El escritor, filósofo y una de las voces más influyentes de la denominada “Nueva Derecha”, Agustín Laje, presentó su último libro “Globalismo”, que actualiza la doctrina libertaria, y acusó a los “meta capitalistas” de imponer una agenda ultra progresista, en beneficio de sus intereses económicos y en perjuicio de los países menos desarrollados, como la Argentina.
En una entrevista con Infobae, el intelectual cercano Javier Milei también habló sobre la actualidad política del país, como así también los desafíos y riesgos que enfrenta la gestión de La Libertad Avanza y el impacto que tuvieron en la imagen presidencial los conflictos por las jubilaciones y los universitarios. La obra fue editada por HarperEnfoque, una división de HarperCollins Focus y llegará a las librerías el 15 de octubre.
“La mayor ventaja de Milei es la opinión pública a su favor y que al frente no tiene a prácticamente nadie. No hay nadie en este momento al frente y esto plantea el problema de lo que está dentro: disidencias con el PRO, fracturas con Villarruel, problemas internos; eso es muy peligroso”, afirmó el pensador que el mes pasado expuso ante la Organización de Estados Americano a propuesta del gobierno argentino en un panel sobre desinformación.
Entre ideólogo y agitador virtual de la “nueva derecha”, Agustín Laje viene realizando una intensa actividad de conferencista y polemista en redes sociales, como en eventos políticos convocados por sectores conservadores y libertarios. En su nuevo libro, el autor sorprende con una ácida crítica a los magnates más encumbrados del mundo -a excepción de Elon Musk- a quienes acusa de liderar una ofensiva internacional para imponer agendas funcionales a sus intereses.
“Hoy los empresarios meta capitalistas están financiando agendas anti libertarias y eso va a ser lo más difícil de explicar con el libro, porque evidentemente teníamos un chip en la cabeza: la izquierda era pro obrero y pro pueblo; la derecha era pro empresario y pro multinacionales. Eso es lo que tiene que empezar a cambiar desde ahora y el desafío del libro”, explicó .
La entrevista a Agustín Laje
— ¿Cómo está viendo la actualidad argentina? ¿Qué analiza del tiempo presente?
- Ahora todo el mundo está hablando sobre la caída de la imagen de Javier Milei. Algunas encuestas dicen que bajó y que está entre 40 a 45 puntos. Si a mí me hubieran dicho en diciembre que llegábamos a octubre, después de tamaño ajuste, con 40 a 45 puntos de aceptación pública, lo firmaba con las dos manos.
Todos los caudillos del socialismo del siglo XXI de la última oleada se cayeron en los primeros 100 días de gobierno. Gustavo Petro, en Colombia, cayó diez puntos en los primeros 100 días. Gabriel Boric, en Chile, está por el piso. Pedro Castillo directamente perdió el poder en Perú. El único que es una excepción es el mexicano (Andrés Manuel López Obrador), que encima ahora es la mexicana (Claudia Scheinbaum).
Si vemos la película, es cierto que cayó unos puntos, sobre todo por jubilados y hay que ver ahora cómo pega lo de las universidades. Pero 40 o 45 puntos de aprobación pública para el ajuste que hubo y de cara a una recuperación posible para el año que viene de 5 o 6 puntos, con una pobreza cayendo fuerte en este segundo semestre y en el primer semestre del año que viene, más la inflación cayendo más... las noticias económicas positivas están por venir y las estamos esperando.
— ¿Qué piensa de Victoria Villarruel?
- Entiendo que esa fractura con el Presidente es difícil de arreglar. Es una fractura más profunda de lo que yo pensaba. Su ausencia en Parque Lezama fue muy significativa. Se explicó que no fue porque sigue perteneciendo al Partido Demócrata, pero no es un argumento atendible. Lamentablemente no necesitamos tener en el gobierno ahora fracturas internas y esa fractura está muy fuerte.
Ella dentro del Gobierno tampoco tiene demasiado apoyo, por eso lo que va a ir pasando es que, al quedar bastante aislada, siempre existe la posibilidad de que termine buscando apoyo fuera del gobierno. Es lo que se está viendo ahora: no tiene apoyo para poder plantear una disidencia interna con una relación de poder simétrica. Cuando pasa eso, naturalmente, se tiende a mirar qué hay afuera.
