La CGT saldrá a la calle este miércoles junto con los piqueteros, en otra de sus muestras de sintonía que dejaron atrás largos años de peleas por el control de la calle y del conflicto social, pero detrás del acompañamiento cegetista a la peregrinación entre Liniers y la Plaza de Mayo existe no sólo una estrategia conjunta de desgastar al Gobierno. También es visualizada por la cúpula de la CGT como una advertencia al oficialismo de lo que podría pasar si no accede a sus exigencias y, a la vez, una forma de ganar tiempo antes de poner en marcha el tercer paro general desde el 10 de diciembre.
Para la mayoría de la CGT, la marcha por San Cayetano será una forma de diferir la realización de los plenarios de secretarios generales y de delegaciones regionales en los que deberá ponerse fecha al próximo paro general, y esperar a que prospere una negociación con el Gobierno. Aun así, los propios sindicalistas admiten que habrá sólo un “acompañamiento” con algunas columnas de gremios de la CGT, sin poner en juego todo el peso del aparato sindical para movilizarse.
Aunque rechazó concurrir a la primera reunión del diálogo social convocada por el secretario de Trabajo, Julio Cordero, la CGT intenta, a través del sector moderado, retomar las negociaciones y obtener un resultado positivo a alguna de sus demandas. Como anticipó Infobae, Cordero quiere invitar nuevamente a la CGT a una instancia de diálogo para la semana que viene, luego del portazo cegetista a la mesa técnica que analizará la reglamentación de la reforma laboral. Incluso no se descarta que los sindicalistas sean recibidos por el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, como una forma de recomponer una relación que volvió a tensarse en las últimas semanas.
El secretario de Trabajo esperará a que pase la movilización organizada por los piqueteros y apoyada por la CGT antes de reanudar los contactos con la dirigencia gremial para tratar de que se incorporen a una mesa de diálogo sobre formación y empleo: la expectativa de Cordero es ofrecer un ámbito técnico para que el Gobierno, los empresarios y los sindicalistas hagan sus aportes y puedan consensuar propuestas sobre esos temas. Y sea la antesala del regreso de la CGT al diálogo social.
En este escenario, la CGT se apoya en sus aliados actuales de los movimientos piqueteros y de las dos CTA para reforzar su capacidad de presión sobre el Gobierno. Los sindicalistas apuestan a algún alivio a los trabajadores que están afectados por el Impuesto a las Ganancias y a atenuar un puñado de artículos de la reforma laboral que los afecta, pero, sobre todo, quieren que los funcionarios mileístas los inviten a la mesa donde se toman las decisiones medulares en materia económica y social.
Una postal semejante con los movimientos piqueteros se registró en diciembre pasado, cuando la conducción de la CGT abrió las puertas de la sede de Azopardo 802 para la asunción de las nuevas autoridades de la Unión Trabajadores de la Economía Popular (UTEP), el sindicato que agrupa al sector de los informales, conducido por Alejandro Gramajo, del Movimiento Evita, ex funcionario del Ministerio de Desarrollo Social, junto a Emilio Pérsico, en el gobierno de Alberto Fernández.
Ese día, Gramajo y la dirigencia de la UTEP estuvo acompañada en el escenario del Felipe Vallese, el histórico salón de la CGT, por dos cotitulares de la central obrera, Héctor Daer (Sanidad) y Pablo Moyano (Camioneros). Este lunes, en la conferencia de prensa brindada en la CGT para anunciar la marcha por San Cayetano, también se sumó el restante miembro del triunvirato cegetista, Carlos Acuña (estaciones de servicio), enrolado en el barrionuevismo. Fue una manera de graficar la intención de la CGT de advertirle al Gobierno sobre el poder de fuego extendido que puede tener en caso de que no acceda a sus reclamos o la situación socioeconómica se siga agravando.
En la conferencia de prensa estuvieron, además, los titulares de la CTA de los Trabajadores, Hugo Yasky, y de la CTA Autónoma, Hugo “Cachorro” Godoy, que se acercaron a la CGT desde que asumió Milei para coordinar una estrategia conjunta. Algunos dirigentes, sin embargo, deslizan que en la última reunión del Consejo Directivo de la CGT, hace dos semanas, algunos líderes cegetistas criticaron duramente a Yasky y Godoy. Más allá de las coincidencias actuales, nadie se olvida de que las dos CTA nacieron en los años noventa en rechazo de la dirigencia de la CGT y crecieron compitiendo con sus miembros mediante la creación de sindicatos paralelos y la disputa de su poder.
En el caso de los piqueteros, también hay una prolongada historia de enfrentamientos desde que surgieron con los cortes de ruta durante el gobierno de Carlos Menem. El recelo tradicional fue por el control de la calle y por los intentos de los movimientos sociales de formalizarse en los años del kirchnerismo y procurar el acceso a las cajas y beneficios que siempre manejó el sindicalismo.
El crecimiento del número de trabajadores informales, y el correspondiente avance de las organizaciones que los representan, representó un desafío para la CGT, que con el paso de los años fue perdiendo afiliados por el aumento del mercado laboral no registrado. Esa situación derivó en algo inédito: en el gobierno de Alberto Fernández, la dirigencia cegetista no tuvo ningún cargo en el gabinete mientras los piqueteros coparon los puestos clave del Ministerio de Desarrollo Social.
Hoy, están todos en el llano y afectados por las políticas de ajuste y reformas que aplica Milei, que abarcan desde los planes sociales hasta los despidos en el Estado, pasando por el sistema de obras sociales. ¿La alianza sindical-piquetera será duradera? También aquí hay una grieta en la CGT: el sector duro, integrado por moyanistas y kirchneristas, tiene mayor afinidad ideológica y vocación de embestir contra el Gobierno, pero en la fracción dialoguista miran de reojo a los piqueteros: son los que pueden competir con su poder y dejar en evidencia un endurecimiento como mera táctica.