Cristina Kirchner volvió a meterse en la interna de la CGT. El sector dialoguista está convencido de que la ex vicepresidenta de Alberto Fernández fue la artífice de un gesto de Pablo Moyano que dejó a la cúpula cegetista envuelta en otra crisis con un doble objetivo: frustrar los guiños de una fracción sindical favorables a negociar con el Gobierno y acelerar el tercer paro general contra Javier Milei.
En la historia sin fin de las peleas en la CGT se está escribiendo un nuevo capítulo luego de que el dirigente del Sindicato de Camioneros dio señales de avanzar hacia un nuevo paro general tras reunirse con Rodolfo Aguiar, el líder de ATE y archienemigo de uno de los jefes cegetistas, Andrés Rodríguez, titular de UPCN, con quien disputa palmo a palmo la representación de los trabajadores estatales. Fue el jueves, pocas horas antes de que, en una jugada diseñada por los dialoguistas, el secretario de Capacitación y Formación Profesional de la CGT, Argentino Geneiro (gastronómicos), aliado de Luis Barrionuevo, encabezó una comitiva de 17 dirigentes que participó de una mesa de diálogo sobre formación laboral y empleo auspiciada por el secretario de Trabajo, Julio Cordero.
Es decir, en un mismo día, una parte de la CGT se acercó nuevamente al Gobierno y otra parte reforzó su postura ultraopositora. ¿Cuál es la verdadera CGT? Las dos partes conviven forzadamente y muestran de manera descarnada las contradicciones que genera el gobierno de Javier Milei entre los sindicalistas. Es que las dos partes de la CGT no logran consensuar una estrategia y, en la práctica, le dejan el terreno libre a la Casa Rosada para que profundice el ajuste y las reformas. Para colmo, ambas fracciones cegetistas, en el fondo, intuyen que ni la voluntad de negociar ni la continuidad del plan de lucha harán que Milei revise las decisiones que toma.
Apuntados como parte de “la casta” que no quiere cambiar y busca mantener sus privilegios, los sindicalistas siguen desconcertados por el estilo mileísta, pero, sobre todo, por lo que sucede entre los trabajadores. El primer dato que los descolocó fue que ellos apostaron fuerte por la candidatura de Sergio Massa, pero sus bases votaron mayoritariamente a Milei. Ahora, pese a la recesión y a los aumentos del transporte y las tarifas de la luz y del gas, que castigan con más fuerza a los trabajadores, el Presidente mantiene un significativo apoyo en la sociedad, según marcan distintas encuestas.
Otro dato que sorprende al poder sindical: en algunas actividades no hay tantos trabajadores dispuestos a sumarse masivamente a una medida de fuerza. Le pasó en estos días a un dirigente del sector aeronáutico que, en pleno conflicto salarial con Aerolíneas, confesó: “Mis afiliados me piden que no paremos”. Por eso no fueron directo al paro y, en cambio, prefirieron anunciar asambleas con afectación del servicio para 10 días más adelante y así dar tiempo para negociar.
En este escenario casi inédito, es lógico que dirigentes gremiales formateados para otro país y otro contexto político y económico no encuentren respuestas efectivas para los problemas que se les presentan hoy. Es más: la mayoría sabe que un paro general no aportará soluciones a sus reclamos y que, por el contrario, le darán la razón a un Milei que se queja de que “la casta” no lo deja gobernar. Por eso el Gobierno celebra por lo bajo cada vez que abre la boca para criticarlo alguien como Pablo Moyano (de 73% de imagen negativa, según la última encuesta de la Universidad San Andrés).
La crisis interna de la CGT es fruto directo de este nuevo tablero sociopolítico en la Argentina, donde el poder sindical tiene cada vez menos poder, pero actúa como si lo siguiera conservando. Después de todo, ¿a cuántos trabajadores formales representa esta CGT en un país con más de un 45% de trabajadores no registrados o cuentapropistas? Esa pérdida de influencia debilita al gremialismo. Por algo los movimientos sociales tuvieron en los últimos años más protagonismo (y acceso a las cajas, los cargos políticos y los lugares en las listas) que esa “corpo” sindical que en los años 70 tenía una capacidad de presión tan grande que incidía en las decisiones de los gobiernos y ponía y sacaba ministros, como lo demostró el líder metalúrgico Lorenzo Miguel, el último mandamás sindical.
A mediados de julio, luego de haber logrado eliminar 42 artículos de la reforma laboral, la CGT decidió reunirse con Cordero para reglamentar la Ley Bases y lograr algún alivio en el Impuesto a las Ganancias, pero, sorpresivamente, el Consejo Directivo cegetista decidió no ir a la primera reunión del diálogo social convocada por Trabajo, junto a los empresarios del Grupo de los Seis (G6), entre duras críticas al Gobierno por no haber dado una respuesta positiva a varios de sus reclamos.