– ¿Cree que puede ir en contra de Milei?
- ¿Una gran Cobos...?
– Por ejemplo.
- Esa sería la última ruptura. Si hay algún momento en que ella puede definir -como lo hizo recientemente y fue un momento muy grato para todos los que estaban en el Gobierno- y hace la gran Cobos, su destino será el de Cobos. ¿Qué hizo Cobos después? Pasó a la historia a partir de ese momento, cuando votó en contra de su gobierno, y no hizo nada más.
– ¿Si le digo Mauricio Macri y Cristina Kirchner?
-Dos muertos políticos. Ninguno puede... los dos tienen el gran problema de que su piso es su techo. Esa gente no puede crecer más allá de donde está parada.
– El presidente necesita mucho de Mauricio Macri. Sobre todo en el Congreso.
- Necesita de Macri, sí. Y a mí lo que me preocupa es que haya conflictos con el PRO. Ahora no es tiempo para conflictos. Si quieren, cuando la economía esté volando, planteamos las disidencias. Pero en este momento no puede haber ruptura. Se necesita mostrar estabilidad política a los inversores.
– Cristina Kirchner quiere recuperar el PJ.
- No creo que lo pueda hacer. Hay figuras que pasan, que marcan momentos en un tiempo bien determinado…
– A ella la dieron por “muerta política” muchas veces.
- Sí, pero la última vez tuvo que venir de la mano de Alberto Fernández. Ya era un signo de decadencia política volver de la mano de Alberto Fernández. Y después del papelón de haberlo puesto, es un costo político que si bien ellos lo tratan de disimular, la gente lo sabe muy bien. Ella era la vicepresidente y fue la que lo puso a Alberto. Cristina y Macri tienen poder político, pero no creo que tengan futuro político. Y hoy al PJ tampoco sé quién lo lidera.
La mayor ventaja de Milei es su opinión pública y que al frente no tiene a prácticamente nadie. Están Juan Grabois y Guillermo Moreno al frente, que ni siquiera superaron las PASO. ¿Ellos encabezan la oposición? Está Martín Lousteau, que es minoritario también. No hay nadie en este momento al frente. Esto plantea el problema de lo que está dentro: disidencias con el PRO, fracturas con Villarruel, problemas internos. Eso es muy peligroso.
La agenda internacional
– Expuso como orador ante la OEA a instancias de la Argentina. Habló sobre redes sociales y desinformación y fue muy crítico sobre los controles que algunos gobiernos quieren imponer a esas plataformas. ¿Cómo fue esa experiencia?
- Estoy muy contento. Fue el discurso más visto en las redes de la OEA y el feedback con el Gobierno fue bueno. Expresé que la desinformación es un problema, pero mayor problema es darle el monopolio de la verdad a una autoridad política. La política jamás ha sido amiga de la verdad, por eso tenemos que acostumbrarnos a vivir con esto: la gente miente, no somos ángeles, y tenemos en nuestras manos una herramienta con la cual le podemos hablar al mundo desde el baño.
La desinformación era más peligrosa cuando no había Internet, porque los poderosos -tanto del sector económico como político- les bastaba simplemente con cooptar un grupo muy chico de la sociedad, que eran los periodistas, y podían mentir y podíamos enterarnos de sus mentiras, si teníamos suerte, al pasar los años. Ahora mentir en Internet es muy difícil. Hay una exageración con el problema de la desinformación, porque se puede desmentir a la persona que no dijo la verdad casi en tiempo real. Si podemos hablar de desinformación como un problema tan fundamental, es porque sabemos que se está mintiendo. Antes no hablábamos de desinformación porque nadie desmentía.
– El discurso de Javier Milei en la ONU generó mucha controversia. Algunos interpretaron que se puso del lado de los “malos”, como Rusia, China. Le pido una reflexión sobre este punto.
