“Se hace la estadista, pero no le alcanza. Lo único que aún está en pie es el movimiento obrero. Ella es solo parte de una tribu”. Sentencia firmada por un peso pesado de la CGT.
“Todos tenemos derecho a opinar. Y más cuando gobernaste la Argentina y ves que el país se va a chocar”. Sentencia firmada por un diputado nacional.
“Habla en tercera persona. ¿Ella no es el peronismo? ¿Y su hijo qué es? El presidente del PJ Bonaerense. Siempre le habla a su núcleo duro”. Sentencia firmada por un intendente del conurbano.
“Su discurso ordena en el medio del caos del peronismo. No hay nadie que tenga el peso de su voz. Abre el juego. Pretender que se queda callada y no tenga un rol, es un absurdo”. Sentencia firmada por un intendente del interior de la provincia de Buenos Aires.
“Vive en un tupper. No se hace cargo de nada. El principal problema es ella. Fue protagonista de los últimos 20 años. No vivió en Saturno”. Sentencia firmada por funcionario bonaerense.
“La cuestionan cuando habla y también cuando no habla. Hay un sector del peronismo que está enojado con Cristina. Hizo una propuesta de gobierno para la oposición”. Sentencia firmada por un funcionario kirchnerista.
Las frases se multiplican por todos los rincones de Unión por la Patria. Hay favor y hay en contra. Hay críticas y halagos. Hay enojo. Hay admiración. Para bien o para mal - de acuerdo a la mirada que cada uno tenga en el peronismo - Cristina Kirchner reapareció en escena con una carta de ocho páginas que provocaron la reacción de Javier Milei.
Disparó munición gruesa contra el gobierno nacional respecto a la crisis económica y la falta de dólares; cuestionó, sin nombrarlos, a Alberto Fernández y Martín Guzmán por la foto de Olivos y el acuerdo con el FMI, respectivamente; y puso sobre la mesa de discusión política temas sensibles para el peronismo como la reforma laboral y educativa, y la presencia del Estado en la gestión.
La reaparición de la ex presidenta, primero en forma de carta y después a través de un duelo con Milei en las redes sociales, le abrió un frente de críticas internas que desnuda y expone las diferencias que existen dentro del peronismo respecto a su conducción política. Hay un agotamiento sobre sus formas y sus intervenciones. Pero, al mismo tiempo, hay también un sector que se siente interpelado por la dimensión de su voz y la audacia de sus críticas.
Lo que hizo más ruido en el peronismo fue la forma en la que se expresó la ex vicepresidenta en la carta. Habló del peronismo en tercera persona, lo que disparó un sinfín de cuestionamientos, achácandole su decisión de correrse de la historia. “¿Cómo alguien va a pensar que no se siente parte del peronismo? Si ella es la principal dirigente del peronismo”, fue la defensa que salió del Instituto Patria. “Fue dos veces presidenta y una vez vicepresidenta. No hay dudas de que fue parte”, agregaron.
CFK es la dirigente más importante de la oposición. Y dentro de ese esquema, es la más influyente del peronismo. No existe nadie en la fuerza política que tenga el poder que tiene la ex presidenta. Hay segundas y terceras líneas con actualidad y proyección. No hay pares. Pero también es real que su autocrítica no es clara ni consistente. No sacude el avispero de un espacio que tiene la vocación de refundarse pero no sabe bien cómo hacerlo. “Hacer autocrítica, no es autoflagelarse”, dicen en su entorno.
¿Qué rol debe jugar CFK? La pregunta es una constante en las entrañas peronistas. Los análisis son variopintos y lógicos. Todo depende del lugar desde dónde se lo mire y los intereses en juego. Enaltecerla o correrla, pedirle una nueva candidatura o reclamarle que dé un paso al costado. Cristina Kirchner está siempre en el medio del análisis. Los que quieran una etapa superadora de su conducción tendrán que discutir poder con ella. Nadie se va a la casa por si solo.
