Una CGT negocia abiertamente con el Gobierno y extiende una tregua sin nuevos paros generales. Otra CGT redobla su ofensiva contra el Gobierno a través de la paralización del transporte el próximo 30 de octubre. Son las dos caras de un mismo sindicalismo, pero, curiosamente, hasta ahora parece haber logrado más la fracción dialoguista que la combativa. ¿Un espejismo o un signo de nuevos tiempos?
Por ahora, el que celebra es Javier Milei. Es cierto que arrió unas cuantas banderas que enarbolaba en la campaña en materia de cambios laborales y sindicales, pero logró que el sector mayoritario de la CGT mostrara su versión más pasteurizada en medio de los crujidos económicos y sociales.
La prueba de fuego para el pacto Gobierno-CGT de todas formas, se desarrollará en las próximas semanas. La Casa Rosada llamará la semana que viene o la siguiente a una mesa de diálogo tripartita, algo que la dirigencia cegetista le reclamaba sin éxito a Alberto Fernández. Aún no está claro si será una convocatoria destinada a ser sólo una foto o si efectivamente se podrán consensuar políticas.
Los funcionarios libertarios pretenden incluir en la agenda el debate sobre la modernización laboral, un tema tabú para el sindicalista promedio, atado al estricto slogan de no cambiar ni una coma de las leyes que rigen el mundo del trabajo aunque haya más trabajadores informales que formales.
Pero la CGT fue atraída al diálogo no sólo por el hecho de que en sus bases todavía hay ánimo mayoritario de darle tiempo a Milei, sino también por algo muy pragmático: la posibilidad de moderar el artículo anti-bloqueos de la Ley Bases y de frenar para siempre la Ley de Democracia Sindical, además de tratar de que se instrumenten medidas en favor de las obras sociales.
Esa es la expectativa que sostiene la decisión de los dialoguistas de la CGT de explorar el diálogo con el Gobierno y es la que rechaza, con esas anteojeras de plomo que lo caracterizan, Pablo Moyano, el cotitular de la CGT que lidera el ala dura, aunque su postura es más sencilla: sostiene un discurso ultracombativo para la tribuna antimileísta mientras su papá, Hugo Moyano, llega a acuerdos con el secretario de Trabajo, Julio Cordero, por las paritarias o con el jefe de Gobierno porteño, Jorge Macri, por el reclamo de indemnizaciones ante el vencimiento de los contratos de recolección de residuos.
De la misma forma, se jacta de no querer hablar con ningún funcionario nacional, pero, paradójicamente, será un beneficiario directo de las negociaciones de los dialoguistas de la CGT con el Gobierno para atenuar el artículo que penaliza los bloqueos, su modalidad de protesta favorita. Y, si ese punto se reglamenta de manera satisfactoria para la dirigencia cegetista, podrá seguir bloqueando empresas gracias a sus rivales internos y no a ninguna de sus pirotécnicas declaraciones.
Aun así, por más que la reglamentación del polémico artículo conforme a la CGT, no podrá ir contra lo que establece la Ley Bases: los bloqueos sindicales son una injuria laboral grave, por lo que pueden ser despedidos con causa quienes los lleven adelante. Ese es un cambio profundo que hará que los gremios deban modificar esa modalidad de protesta para no dejar expuestos a los trabajadores.
Ajeno a cualquier diálogo, Pablo Moyano agudizó el clásico enfrentamiento en la CGT: reagrupó a los sindicatos del transporte en una nueva estructura que puede controlar y que se encamina a concretar un paro de 24 horas de todo el sector para el 30 de octubre. No se hará el 17 de octubre, como se decidió inicialmente, porque el dirigente de Camioneros y algunos de sus colegas del ala dura tenían la cabeza puesta en preparar las valijas: viajaron a Marruecos para participar desde este domingo y hasta el viernes del congreso de la Federación Internacional de Trabajadores del Transporte (ITF).
Igual, es cierto que el paro se reprogramó, además, porque el Gobierno le prometió a la CGT que se crearía una comisión para analizar los reclamos salariales de los gremios del transporte. Por eso la Mesa Nacional del Transporte, que integran sindicatos como Camioneros, La Fraternidad, pilotos, aeronavegantes, marítimos y portuarios, se convirtió en una suerte de CGT paralela que también puede verse beneficiada si avanzan las negociaciones de los dialoguistas y el Gobierno. Por ahora, sin embargo, la intransigencia de ese polo sindical del transporte corre el riesgo de tornarse poco efectiva: los funcionarios y los moderados de la CGT se unieron para tratar de que la Unión Tranviarios Automotor (UTA), miembro original de la Mesa, se baje del paro del 30 de octubre.