- Lo más interesante es que la gente de derecha suponía que porque Javier era libertario, a algunos temas no se le animaba. La idea de que el gran peligro es el Estado nación y que todos estos organismos internacionales y los meta capitalistas son benefactores pululaba dentro del libertarismo. Ahora el Presidente generó un corte y la gente de derecha que hasta hace poco incluso lo criticaba pensando que era una marioneta de este tipo de poderes, ahora se tiene que comer sus palabras.
Uno de los objetivos de Milei es ser un referente internacional, estar en boca de todos, no solo en Argentina, sino ser advertido fuera de Argentina. Y esta oportunidad le permitió a Javier tener el discurso más escuchado de la ONU.
El libro y los libertarios
– Hablemos de Globalismo. ¿Por qué abordó este tema y por qué es tan importante como para escribir un libro de 600 páginas?
- Primero yo diferencio globalismo de globalización. Una cosa es unificar al mundo en términos comerciales, intensificar las relaciones económicas entre países, empresas, multinacionales. Eso está muy bien porque genera riqueza y eso lo sabe la economía desde hace siglos, desde David Ricardo. Otra cosa muy distinta es tratar de unificar agendas políticas para tomar decisiones a través de organizaciones supranacionales. A eso lo llamo globalismo y uso una palabra relativamente nueva en el léxico político.
Tuve el interés de escribir sobre esto porque tengo la sensación de que siempre la derecha está reaccionando a destiempo, siempre estamos llegando tarde a los temas. La izquierda empezó a hablar sobre género en la década del 90 y yo escribí un libro sobre el tema recién en 2016. La izquierda habló de indigenismo y la derecha se tomó dos décadas para responder. La izquierda habló de medio ambiente y la derecha todavía está viendo cómo responde. Frente a una nueva palabra que irrumpió en el lenguaje político hace más o menos cinco años, tomé la decisión de agarrarla mientras todavía es un embrión y hacer lo posible por abortarla, para seguir con la metáfora.
Lo que viene de afuera, las relaciones económicas, las relaciones culturales, el intercambio internacional está muy bien, pero lo que está en juego es la idea de que el mundo, dado que cada vez más parece ser una aldea global -como la llamaba McLuhan- necesita gobernanza global. Gobernanza global es un término de Naciones Unidas y del Foro Económico Mundial de Davos, de la Organización de los Estados Americanos que están diciendo “necesitamos una delegación de funciones que eran antes nacionales y que ahora queremos que pasen a ser internacionales”. Eso a mí me parece que es un gran riesgo para la libertad.
– ¿En qué cosas específicamente el Estado no tendría que transferir jurisdicción?
- Por ejemplo en el derecho internacional, que está expandiéndose cada vez más y está reconfigurándose a través de interpretaciones antojadizas de los tratados de derechos humanos que los Estados firmaron, pero que su letra adquiere nuevos significados sin que nosotros siquiera nos demos cuenta.
La Organización de Estados Americanos (OEA) tiene algo llamado Sistema Interamericano de Derechos Humanos. Su tratado fundamental es la Convención Americana de los Derechos Humanos y tiene dos organismos muy importantes que son la CIDH (Comisión Interamericana de los Derechos Humanos) y la Corte Interamericana de Derechos Humanos. La CIDH instaló una doctrina que dice que el derecho es progresivo, es evolutivo y por lo tanto no importa lo que diga la letra de la Convención Interamericana de los Derechos Humanos, ni los tratados específicos de derechos humanos, sino que importa lo que siete comisionados de la CIDH interpreten sobre los tiempos que vivimos en virtud de lo que está escrito en esas convenciones. Esto es una locura.
Sacan de la galera algo llamado “derecho humano a la identidad de género”, cuando en los tratados del Sistema Interamericano de Derechos Humanos no hay un solo derecho llamado “género”. O sacan de la galera algo llamado “derecho humano al matrimonio homo” o “matrimonio igualitario”, cuando la misma Convención es sumamente clara cuando define el matrimonio como entre hombre y mujer. O definen algo llamado “derecho humano al aborto”, cuando los tratados que son parte del sistema interamericano -como el Pacto de San José de Costa Rica- reconocen la vida humana desde el momento de la concepción.
