Horas más tarde de que el diputado misionero Germán Kiczka fuera detenido el miércoles por la noche luego de haber sido acusado de poseer, consumir y distribuir material de abuso sexual infantil (MASI), la vecina que brindó los datos exactos para que fuera capturado reveló cómo fueron los días que pasó oculto en la localidad de Loreto, Corrientes, y las conversaciones que entablaron desde que arribó al lugar.
“Lo veía solo. El primero dormía en su auto y después el muchachito de ahí le dio la piecita”, relató Julia, la mujer que se había convertido en una suerte de apoyo emocional para el legislador durante su escape. Pese a que la noticia de que tanto él como su hermano, Sebastián Kickza, eran buscados por la Justicia tuvo gran relevancia mediática, la testigo aseguró que tardó varios días en reconocerlo, debido a que solo se informa a través de su celular. “Como yo no tengo luz acá, vivo sin luz, entonces miro las noticias en mi celu y me encontré con esta cara que era el señor”, recordó.
El diputado provincial permaneció casi una semana escondido en ese pueblo costero. Al menos así pudo reconstruir la vecina, quien señaló que la primera vez que lo vio en los alrededores fue el viernes de la semana pasada. Una jornada marcada por un “tormentón” y las primeras conversaciones que mantuvieron durante su estadía clandestina.
En un principio, Julia no encontró nada extraño en Kiczka, ya que relató que este se notaba tranquilo cada vez que charlaban. Aunque ese hombre misterioso se negaba a darle información personal, no le mintió al decirle que se llamaba Germán. Sin embargo, fue cuestión de tiempo para que la coraza se desarmara, pues rememoró que “a veces lloraba, se sentía angustiado”.
Durante una entrevista que brindó al noticiero de Canal 9 de Chaco, la testigo reveló que el ex prófugo le contó que había viajado hacia Loreto para hacer un retiro espiritual. “Estoy un poco caído. Me siento triste, fue la historia que el diputado le contó a su nueva confidente. Un relato que sirvió para estrechar lazos con ella, debido a que despertó en ella un sentimiento de solidaridad.
“Me parece que te va a hacer muy bien y, de paso, yo te voy a ayudar porque Dios dijo: ‘Ayúdate que yo te ayudaré’. Así está escrito”, recitó la vecina al admitir que llegó a llevarle tortas fritas, huevos y una olla para que pudiera cocinarse en el bungalow donde fue capturado por la Policía local. Incluso, la mujer intentó que el hombre le contara sus pesares con la intención de ayudarlo o brindarle un consejo, pero el tiempo no fue suficiente para que eso sucediera.
Con el paso de los días, Julia notó cierta intención de parte de Kiczka de establecer, aunque fuera momentáneo, en el pueblo, pues le contó que tenía ganas de trabajar en un vivero de la zona. “Si estás por unos días, le digo. ¿Para qué?”, cuestionó, a lo que el legislador respondió: “Sí, pero de paso me entretengo”. Según la perspectiva de la denunciante, el hombre estaba solo todo el tiempo, excepto cuando se acercaba a hablarle.
“Todos los días hablábamos”, reconoció al señalar que la comunicación nunca se rompió, incluso después de que lo reconociera como el diputado que era buscado por la Justicia. La verdad salió a relucir horas antes de que fuera detenido, cuando vio su fotografía en internet y se comunicó con la Policía. “Me asusté, casi me agarra un infarto”, afirmó al agregar que pasó un rato descompuesta hasta que pidió a las autoridades que la trasladaran hasta la comisaría más cercana para asentar la denuncia.
El miedo la invadió de forma instantánea, por lo que se aseguró que los oficiales la acompañaran desde la puerta de la casa hasta el móvil policial y no fue hasta que estuvo en presencia del comisario que reveló la información de lo que ocurría. El sentimiento aún no la abandona, pues confesó con un tono angustiante: “Yo le pido a Dios y le digo que no me va a pasar nada”.
Antes de que los agentes se presentaran en su domicilio el miércoles por la noche, Julia comenzó a vigilar los pasos de Kiczka, quien le consultó cómo podía llegar hacia el centro del pueblo. “Yo seguía sentada ahí -en el patio de su casa- controlando a qué hora volvía. Él volvió como a las cinco y media”, rememoró sobre la última vez que habló con él.
En esa breve charla de paso, el legislador le contó que había visitado la Iglesia del pueblo y que se quedó en ella hasta que decidió regresar al bungalow. Luego se retiró y se despidió con la promesa de hablar mañana o más tarde. “Me dolió mucho”, admitió la mujer que todavía se mostraba afectada por el suceso y contó que tenía temor por lo que pudiera pasarle, debido a que vivía sola y el sujeto en cuestión ya la había reconocido.