Hay dirigentes que entienden que debería oficiar de consultora del espacio político por su recorrido histórico en la gestión de gobierno. Una ex presidenta con teléfono abierto y una marcada distancia de la rosca política diaria. Eso implica no inmiscuirse en la toma de decisiones del peronismo en su conjunto, más allá de lo que pase en las mesas K. Una idea que se parece mucho a una utopía.
Otras voces sostienen que su experiencia y la capacidad de expansión de su mensaje debe servir para discusiones políticas como las de ayer. Donde pone la cara para desgastar la gestión libertaria y el relato del Presidente. Lo más extraño de la novela peronista es que son muy pocos los que han cuestionado su conducción en público. Ninguno lo hizo mano a mano en el escritorio del Patria. Les cuesta enfrentarla. Darle batalla bajo las reglas de juego de la política tradicional.
“A Cristina se la maltrata en los años pares y se la ama en los años impares. Todos los que critican por lo bajo después le piden una foto para la campaña”, aseguraron en el kirchnerismo duro, en referencia al acercamiento de algunos dirigentes cuando la necesitan como figura de renombre para pelear una elección. Situación que se da exclusivamente en la provincia de Buenos Aires.
Hace ya varios meses que en el peronismo se instaló la idea de que Axel Kicillof debe ser el sucesor natural de la ex presidenta. Por identificación partidaria, carisma, capacidad de juntar votos y rol preponderante en el armado político. Entonces, son muchos los que creen que Cristina Kirchner debería moderar sus apariciones para darle lugar al gobernador bonaerense.
¿Qué significa encumbrar a Kicillof? Nadie le perdonaría a la ex mandataria que vuelva a elegir con el dedo al próximo candidato. A la factura por la forma en la que terminó Alberto Fernández su mandato, se le sumó la candidatura de Daniel Scioli en el 2015. Los reproches tienen una carga histórica. Como si se buscara que acepte, ahora y de cara a la sociedad, lo que parece haber sido un error de cálculo.
Por el contrario, advierten que podría darle un lugar más destacado en su agenda, mostrarlo como el dirigente a seguir, influenciar para convertirlo en el líder del bloque de gobernadores peronistas y colaborar en su pelea pública con Milei. Existen múltiples artilugios de comunicación política para abrirle camino hacia un liderazgo. Pero, entienden en varios sectores del peronismo, CFK no está dispuesta a hacerlo.
En el cristinismo son tajantes respecto a la posibilidad de que ese movimiento se concrete. “Es un error pensar que Cristina tiene que ayudar a construir un liderazgo. Los liderazgos no se discuten, se logran”, advirtieron. Es una respuesta contundente para los dirigentes que empujan la candidatura presidencial de Kicillof y le piden a la ex presidenta gestos claros de respaldo.
Un dirigente sindical de perfil crítico aporta una definición que retrata la interpretación de una parte de la historia: “Cristina transformó al peronismo en un partido de resistencia, incluso cuando gobierna. Son especialistas en señalar lo que está mal, pero no en proponer la alternativa para salir”.
Una voz kirchnerista de largo recorrido aportó otra parte de la lectura de esa misma historia: “Hay que definirle un rol. El mejor que tiene ella es el que mostró ayer. Ordenar la agenda y aparecer de manera estratégica, con planteos de fondo. Si ningún dirigente pudo posicionarse hasta ahora, no es por ella, sino porque no tiene la capacidad necesaria para representar la etapa que viene”.
El peronismo, en todas sus vertientes, discute a Cristina Kirchner. Su rol, sus palabras, sus acciones, su conducción, su influencia, sus silencios, sus discursos. Todos aceptan que la discusión es con ella parada en el centro de la escena. Hablando, jugando, mostrando que perdura en el tiempo. No construyó una sucesión. Es su responsabilidad. Y es un reproche que hacen, con dolor, hasta los propios. Mientras tanto sigue confrontando con Milei. No tiene en sus planes quedarse en silencio.