Con dos temas de baja conflictividad política, como los proyectos de Ficha Limpia y la modificación del voto de los argentinos que residen en el exterior, impulsados por el PRO y los aliados, la Cámara baja empezará a discutir hoy en comisiones un atisbo del capítulo electoral que el oficialismo y buena parte de los aliados negocian tras la aprobación de la Ley Bases. Esto tiene como ejes centrales el debate en torno a las PASO y la implementación de la boleta única de papel, y un rubro tabú para el sistema: el financiamiento de las campañas, sospechado en los últimos años por su evidente falta de transparencia.
Según fuentes oficiales, la Casa Rosada intentará insistir con un fuerte aumento de los aportes privados a las campañas y al financiamiento de la política, cuyos topes se fijan en base a los electores y al valor del módulo electoral que se determina por presupuesto.
Es parte del paquete electoral que el Gobierno buscará discutir en el Parlamento, y cuyos detalles todavía se terminan de pulir en una mesa que tiene, entre sus integrantes, a Lisandro Catalán y José Rolandi por la Jefatura de Gabinete, a Luz Landivar por la Dirección Nacional Electoral y a María Ibarzabal Murphy, una funcionaria clave del riñón de Santiago Caputo, el asesor estrella de la Casa Rosada, cuestionado públicamente por Mauricio Macri durante el fin de semana.
Este lunes, Javier Milei le brindó al consultor un fuerte respaldo en medio de esos cuestionamientos: se mostró con él en el balcón de la Casa Rosada.
En el Gobierno le adjudican al estratega la autoría intelectual del impulso de la eliminación de todos los topes para los aportes privados de las campañas electorales, es decir, que cada partido pueda financiarse sin restricciones. “Santiago tiene muchas ideas”, ironizó un secretario de Estado.
Lo cierto es que en el primer proyecto de Ley Ómnibus enviado por Milei al Congreso a pocos días de asumir, que después tuvo que retirar por su inviabilidad política, el Ejecutivo había incluido esa modificación en el texto, en el capítulo electoral, con escasísimos controles, lo que abría la puerta a la inyección de dinero sin límites, y eliminaba todo financiamiento público por parte del Estado.
Cuando el gobierno retiró ese proyecto, devolvió después al Parlamento la Ley Bases y el paquete fiscal sin ese rubro, y se sancionó ese primer paquete de la era libertaria, el Ejecutivo empezó a conversar después con los bloques aliados el capítulo electoral. En esos diálogos, además de la posibilidad de eliminación de las primarias -una opción que se diluyó en los últimos meses porque no están los votos- y la implementación de la boleta única de papel, que tiene media sanción en Diputados y dictamen en el Senado, la Casa Rosada le adelantó a los jefes de bloque dialoguistas que buscaban avanzar con una ampliación sustancial de los límites de aportes, actualizarlos, llegado el caso por inflación, y aludieron al intento de prohibir los espacios gratuitos de publicidad para los partidos durante el período de campaña.
“Nosotros queremos que el financiamiento sea lo más parecido al real, declarar lo que se gasta, pero no estamos de acuerdo que no haya topes o controles”, aseguró ayer una de las principales espadas parlamentarias del PRO.
El Gobierno, por caso, pretendía sacar el fondo permanente que los partidos reciben del Estado para su desenvolvimiento, y el financiamiento vinculado al resultado de las anteriores elecciones. “Querían eliminar todo”, explicó la fuente.
Más allá del texto final, en el sistema político son conscientes de que la normativa actual vinculada a los aportes de campaña necesita una modificación y un incremento significativo en los topes. La rendición patrimonial de los partidos de las últimas campañas electorales se condijo, en poquísimas ocasiones, con la realidad. En las campañas presidenciales del peronismo o del PRO, por caso, se gastó muchísimo más dinero del declarado. Los aportes en negro se hicieron frecuentes. Los gastos en boletas, o fiscales, se llevaron buena parte de los presupuestos. Pero se declaró, siempre, un número sustancialmente menor al que efectivamente se utilizó.
En las últimas semanas, los intercambios entre los legisladores aliados y el Ejecutivo entraron en un impasse en este rubro. Los bloques dialoguistas no recibieron por ahora ningún borrador del paquete electoral que el Poder Ejecutivo pretende discutir en el Parlamento, más allá de los proyectos que este martes empezarán a debatir en las comisiones de Asuntos Constitucionales, de Relaciones Exteriores y Culto y de Justicia, vinculadas a Ficha Limpia y a los posibles cambios en la votación de los argentinos y argentinas en el exterior.
Es que existe, en ese sentido, un tema que el gobierno y parte de los aliados del PRO y la UCR, también desde un sector del peronismo, están siguiendo con especial atención, y que incluye negociaciones subterráneas.
Se trata del dictamen que fue aprobado en el verano en la Cámara alta por la implementación de la boleta única de papel, con firmas de senadores de La Libertad Avanza, del PRO, de la UCR y del peronismo no kirchnerista. Entre ellos, de Edgardo Kueider, de Entre Ríos, que quedó atrapado en una disputa de poder entre la Casa Rosada y Victoria Villarruel por la conformación de la comisión de inteligencia. Kueider tiene una relación muy fluida con el Ejecutivo, y su voto fue clave para la ley bases y el paquete fiscal.
En el Gobierno están detrás de la BUP, en un intento por destrabar las negociaciones y tratar de avanzar con ese proyecto que, de sancionarse, modificaría de raíz el sistema de votación a nivel nacional. En términos económicos, políticos y también culturales. Existen, en ese contexto, tratativas con algunos gobernadores provinciales, entre ellos de Río Negro o Misiones.
En las provincias están muy pendientes del calendario electoral del próximo año. En todos los planos. Hay mandatarios del PRO que, por ejemplo, tienen listos los trámites para la presentación de partidos provinciales, para no tener que depender del sello amarillo. Pero archivaron por ahora esa estrategia por la irrupción de Macri en el escenario político, en su intento por revitalizar al partido que fundó hace dos décadas. Para no caldear todavía más los ánimos internos.