Es que la UTA, liderada por Roberto Fernández, tiene una tradición antimoyanista y se unió a adversarios como Camioneros para presionar al Gobierno en medio de su trabada negociación salarial. Pero ya hay un indicio de que el gremio de los choferes de colectivos no se sumaría al paro de transporte dispuesto para fin de mes: este martes, sugestivamente, se ausentó del plenario de la Mesa que resolvió la nueva fecha de la huelga de 24 horas. En la UTA explican que el faltazo se debió a que están negociando dentro del período de conciliación obligatoria dispuesto por la Secretaría de Trabajo, y esa instancia obliga a las partes a no tomar ninguna medida que complique las tratativas.
La conciliación obligatoria en el conflicto de la UTA vencerá el 29 de octubre. Por eso no fue casual que la Mesa Nacional del Transporte fijara para el día después su paro de 24 horas. Si el sindicato de Roberto Fernández no alcanza un acuerdo salarial, la paralización del transporte será muy fuerte.
Pero todos saben, aun los más combativos, que la UTA cerrará antes su paritaria. Lo necesita, en principio, el propio Gobierno para restarle potencia al paro del 30 de octubre. El gremio de Roberto Fernández, de impronta dialoguista, obviamente necesita el aumento salarial para los trabajadores y, al mismo tiempo, buscará redefinir su inclusión en la Mesa Nacional del Transporte: siempre se llevó mal con el Sindicato de Camioneros y, para colmo, aún no pudo digerir que Pablo Moyano haya invitado al plenario del martes pasado a los metrodelegados, sus archienemigos sindicales, con quienes siguen compitiendo ferozmente para quedarse con la representación gremial del personal de los subtes.
Entre tantos tironeos, la crisis interna de la CGT puede llegar a un extremo si Pablo Moyano efectiviza su amenaza de renunciar a la central obrera. Su aliado Mario Manrique (SMATA), enrolado en el ultrakirchnerismo, no insinuó su renuncia sino que dijo directamente que se irá de la CGT. En ambos casos, con críticas hacia los que negocian con el Gobierno. Los dialoguistas están seguros de que la verdadera inspiradora de ese incipiente operativo de vaciamiento de la CGT es Cristina Kirchner, que no logra que la central obrera se discipline y se encolumne detrás de su estrategia política. El martes pasado, antes de que dejara entrever su renuncia a la CGT, Pablo Moyano se reunió con la ex vicepresidenta en el Instituto Patria. Todo tiene que ver con todo, diría la viuda de Néstor Kirchner.
Al dirigente de Camioneros ya lo dan como un posible candidato a diputado nacional del PJ en las elecciones legislativas de 2025, promovido por el kirchnerismo, pero el problema es que su nuevo acercamiento a CFK dejó a Pablo Moyano más enfrentado con su papá Hugo, que rechaza a Cristina Kirchner, a su hijo Máximo y a La Cámpora. Por eso resultó sugestivo que Facundo Moyano, con quien Hugo tiene más afinidad política, se haya reconciliado con el gobernador Axel Kicillof para concretar una reunión que se hizo el martes pasado y que tendrá fuertes ecos políticos dentro del PJ.
Mientras, la CGT puede disfrutar de otro triunfo a partir de su acercamiento al Gobierno: los diputados de la UCR y del PRO desistieron de intentar emitir dictamen de mayoría del proyecto de Democracia Sindical en la Comisión de Legislación del Trabajo de la Cámara de Diputados. El viraje de los diputados de La Libertad Avanza, que no firmarán el dictamen por pedido de Guillermo Francos, hizo que tambaleara el número que creía tener el radical Martín Tetaz, presidente de la comisión, para aprobar el dictamen. El otro gestor de ese revés para la ley que le pone límites y controles al gremialismo es el diputado peronista Sergio Palazzo, líder del gremio bancario, que fue convenciendo a algunos de sus colegas de otras fuerzas de no avalar el proyecto tan temido por la CGT.
Por eso, finalmente, el dictamen no será sometido a votación y Tetaz convocó este martes a una reunión informativa para debatir sobre el proyecto de Democracia Sindical, pero con la intención de que la posición de cada diputado quede en evidencia. Se sabe la postura de los legisladores de la UCR, del PRO y de la Coalición Cívica en favor de la iniciativa y de sus rivales de Unión por la Patria y la izquierda en contra, pero desde ambas trincheras aseguran tener el apoyo de Agustín Domingo, del bloque de Innovación Federal, y de Jorge Avila y Alejandra Torres, de la bancada de Encuentro Federal, que preside Miguel Angel Pichetto. ¿Irán los 5 diputados libertarios que cambiaron su voto? Las dudas se despejarían en la reunión de comisión, pero todo indica que el proyecto naufragará ante la falta de respaldos suficientes. Será otro éxito de la “casta sindical”, la nueva socia de Milei.