Milei arrastra problemas en su rearmado político: acuerdo parcial con Jorge Macri y recelos de gobernadores

La foto del Presidente con Jorge Macri exagera la trascendencia del trato por los colectivos. Constituye un paso político, aunque no despeja los interrogantes sobre la relación con jefes provinciales. El Gobierno necesita reanimar ese vínculo para atender los desafíos legislativos

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Javier Milei y Jorge Macri en la firma del acuerdo por el traspaso de colectivos a la Ciudad
Javier Milei y Jorge Macri en la firma del acuerdo por el traspaso de colectivos a la Ciudad

La foto de Javier Milei y Jorge Macri en la Casa Rosada resultó llamativa por lo inusual y por la relativa dimensión del tema convocante, el traspaso de 31 líneas de colectivos a la Ciudad. No son habituales este tipo de gestos, aun después de una pulseada que, como esta, había escalado públicamente, con el temor agregado de otro salto tarifario. Alivia, pero no desarma la tensión de fondo: el modo de cumplir con la resolución de la Corte Suprema a favor del reclamo porteño por el porcentaje de coparticipación. Eso hace al cuadro completo. El Presidente da pasos que sugieren un rearmado político y, a la vez, exponen el arrastre de limitaciones propias que alimentan recelos de espacios dialoguistas, en particular de muchos gobernadores.

El encuentro, de paso, sirvió para descolocar a Axel Kicillof, cabeza visible del núcleo duro de gobernadores del PJ/kirchnerismo. El entendimiento entre la Ciudad y el gobierno nacional quebró la posibilidad, imaginada, de una reacción conjunta frente al recorte de subsidios para empresas de colectivos que operan sólo en territorio porteño o en la provincia. Algo así como una movida “táctica”, similar a la que reunió a espacios de todos los colores en las derrotas legislativas que sacudieron hace pocos días al oficialismo. El gobernador bonaerense repetirá ahora una demanda judicial.

Un renglón de interés para Olivos es la lectura de esta poda de subsidios por parte de los jefes provinciales. Todo indica que no genera rechazo especial, porque es viejo el malestar de la mayoría de los gobernadores por el trato desigual a sus provincias. En cambio, nada hace suponer que desarme los recelos sobre el manejo del poder central -repetido- y lo que algunos gobernadores consideran incumplimiento o freno de entendimientos con esta gestión nacional.

La necesidad de reanimar la relación con los jefes provinciales surgió ahora de la mano de los intentos del oficialismo para reacomodar las piezas en el Congreso. De hecho, Milei se ha colocado en un lugar central que no es el que más lo atrae: el manejo directo de la articulación política -incluso interna- y el impulso a negociaciones, empezando con los aliados.

Tiene su sentido en un momento crítico como el marcado por el mensaje áspero del Congreso. En especial, por la sanción de la ley de movilidad jubilatoria. Eso gatilló el veto presidencial -decisión que podría repetirse si es aprobada la ley de financiamiento universitario- y esa medida extrema, a su vez, le reclama ahora al oficialismo cerrar filas y asegurar apoyos precisos para evitar que la oposición pueda insistir con la ley: sería un golpe muy duro. Las chances de evitar una derrota de esa naturaleza están puestas en la Cámara de Diputados.

Ese cuadro coloca a Milei en una situación de resoluciones prácticas. Es natural el papel de conducción de un presidente, pero la línea de desgaste pasa por la asunción del lugar de operador. Un equilibrio delicado. Por lo pronto, surgió como mensaje inicial la convocatoria de la semana pasada a legisladores propios, del PRO y de aliados menores. Todo cuenta para evitar que una confluencia opositora logre dos tercios de los votos en Diputados.

Javier Milei, en la reunión para ordenar la relación con los bloques propios y aliados en el Congreso
Javier Milei, en la reunión para ordenar la relación con los bloques propios y aliados en el Congreso

El oficialismo da señales de tratar de atender ahora varias necesidades. Pero antes, asoman sus desgastantes internas. Por un lado, el capítulo escandaloso del bloque en la Cámara baja. Y a la par y en continuado, las diferencias con Victoria Villarruel, es decir, la tensión en el primer escalón institucional, alimentada sin disimulo desde el círculo presidencial.

En el siguiente escalón aparece la cuestión operativa en el Congreso, especialmente en Diputados. Allí se mezclan varios ingredientes, además del manejo de la Cámara, a cargo de Martín Menem, y el espectáculo del bloque. Y en ese cuadro doméstico, se anotan además los trazos interpretados como afirmación de control de espacios internos. Está a la vista el juego de Karina Milei y de Santiago Caputo. El papel de Guillermo Francos, en todo caso, hace a su lugar como jefe de Gabinete con arrastre de su gestión como ministro político.

Fuera de eso, un cálculo de bancas. La suma de LLA, el PRO y otros aliados aparece muy al filo a la hora de calcular una sesión de Diputados por el veto a la ley jubilatoria. Es un desafío también para la oposición, insegura de ir al recinto si corre el riesgo sin retorno de una derrota. Las cuentas se hacen y vuelven a hacer en base a hipótesis de asistencia, porque lo que está en discusión son los dos tercios de los presentes.

Parece evidente que para sumar acuerdos que le den respiro, sus movimientos tendrían que trascender la imagen de la mesa que reunió a Milei con legisladores propios y aliados. Dicho de otro modo: necesita al menos avanzar en tratativas que sumen un puñado de apoyos de legisladores dependientes de gobernadores. Por supuesto, el desafío es mayor para acompañar proyectos del oficialismo.

Ese es un punto central. La estrategia de estas horas parece restringida a la defensiva, es decir, a evitar el rechazo al veto presidencial o trabar alguna iniciativa de espacios opositores. El oficialismo va enfrentar en breve una prueba similar a la segunda ronda de la Ley Bases -y el paquete fiscal-, porque se viene la presentación del proyecto de Presupuesto 2025. Se trata entonces de tejer mayorías.

Eso mismo repone la prueba de los gobernadores, junto a las tratativas con el archipiélago dialoguista (UCR, Encuentro Federal, y algunos espacios provinciales), además de peronistas que dan señales de juego por afuera del peronismo/kirchnerismo. El clima no es el mejor: abundan los cuestionamientos por destrato o mala praxis. Es algo extendido, con diferencias, a los jefes provinciales, que generan menos alineamiento vertical de legisladores que en otras épocas, pero siguen siendo un factor de peso.

Existen, se admite, algunos gestos para recomponer puentes, aunque pesan en sentido contrario el eterno juego de hacer valer el manejo de la caja desde el gobierno nacional -sin respuesta efectiva a demandas sobre deudas, en muchos casos herencia de gestiones previas- y el empantanamiento de acuerdos, como el traspaso de obras públicas a provincias.

El entendimiento entre el gobierno nacional y la Ciudad se produce en un contexto de recelos entre gobernadores que se mostraron dispuestos a la negociación, con efecto concreto: la Ley Bases y el paquete fiscal, el Pacto de Mayo, el referido mecanismo para trasferir obras nacionales. La foto de Milei con Jorge Macri exagera la trascendencia del acuerdo por las líneas de colectivo. Sigue abierto el tema de la coparticipación. Y resulta entonces una señal parcial.

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