¿Cómo se puede ir tan ferozmente contra la letra de un tratado de derechos humanos? Lo hacen diciendo que esa es la evolución de los tiempos. Ahí se pierde el control sobre el derecho, porque si alguien ahora se opone se plantea que se están violentando derechos humanos.
– ¿Cómo se puede equilibrar el rechazo a una intromisión sobre los asuntos internos de un país con la denuncia de violaciones a los derechos humanos en un país determinado? En Argentina, en los años 70, el rol de la CIDH fue clave para la condena internacional a la última dictadura militar.
- Argentina, como prácticamente todos los países del Continente, habían ratificado una convención que dejó muy claro que otorgaba poderes a estos organismos. Esos poderes permitían visitas a países donde se sospechara que se pudieran estar violentando los derechos humanos. Está muy bien que lo hagan cuando están en juego verdaderos derechos humanos, que los pueblos han reconocido como tales a través del derecho internacional.
Es razonable que estos organismos desempeñen ese tipo de labor. Lo que no es razonable es que la letra de las convenciones después se modifiquen por interpretaciones que no tienen nada que ver con ellas, en virtud de algo que ellos mismos definen como la evolución de los tiempos. Si los tiempos evolucionan, hay que reformar lo que está escrito, pero no se puede imponer una interpretación antojadiza a los pueblos. Esa es mi denuncia.
No es tanto que tengamos organismos de derechos humanos, porque eso ha sido necesario después de la Segunda Guerra Mundial, cuando dijimos “miren, si no nos cubrimos de los gobiernos despóticos a través de instituciones supra estatales, vamos a continuar dando tropiezos con la misma piedra”.
– ¿Pero entonces cuál es el problema?
- El problema es cuando estos organismos empiezan a tener un poder que se sale de sus límites. Esa es mi denuncia: un poder que se sale de sus límites, que estos organismos fueron llamados a cumplir una serie de misiones que eran muy loables y muy necesarias, pero que ahora parece ser que sus agendas cambiaron y se abren al mejor postor. Porque la CIDH y la Corte IDH alrededor del 50% de su presupuesto de los últimos diez años no provino desde OEA, sino de otros países que ni siquiera son americanos: España, Holanda, Suecia, Suiza e Inglaterra, o de empresas como Facebook, Meta, Google y fundaciones, como la Fundación Ford, Fundación Arcus.
Los informes de la CIDH que determinan “estándares de derechos humanos” -con arreglo a los cuales la Corte Interamericana de Derechos Humanos después resuelve sus asuntos- tienen sponsors como la Open Society Foundations, de George Soros. ¿Están a la venta? La Corte IDH, que ya es un organismo contencioso, recibió de la Agencia Española de Cooperación Internacional una cantidad muy importante de dólares en el año 2017. España indicó para qué estaba poniendo la plata y, entre otras cosas, era para resolver cuanto antes opiniones consultivas vinculadas a identidad de género. A fines del 2017 hay una opinión consultiva para Costa Rica, que aplica además para todo el sistema sobre identidad de género de la Corte IDH.
– En la narrativa libertaria hay una recurrencia sobre la identidad de género, el aborto, matrimonio igualitario, matrimonio gay. ¿Por qué tanta insistencia en esto?
- Por qué es la rama de lo que hoy se llama “wokismo” que está más avanzada. El elemento más exitoso de lo que podemos llamar “Nueva Izquierda” son las temáticas sexuales. Avanzó mucho más rápido que el indigenismo, más rápido que el ambientalismo radical, los movimientos que hoy se llaman “antirracistas”, que en realidad lo que promueven es racismo invertido. ¿Por qué el tema sexual es tan predominante? Porque es predominante del otro lado, es el más avanzado de todos.
– ¿Su objetivo es plantear un dique de contención, una batalla contra estas ideas?
- Sí, porque ese tema vino a politizar las relaciones más íntimas de las personas. Y allí donde se politizan relaciones, aparece la estructura estatal a querer regularlas. No es para nada azaroso que al mismo ritmo con que los discursos feministas, los discursos del género, los discursos LGBT hayan avanzado. Los Estados en general fueron no sólo adoptando legislación, y este es el punto, sino que el Poder Ejecutivo se empezó a encargar de una serie de asuntos que le competen al individuo en su intimidad y en sus relaciones libres de injerencias políticas. Hoy existen Estados que son capaces de brindar tratamientos hormonales, cirugías plásticas...
