto después de otro: no había acompañado la convocatoria de Kicillof en Berisso y se encargó de grabar un mensaje para el encuentro más reducido del peronismo porteño alineado con su jugada. En la sede del gremio de los mecánicos, que encabeza Ricardo Pignanelli, se mostró acompañada por su círculo más próximo, con Máximo Kirchner y Eduardo “Wado” de Pedro en primera línea, y exhibió su nómina para el Consejo Nacional, con mensajes claros.
En la lista, es secundada por José Mayans, Lucía Corpacci, y Germán Martínez. El senador formoseño y el diputado santafesino son piezas clave para el manejo de los bloques en el Congreso. La elección de la legisladora catamarqueña asoma como una señal en contra de Raúl Jalil, del mismo modo que la presencia de Juan Manzur resulta una señal a Osvaldo Jaldo. Los jefes provinciales de Catamarca y Tucumán están en la mira de CFK por su juego con Olivos.
Las definiciones más sonoras fueron expresadas, curiosamente, por medio de trascendidos. Se difundió que CFK cargó sin vueltas sobre Kicillof. Dijo que sus hombres más cercanos trabajan directamente para sostener el armado de Quintela. Y disparó: “Los Poncio Pilatos y los Judas en el peronismo no van más”.
Repetida, pero cada vez con más sentido de disciplina partidaria o alineamiento, es la consigna con que CFK insiste desde el documento que dirigió a Milei con críticas económicas, pero con principal destino doméstico: dice que hay que “enderezar” y “ordenar” al peronismo. No hay rastros de autocrítica y, sí, un intento de despegar del hundimiento de Alberto Fernández. Más directa con el correr de los días, fue precisando después su descalificación de los gobernadores y legisladores que asumen acuerdos con Milei, como ocurrió con la Ley Bases y de diferente modo, con los vetos.
Quintela y su equipo -en especial el experimentado Jorge Yoma- parecen haber puesto en marcha una diferenciación en el discurso. Para insistir con la decisión de competir en la interna, el gobernador difundió un comunicado en el que rechaza la intención de dividir con alusiones a traidores o leales y, como contrapartida, dice que su proyecto apunta a “abrazar y contener” a todos los espacios. Habrá que ver cuánto logra sumar, pero la convocatoria parece cercana a plantear un fin de dominio cerrado.
El otro armado gravitante tiene como protagonista a Kicillof, pero lo que se vio en el escenario de Berisso no podría ser calcado como posicionamiento en la disputa por el PJ nacional. El gobernador estuvo acompañado por la vice, Verónica Magario, y en la cuenta territorial, por intendentes de peso propio y algunos de perfil kirchnerista duro. Allí estuvieron Jorge Ferraresi, Mario Secco, Julio Alak. También, expresiones cegetistas duras y blandas, además de representantes de la CTA. No asistió La Cámpora, por supuesto, pero sí algunos que acompañaban acríticamente a CFK.
Sin dudas, fue una especie de prematuro lanzamiento público de Kicillof, precipitado en buena medida por el recalentamiento de las internas nacional y provincial. Son elementos directamente vinculados, aunque, se ha dicho, nadie puede asegurar que se repliquen los alineamientos en la disputa por la conducción del PJ. Está claro, en cambio, que la fisura recorre al kirchnerismo y divide posiciones en el territorio bonaerense. Datos mayores para CFK, que seguramente alimentarán las tensiones que vienen.