Sin embargo, el sector dialoguista nunca cortó el contacto reservado con los funcionarios e incluso estuvo a punto de sumarse a la primera reunión de la mesa técnica del diálogo social junto con el empresariado, que se hizo el 31 de julio. Pero a último momento se ausentaron sin aviso los abogados Marta Pujadas y Federico West Ocampo, de otros gremios dialoguistas como UOCRA y Sanidad, y por el sector sindical solamente estuvo Alberto Tomassone, el histórico abogado de Armando Cavalieri en la Federación de Empleados de Comercio y Servicios (FAECYS).
Aun así, el sector dialoguista le hizo este jueves otro guiño al Gobierno al enviar representantes a una mesa de diálogo tripartito sobre formación laboral y empleo que convocó Cordero. Para la interna sindical, la noticia fue la presencia del gastronómico Geneiro, que sólo pudo haber ido con el aval de Barrionuevo, quien confirmó de esta forma su acercamiento a los moderados de la CGT. El nuevo encuentro en Trabajo se venía gestando en secreto durante las últimas semanas entre Cordero y Gerardo Martínez (UOCRA), el cerebro de la fracción dialoguista, desde donde se intenta que la CGT sea recibida por ministros como Guillermo Francos o Sandra Pettovello para escenificar una tregua que permita zafar del fantasma del tercer paro general que agitan Pablo Moyano y los K.
La visita de Pablo Moyano a Aguiar, en la mañana del jueves, alteró la frágil paz interna de la CGT. Tras el encuentro, ambos coincidieron en la necesidad de realizar el tercer paro general contra Milei. “Tenemos que construir unidad de acción con todos los que estén dispuestos a luchar -dijo el jefe de ATE-. Con Pablo hemos coincidido en que existen condiciones para avanzar hacia una nueva medida de fuerza de carácter general”. Uno de los más molestos fue Andrés Rodríguez: el gesto de Moyano pareció una provocación hacia su gremio, UPCN, el rival más encarnizado de ATE.
Pero, ¿por qué los dialoguistas estallaron ante esa reunión si el dirigente de Camioneros tiene la protesta a flor de piel? El problema fue que un día antes Pablo Moyano había participado de una reunión reservada en la sede de UPCN de la que participaron los otros cotitulares de la CGT, Héctor Daer (Sanidad) y Carlos Acuña (estaciones de servicio), más el dueño de casa, Andrés Rodríguez, y José Luis Lingeri (Obras Sanitarias). Fue definida como un “encuentro de análisis y coordinación” en el que se decidió volver al diálogo con el Gobierno, plasmado en principio al día siguiente con la presencia de 17 dirigentes gremiales en el diálogo promovido por Cordero, y realizar la semana que viene una reunión ampliada de mesa chica de la CGT para formalizar esa resolución, que implica postergar otro paro general. Allí, según dos de los presentes, Pablo Moyano no objetó ese curso de acción.
Su viraje, de acuerdo con los dialoguistas, surgió tras un encuentro de Cristina Kirchner con dos sindicalistas K como Mario Manrique (SMATA) y Sergio Palazzo (bancarios) en el Instituto Patria. Las mismas fuentes hablan de un acuerdo para romper “la pasividad de la CGT” y embestir contra Milei. Pablo Moyano es un aliado de Manrique y Palazzo. Por eso la corriente moderada de la CGT cree que su postura desafiante al posar con Aguiar fue inspirada por la ex vicepresidenta y apunta a generar una grieta más profunda en la central obrera justo cuando se intenta recomponer el diálogo con el Gobierno. Los aires de ruptura en la CGT, a esta altura, ya parecen un viento huracanado.
Mientras, Cordero está demorando la reglamentación de la reforma laboral a la espera de que la CGT se siente a negociar, mientras el ministro de Desregulación y Transformación del Estado, Federico Sturzenegger, presiona para avanzar como sea sin esperar la presencia de los gremialistas.
Esta semana se sumó otra preocupación para la CGT: la Comisión de Legislación del Trabajo de la Cámara de Diputados se reunió este martes para ordenar la agenda de proyectos laborales, provenientes sobre todo del PRO, la UCR y la Coalición Cívica. Si bien el encuentro terminó en escándalo porque 6 de los 12 diputados de Unión por la Patria se retiraron en disconformidad con una “agenda gorila”, en la comisión que preside el radical Martín Tetaz quieren seguir deliberando el martes próximo, unificar algunos de los 28 proyectos y tratar de emitir dictamen para llevar al recinto.
La mayoría de esas iniciativas apunta contra el poder sindical: busca eliminar la cuota solidaria, limitar los mandatos a 4 años con una sola reelección y obligar a los dirigentes a que presenten declaraciones juradas. Una agenda indigerible para la CGT, pero ¿qué hará si las bases no quieren parar? Eso también explica por qué un sector quiere negociar con el Gobierno. Por pragmatismo. O por desesperación.