Los conflictos entre Presidente y Vice se suceden de distinto modo -a veces, dramático- gestión tras gestión. También, la receta gastada de la foto conjunta, un recurso que sería utilizado otra vez, según se hace circular desde el oficialismo, para aplacar el efecto de la última tensión pública entre Javier Milei y Victoria Villarruel. La nueva entrega sería en La Rural, el domingo que viene, después de jugar con la posibilidad de un desencuentro también en ese ámbito, que reclama medidas en materia económica pero también atiende -como todos- las señales sobre la solidez de la gestión.
Hay imágenes contrapuestas. Luis Caputo estuvo reunido con la dirigencia ruralista y su mensaje no se apartó en nada del discurso oficial. Pareció claro que si hay anuncios, estarán a cargo directamente de Milei. Habrá que esperar la vuelta del viaje presidencial a París para asistir a la apertura de los Juegos Olímpicos y concretar una bilateral demorada, y ahora bastante trabajada, con Emmanuel Macron.
El ministro dejó atada cualquier decisión de fondo sobre los reclamos del sector -en especial, una baja de retenciones- al sostenimiento del superávit fiscal, que en visión fiscalista más cerrada va de la mano con las medidas para comprimir la base monetaria y, a la vez, tratar de colocar la inflación en niveles mínimos, objetivo también central en materia política.
Podría decirse, linealmente, que esa es la síntesis del mensaje en medio de la crisis y después de días de turbulencias de los mercados. Al revés, muchas veces directamente a contramano, operan las internas: en primer lugar, las tensiones entre Milei y Villarruel, pero además las disputas y desajustes que ya dejaron en el camino decenas de funcionarios. La lista, por jerarquía y por el destrato -con repercusión en el frente externo- es encabezada por Nicolás Posse.
En medios oficiales hay quienes admiten que no se trata de una simple cuestión de imagen, sino que afectan la gestión o complican movimientos en el Congreso. Por supuesto, el descargo sobre pasadas batallas entre presidentes y vice, como si fuera una “tradición” -en ese caso, de la “casta”-, no desarma inquietudes planteadas más allá del circuito político. En cambio, la lectura fuera de las anécdotas expone un problema de fondo, también repetido, sobre la concepción de poder.
El más reciente pico de tensión, más allá de la orden presidencial para bajar la exposición pública, desnudó a la vez dos problemas: el primero, a la vista, un mal síntoma institucional y de funcionamiento como espacio político; y el segundo, las reacciones del muy reducido círculo presidencial, que rechaza y transforma en recelo hasta un mínimo pestañeo político no aprobado o decidido por Olivos.
Esa mesa chica con el Presidente, se sabe, es integrada por Karina Milei y Santiago Caputo. Es llamativo, porque pueden estar cerca pero no ser parte dos funcionarios clave del Gobierno: el ministro Caputo, por su determinante tarea específica, y Guillermo Francos, jefe de Gabinete y principal armador político del oficialismo.
El increíble conflicto armado en torno de los cantitos de la Selección -su tramo homofóbico y xenófobo- colocó de relieve ese conjunto de señales. Expuso descalificaciones, incluso del Presidente, apuntadas contra el tuit de Villarruel, ya fuera de cualquier consideración como juego de posicionamiento personal y el despropósito de generar un tema de malestar diplomático, en este caso Francia.
Pero, lo dicho: al cruce con la Vicepresidente se agregó la gestión de Karina Milei con la embajada francesa, una visita rodeada de otras versiones. Y no actuó la Cancillería, ni formal ni informalmente. Asomó así también como un gesto al frente interno. Un modo de moverse, más allá del cargo, reservado a los dos integrantes de la mesa chica de Olivos.
En la lectura más extrema sobre este episodio se llegó a difundir la idea de una movida de Villarruel para complicar el viaje de Milei a París y el posible -por entonces no seguro- encuentro con Macron. El dato no es su grado de asidero, sino el hecho mismo de suponer ese nivel de elaboración y profundidad de la interna.
Pero así como en las cercanías de Villarruel cada roce es visto como parte del objetivo máximo y sin retorno de desgastarla, para el entorno de Milei todo tiene que ver con una construcción individual de la Vicepresidente pensada en perspectiva política que trasciende los límites actuales del oficialismo.
Son varios los recelos, pero un par ocupan la primera línea. Uno apunta contra Mauricio Macri. Otro, remite a la relación con jefes provinciales. Se mezclan además con los gestos de manejo propio en el Senado.
El viaje que acaba de hacer Villarruel a Catamarca ilustra sus movimientos y alcanza para alimentar las prevenciones y malestar del círculo presidencial. Asistió a celebraciones tradicionales, estuvo junto al gobernador Raúl Jalil y otros dirigentes locales, y dejó mensajes en línea con su perfil más nacionalista. Algo de eso había quedado expuesto también en el tuit por el episodio de la Selección.
Para completar, en estas horas se complicaron algunas negociaciones en el Congreso. Un tema considerado sensible es la presidencia de la comisión bicameral que debe controlar a los organismos de inteligencia. Del lado de Villarruel, defienden un compromiso inicial en el Senado -que desarmó el dominio kirchnerista en la Cámara- y postulan a un senador del PRO. Del otro lado, ven el hilo de un acuerdo con Macri y buscan imponer a un representante del PJ no K.
Es parte de una pelea que no se agota en ese terreno. Hasta la visita a la Rural quedó cargada de suspicacias: una posible pasada de Villarruel, en soledad, fue elevada al nivel de desafío a la Casa Rosada. La foto del domingo que viene buscaría ponerle fin a este capítulo. Es una puesta en escena repetida, también en distintas gestiones. Nada nuevo.