En la ciudad chaqueña de Resistencia, el sacerdote Pablo Ferreiro es testigo de la alarmante evolución de la pobreza en la región que, según los datos oficiales de INDEC, alcanzó el 76,2%, el más alto del país. Al frente de la parroquia jesuítica de San Javier desde 2016, el cura subrayó el impacto del deterioro acelerado del nivel de vida.
“En estos 8 años hemos visto la degradación y un aumento de la pobreza”, señaló el padre, que remarcó que “el rostro más lacerante de la pobreza y penoso es el de los niños y niñas que recibimos en nuestros hogares”.
El INDEC reveló que la pobreza registró el 52,9 % en el primer semestre del año, impactando a 24,9 millones de personas en Argentina. En zonas urbanas del norte grande chaqueño, como Fontana, Villela, Barranqueras y el Gran Resistencia, los índices se profundizaron en un techo más alto, al punto de que 3 de cada 4 personas no pueden cubrir las necesidades básicas.
El sacerdote destacó la labor que realizan en la parroquia para asistir a las personas en situación de calle. Tres veces por semana, proporcionan un sánguche a los más necesitados. “Vemos los rostros de la pobreza de siempre, y la pobreza nueva. La mayoría son jóvenes con diversas problemáticas y adicciones. En estos 8 años hemos visto la degradación”, retrató, en diálogo con radio Continental. “Notamos que hubo un incremento porque se triplicó la cantidad de pan que compramos para gente en situación de calle”, agregó.
Sin embargo, el panorama es más grave entre los niños, niñas y adolescentes (NNyA) que sufren el abandono de las familias más carenciadas. Algunas residen en el Hogar Santa Teresita, que depende de la parroquia. “El rostro más lacerante de la pobreza y penoso es el de los niños y niñas que recibimos en nuestros hogares. En los últimos cuatro meses, recibimos seis nenas entre 4 y 11 años por diversas problemáticas”, precisó.
Son casos de niños que son destinados a instituciones religiosas y comunitarias especializadas, como guarda temporal por orden judicial o desde la Línea 102. “Sufrieron en carne propia e historia la pobreza material y moral. Nenas que llegan por abandono, golpiza, por abusos. Es muy doloroso encontrarnos con esas situaciones”, agregó.
Ferreiro dijo que “las nenas que llegan vienen con lo puesto”, con “su calza, remerita y sin bolsita de ropa”. “Una nena que entró en julio fue tres veces a la escuela en junio. Ella llevaba a los hermanitos más chicos. Es una pobreza de falta de amor. Cuando se escucha esto de parte de las propias nenas, se le parte el corazón.
“Cuando uno ve los números de la pobreza es una cosa, pero cuando uno ve los rostros de la indigencia y de la pobreza, se te parte el corazón”, lamentó.
Frente a esas situaciones, el sacerdote admitió la dureza de la realidad. “Uno tiene que estar fuerte y darle seguridad (a las niñas) de que van a estar bien en el Hogar. Más allá de que después entren en adopción, mientras estén en el hogar, les damos todo lo que no tuvieron con sus padres”, añadió.
En todo el país, la pobreza tiene una incidencia más alta entre los niños que entre los adultos. Según las cifras oficiales del INDEC, el 66,1% de los menores de 14 años viven en hogares con ingresos inferiores a una Canasta Básica Total (CBT), lo que significa que no perciben lo suficiente para cubrir sus necesidades básicas. El 27% son indigentes. El cálculo del instituto apunta que el cuidado de un niño menor de un año demanda un desembolso promedio de $367.027, sumando el costo de los bienes y servicios ($106.460) y el costo del cuidado ($260.568). En ese marco, Ferreira destacó la importancia de la labor de hogares como el de Santa Rita. “Tenemos mucha fe de que se pueden recuperar”, agregó.