– En Argentina se siguen brindando hoy tratamientos hormonales a cargo del Estado.
- Es que fuimos pioneros. La Ley de Identidad de Género así lo habilitó y la CIDH, en sus informes de derechos humanos, constantemente puso a la Argentina como modelo a seguir, porque no sólo el Estado ofrecía de manera gratuita -entre comillas- las hormonas y el pack de necesidades quirúrgicas que implicaba la nueva identidad de género, sino que además no estableció el filtro de ninguna consulta psiquiátrica. Simplemente con una afirmación, con la voluntad expresada libremente, ya era suficiente. La CIDH quería universalizar la Ley de Identidad de Género argentina.
– Planteó que el libro puede servir como para la batalla cultural. ¿Por qué un libertario tendría que leer el libro? ¿Qué puede encontrar el lector?
- Tendrían que leerlo porque en el sector libertario estuvieron tan preocupados por el crecimiento del Estado nacional que no se dieron cuenta que por encima del Estado nacional apareció otra entidad política cuyos tentáculos son mucho más extensos y cuya voluntad de poder es mucho más totalizante. El libertario se quedó con una teoría política del siglo XX, que responde a su vez a una teoría política del siglo XIX y que responde a su vez a temas del siglo XVIII. Al fin de cuentas es deudor del modelo de John Locke, del siglo XVII. En esa época no había ninguna amenaza política por encima del llamado Leviatán. De hecho, el liberalismo clásico es una respuesta a Hobbes y su estado absoluto.
En el siglo XXI la figura del Estado está debilitada y cualquier politólogo lo sabe. El Estado está debilitado en cuanto a agente soberano, sus fronteras son porosas, no puede hacerse cargo de las tecnologías del siglo XXI, la globalización económica le pasó por encima y los procesos migratorios desquician naciones que tienen éxito económico. El Estado Nación parece ser una criatura que estaría muriendo y el libertarismo se sigue peleando con esa criatura, que ciertamente es peligrosa, pero por encima de ella aparece un embrión de poder que hay que mirarlo antes de que sea tarde.
Esta gente se reúne en el Foro de Davos a fijar agendas que después son las que se terminan aplicando, las que se reúnen en la ONU y después generan la Agenda 2030 y después lo cambian por Pacto del Futuro o Agenda 2045. Esas usinas de poder tienen además un agravante: no están sometidas a las lógicas de control del poder que el liberalismo inventó a lo largo de los últimos cuatro siglos.
– ¿Por qué tiene tanta peligrosidad este fenómeno?
- Porque no se sabe nada. ¿Cómo se aplica a un organismo global la representatividad, que es un límite al poder? No se puede aplicar ese criterio porque no hay ningún pueblo al que representar, así de simple. ¿Cómo se aplica a organismos internacionales la división de poderes, el republicanismo? Tampoco hay manera de hacerlo. Cuando azota un problema global, como por ejemplo una pandemia, ahí se muestra dónde está el poder. Es muy schmittiano.
Carl Schmitt, un gran jurista alemán del siglo pasado, definió la soberanía como “la decisión en un momento de excepción”. ¿Cómo sé dónde está la soberanía? ¿Cómo sé yo quién tiene el poder? Hay que buscar una excepción, porque en la normalidad las instituciones funcionan, pero no significa que ahí esté el soberano. En la excepción uno puede darse cuenta quién es el que está decidiendo. ¿Quién decidió en la pandemia? ¿Alberto Fernández? Alguien por encima de Alberto Fernández fijó cuáles eran las normas de la pandemia o fijó qué era lo que había que hacer y qué era lo que no había que hacer. Si se oponían a ese organismo había un problema internacional muy grave, como hay ciertos países que lo tuvieron, como por ejemplo Taiwán. Está la OMS, Estados Unidos o grandes fundaciones. El sistema de Naciones Unidas también está financiado en gran medida por empresas, por ONGs que responden a empresas. Es raro que un libertario hable de estas cosas. La política está cambiando, el esquema de poder está cambiando.
