CFK, en su batalla menos deseada y de mayor riesgo político

La interna del PJ entra en zona de aceleración, porque en una semana vence el plazo para anotar listas. La ex presidente aspira a la conducción partidaria por necesidad y no porque la atraiga el cargo. Malestar por el juego de Quintela y problemas para alinear gobernadores

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Cristina Kirchner, en plena exposición política. Saludo a manifestantes en la marcha universitaria
Cristina Kirchner, en plena exposición política. Saludo a manifestantes en la marcha universitaria

El PJ entra en días decisivos para renovar su conducción nacional. El cronograma formal indica que en una semana vence el plazo para anotar candidatos y, si hay pelea, será el 17 de noviembre. Cristina Fernández de Kirchner impulsó un operativo “clamor” de escaso resultado para ir por la presidencia partidaria: no logró entusiasmar a los jefes provinciales y en los próximos días se verá si es posible un acuerdo que incluya en el juego al riojano Ricardo Quintela, anotado como competidor. En cualquier caso, para la ex presidente se configura así la realidad menos buscada. Tiene que disputar un cargo que nunca deseó -más bien, lo desprecia- y no logra alinear al peronismo.

La postal de estas horas no habla de una situación que el círculo de CFK pueda exponer como una jugada a la ofensiva. Los movimientos de la ex presidente son seguidos con atención por el peronismo, otros espacios de la variada oposición y, naturalmente, el oficialismo, que alimenta los cruces para reeditar la grieta. Y la consideración más difundida señala que la estrategia del kirchnerismo duro asoma cada vez más atada al territorio bonaerense. Allí, en simultáneo, se definen alineamientos para una batalla al interior del propio kirchnerismo. Las tensiones y también las negociaciones tienen relación directa con la provincia de Buenos Aires.

Por supuesto, nadie puede descuidar el espacio de los jefes provinciales del peronismo. En ese terreno estaría operando el formoseño Gildo Insfrán. Después de señales consideradas tibias hacia CFK -un dato en sí mismo-, utiliza el margen que le permite su relación con otros gobernadores y su lugar en la estructura del PJ para buscar una salida negociada. El término “unidad” asoma en todas las declaraciones y trascendidos, aunque tampoco eso despejaría las interpretaciones en torno de la estrategia del núcleo K.

En la superficie, la ex presidente aprovechó su último comunicado -apuntado contra el sostenimiento del veto presidencial a la ley de financiamiento universitario- para reafirmar su objetivo en la interna peronista. Fue especialmente dura y ácida con gobernadores y legisladores que de una manera u otra ayudaron al oficialismo. Con inesperado cartel nacional, unas horas después, Quintela afirmó que mantiene su candidatura, dio vueltas alrededor de la unidad y dejó un mensaje que seguramente produce malestar y fastidio en el Instituto Patria: dijo que no pudo atender a un operador cristinista pero que el lunes hará una llamada.

De todos modos, quizá lo más irritante fue vestido con consideraciones formalmente elogiosas. Destacó que CFK debería colocarse muy por encima de esta batalla porque “está para cosas muchísimo más amplias, más abarcadoras”. En otras palabras: señaló que la disputa la deja en un plano menor al que ocupó. Rozó así una cuestión más de fondo sobre el liderazgo del peronismo, algo que en rigor se agudizó con el deterioro y final de la gestión de Alberto Fernández.

La ex presidente difundió hace un mes un documento con supuesta mirada crítica sobre el peronismo y su última experiencia de gobierno, que de hecho no la incluye a ella misma a pesar del deterioro que produjo la gestión con fórmula de poder invertida en su condición de vice. Retomó después esa letra y habló de la necesidad de “enderezar lo que se torció” (el rumbo) y “ordenar lo que se desordenó” (el peronismo). Lo llamativo es que su propia traducción práctica coloca como primer escalón la presidencia del PJ y no se refiere de hecho al liderazgo del peronismo/kirchnerismo, por encima de una estructura partidaria que nunca la atrajo.

Ricardo Quintela busca mostrar juego propio. Esta semana se define si hay interna o lista única en el PJ
Ricardo Quintela busca mostrar juego propio. Esta semana se define si hay interna o lista única en el PJ

Eso mismo expone un paso atrás en el imaginario suyo y el de su círculo. En el mejor de los casos, se explica como una jugada táctica que, de todos modos, exhibe el estado de su construcción política actual. En la misma línea, circulan las especulaciones sobre su posible candidatura al frente de la lista de diputados nacionales en la provincia de Buenos Aires.

El movimiento a la vista conlleva un riesgo inmediato y otro en la proyección más amplia. El desafío cercano está dado por la incertidumbre electoral y, antes, por la resolución de la difícil disputa planteada en el interior del kirchnerismo. La evaluación más amplia remite a la intención de abroquelarse en territorio bonaerense, algo con eco duhaldista y que no asegura liderazgo nacional en el peronismo a pesar del peso electoral de la provincia.

La provincia, además, muestra la pulseada doméstica con estribación nacional. El kirchnerismo duro -básicamente, La Cámpora- sumó a la disputa con jefes territoriales tradicionales una competencia abierta con el gobernador. Y Axel Kicillof se mantiene en la pelea con respaldo de algunos intendentes y sectores K que tomaron distancia -y acumulan facturas- con la estructura que encabeza Máximo Kirchner.

En escala nacional, el desafío para la ex presidente se vincula directamente con los gobernadores y no tanto con los legisladores, que por el momento y aún con fisuras mantienen los bloques en pie. El primer punto es que la última sucesión de elecciones locales redujo el número de jefes provinciales peronistas que, además, no funcionan en conjunto. CFK parece no haber medido el efecto de su última declaración sobre ese terreno.

Ese mensaje apuntó sin nombrarlos contra el tucumano Osvaldo Jaldo y el catamarqueño Raúl Jalil por sus tratos con los operadores de Milei. Ocurre que son dos de los ocho mandatarios que podrían se contados como expresión del peronismo tradicional y el kirchnerismo en sentido amplio. Al salteño Gustavo Sáenz hace rato lo miran a la distancia. Con el pampeano Sergio Ziliotto mantienen puentes, pero no hay alineamiento automático. Quintela es parte del juego por la presidencia del PJ y Kicillof intenta armar su proyecto. Insfrán, se ha dicho, se mueve en la negociación. Y el fueguino Gustavo Melella se muestra con el sello K, aunque sin abandonar la lógica del distrito en la relación con el poder central.

En ese contexto, resultó significativa la carga de CFF por el tipo de relación de Olivos con los gobernadores, en base a necesidades de cada distrito, práctica agudizada después de la crisis del 2001 como parte y a la vez motor del proceso de fragmentación política y de desacople entre jefes provinciales y partidos nacionales. Ese proceso de transformación en espacios casi provinciales llegó a puntos máximos en la etapa kirchnerista.

Bajo el eufemismo de “manejo radial” del poder, Néstor Kirchner buscó mantener trato directo con los jefes territoriales -gobernadores e intendentes, sobre todo del GBA-, uno por uno y en base a un fuerte manejo de los fondos nacionales. Es parte de la historia reciente. De todos modos, no es esa la discusión que inquiete en estas horas a CFK. Su foco político se redujo a otras batallas.

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