“Hay cada vez más pibes vendiendo sándwiches de salame y queso en la calle”. La frase de un sacerdote a cargo de una parroquia del conurbano es un retrato del complejo momento que vive la Argentina respecto a la profundización de la recesión y el aumento de la pobreza. Una realidad que en la Iglesia católica ven con extrema preocupación.
Esos jóvenes que venden sandwiches en las calles antes no estaban. Encontraron en la venta ambulante la forma de generar un mínimo ingreso. Se inventaron un trabajo porque no lo encuentran en el sistema formal y, desde hace un tiempo, tampoco lo encuentran en la informalidad. Ese punto es clave para entender el estado de alerta de la Iglesia.
Días atrás el obispo auxiliar de Buenos Aires, Gustavo Carrara, que ocupa la vicepresidencia de Cáritas, expuso el síntoma de la recesión en la clase baja, al contar que la clase media empezó a sentir el impacto de la crisis económica y dejó de darle trabajo a los sectores más humildes, que están inmersos, en muchos casos, en la economía informal.
En los hechos, muchas personas de bajos recursos dejaron de conseguir changas para subsistir. “¿Qué es la economía informal? El tipo que te corta el pasto, que oficia de carpintero o herrero, o la señora que trabaja en el servicio doméstico. O es también el pibe que trabaja en un lavadero y ya no lo hace porque se redujo la cantidad de clientes”, reflexionó un sacerdote con experiencia en el trabajo pastoral de los barrios más humildes.
“Es una situación donde hay gente que no puede frente a gastos primarios. Hay mayor tejido social y comunitario en este tiempo. En esto contribuyeron mucho las organizaciones sociales”, expresó Carrara en un reportaje que brindó hace poco tiempo a Radio con Vos.
Es una cadena negativa. La Iglesia lo ve así. La gente se queda sin trabajo, crece la pobreza y aumenta la demanda en los comedores ubicados en los barrios más pobres. Es una realidad que se manifiesta con claridad en el conurbano bonaerense pero que es extensiva al resto del país. Una película atravesada por la incertidumbre, el desconsuelo y la necesidad.
“En los últimos meses aumentó la demanda en los comedores. Viene gente que antes no venía. O viene gente que venía muy cada tanto. Pero también vienen muchos que tienen trabajo formal pero que no les alcanza para comer. Se está viendo una caída abrupta del empleo”, sostuvo el padre Lorenzo “Toto” de Vedia en diálogo con Infobae.
¿Por qué hay gente con trabajo formal que va a los comedores? Porque la plata no les alcanza para pagar los gastos mensuales de la casa y también para comer. No alcanza para todo. Esa situación, según indican en la Iglesia, se empezó a ver con claridad en el tramo final del gobierno de Alberto Fernández y se profundizó en los últimos cuatro meses, después de las medidas de ajuste tomadas por el gobierno de Javier Milei.
A cargo de la parroquia de la Virgen de Caacupé, en la villa 21-24 de Barracas, De Vedia adviertió que la situación en los comedores es delicada. Crece la demanda, los fondos que mandan los gobiernos de la Nación y la Ciudad de Buenos Aires no alcanzan y las donaciones disminuyeron. “La gente empieza el mes endeudada. Está -10 en los primeros días del mes. Y agregó: ¿”Qué hacemos? Se estira la comida. Se le pone menos carne. Se hace lo que se puede”.
Los curas que trabajan en las villas de Buenos Aires coinciden en remarcar que en los sectores más humildes la gente está más acostumbrada a acostumbrarse a las situaciones difíciles. “La gente está muy acostumbrada al hoy por tí, mañana por mí”, indicó un sacerdote de largo recorrido en unas de las villas porteñas.
Los curas villeros dan cuenta de que hay gente a la que no le alcanza la plata para cargar la tarjeta SUBE o que no puede comprar la garrafa de gas para cocinar o calefaccionar su casa. Y frente a esa situación, insisten - porque ya lo han marcado en otras oportunidades - que no hay empatía por parte del gobierno nacional.
“Nuestra vocación siempre es el diálogo. Pero percibimos, con el paso del tiempo, que no se han hecho eco de las cosas que planteamos. Sentimos que hay una marcada lejanía por parte del Gobierno”, sentenció De Vedia. Su mirada es la misma que tienen muchos sacerdotes que trabajan en los barrios pobres y que se topan con las dificultades diarias de la pobreza.
En la Iglesia hay una creciente preocupación por el deterioro de la situación social y económica, por la falta de empatía del Gobierno, y por el impacto negativo que tiene la falta de trabajo en el seno de la vida familiar. La degradación de la economía popular es un reflejo de la crisis de la clase media. Y, al mismo tiempo, un retrato perfecto de la crisis que atraviesa la mayoría de la población.
Más de la mitad de la Argentina es pobre. Y entre los sectores eclesiásticos más vinculados al trabajo social divisan un problema grave, una solución que no alcanza y una conducción política que está alejada de la realidad. Un combo preocupante.