– En el libro hay críticas a fundaciones internacionales, grandes corporaciones, organismos internacionales. Son ideas contraintuitivas frente al ideario libertario.
- Es verdad, es difícil porque el sector libertario, que es el que me lee y me sigue, tiene la imagen del empresario randiano, como un héroe nacional. Eso es una ficción de Ayn Rand que no existe. Hoy los empresarios “meta capitalistas” están financiando agendas antilibertarias y eso va a ser lo más difícil de explicar con el libro, porque evidentemente teníamos un chip en la cabeza: la izquierda era pro obrero y pro pueblo; la derecha era pro empresario y pro multinacionales. Eso es lo que tiene que empezar a cambiar desde ahora y el desafío del libro va a ser ese.
– ¿El libertario tiene que ir en contra del “meta capitalista”?
- Sí, porque el “meta capitalista” está por fuera de las reglas del mercado. La palabra “meta” significa más allá. Están más allá del capitalismo. El “meta capitalista” es el que empieza a comprar estructuras de poder para generar efectos políticos que sean convenientes para sus empresas. ¿A quiénes les afectan más las regulaciones ambientales? ¿A los países grandes o a los chicos? A los chicos. Lo mismo puede ser el cupo de género, los criterios ESG (medio ambiente, sociedad y gobernanza) en el mundo de las finanzas o las agendas DEI (diversidad, equidad e inclusión).
– Suenan a teorías conspirativas.
- Quien empezó a hablar contra esto fue Elon Musk. No es que yo descubrí la pólvora o es una invención mía. Parece una teoría de la conspiración y lo sé. Me puse a escribir este libro diciendo “vamos a ver qué hay acá, porque veo tanto conspiranoico hablando sobre la Agenda 2030, la ONU, los organismos internacionales, las ONG, George Soros, y vamos a sacar un poco de humo y ver con qué nos quedamos”. Iba a salir un libro de 250 páginas, pero salió un libro de 600, porque lo que encontré fue demasiado. Me puse como regla no atender a ningún otro tipo de documento que no fuese oficial de los organismos que yo estoy estudiando.
Hay una agenda política que está por encima de la agenda económica y eso es lo que llamamos “metacapitalismo”: más allá de las leyes del mercado. ONG creadas por ellos y organismos internacionales que deciden por todos generan agendas que no las votamos, no las debatimos y representan un peligro para la democracia y para la libertad de las naciones.
– ¿Por qué a un libertario argentino le debería interesar todas estas cuestiones?
- Porque van a entender mejor por qué una ONG se mete en un país y dice “acá se están violando derechos humanos”, pero de Cuba no dice nada, no dice nada de lo que está pasando en Venezuela o lo ponen incluso al mismo nivel que el gas pimienta en Argentina. Ahí aparece el Vaticano, que por ejemplo en la última Jornada Mundial por la Juventud, en su página oficial tenía como fundamento ideológico la Agenda 2030, que no habla de Dios, es abortista, no habla de la familia y solo menciona a la madre para mencionar “la madre tierra”. ¿No debía ser la Biblia, la tradición católica, una encíclica?
– ¿Por qué tanta resistencia de los libertarios a la Agenda 2030, además de estos aspectos que mencionó?
- Primero, porque no tuvo resultados. Propuso hambre cero y hoy hay más hambre en el mundo que en 2015, hay más guerras en el mundo que en 2015; lo mismo con la contaminación; la protección de las mujeres, y así con todo. Están vendiendo un modelo fracasado, que no sirve. Y segundo, ¿desde cuándo uno necesita un organismo internacional que diga a una nación que es bueno tener hambre cero, políticas que no contaminen, tener un buen sistema de salud, un buen sistema de educación?
No hace falta, la democracia misma lo resuelve. La gente va a votar porque naturalmente quiere mejores empleos, un aire más limpio, un sistema de educación y de salud mejores. Quieren desplazar el poder hacia organismos que no son argentinos, esa es la realidad.