La definición está en el punto dos del orden del día y le da sentido a todo lo que pasó en el PRO entre el presidente Mauricio Macri y la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich. Es una pelea de estilos, de estrategia política pero también una disputa que ya es personal. Tiene origen en el denominado pacto de Acassuso, cuando ambos acordaron apoyar en la segunda vuelta a Javier, y sobre todo tiene proyección a las elecciones del año que viene.
“El PRO no se fusionará con otro partido”, estableció la Asamblea del PRO, en su primer acto oficial y formal, tras la tumultuosa reunión en el Hotel Abasto, en la Ciudad de Buenos Aires. Esa frase es el aleph que explica por qué los dos líderes que vencieron juntos en 2023 la precandidatura de Horacio Rodríguez Larreta -que había reunido todo el aparato y los recursos partidarios- y que ahora quedaron en veredas opuestas.
Desde febrero, a dos meses de asumida, Patricia Bullrich mencionó por primera vez la palabra que Macri no esperaba. La idea de “fusión” no sólo implicaba limitar el margen de negociación con Milei para sumar cuadros técnicos y políticos a la nueva administración. Sobre todo, implica la disolución del partido que él fundó hace 20 años y que llegó a gobernar la presidencia de la Nación, la gobernación bonaerense y la ciudad de Buenos Aires al mismo tiempo.
En una entrevista el 10 de febrero, Patricia Bullrich dijo que el PRO y LLA había empezado a caminar juntos: “Esta coalición, fusión, convergencia, no tiene nombre todavía. Es la idea que precede a la organización, luego veremos cómo se organiza, si es un solo partido, en dos partidos si es una coalición parlamentaria”, afirmó la funcionaria en declaraciones a una radio porteña.
Es una definición que no es nueva y que la puso en la mira de la mayoría del partido, que le reconoce un liderazgo simbólico y político a Macri mayor que a Bullrich. Larreta había tenido la misma tentación: con un proyecto presidencial para el futuro, recursos y una actividad incansable, el ex jefe de Gobierno consiguió el apoyo de los líderes principales del interior del país, pero a la hora de votar, la mayoría optó por el tándem Bullrich-Macri.
La declaración de la Asamblea que impulsó el PRO no bloquea los acuerdos ni le resta apoyo al gobierno de Milei, pero marca una distancia que sólo puede leerse en clave electoral. ¿Las próximas listas las armará Karina Milei o Mauricio Macri? ¿Quién tendrá la lapicera? Por las dudas, la hermana del presidente, El Jefe, viene fatigando millas aéreas recorriendo el país para abrir locales y poner en marcha el partido La Libertad Avanza y asegurarse así la expansión nacional. Macri sabe que una fusión lo puede empujar a la intrascendencia política. Por eso se resiste y ahora juega sus fichas alambrando de manera definitiva el control del partido.
Antes del encuentro, la funcionaria de la administración libertaria había marcado su postura en una carta pública que difundió por redes sociales: “El debate que quiero dar en el PRO no es un debate de cargos, es mucho más profundo, es un debate de rumbo. No vamos a dar marcha atrás. Decidimos apoyar a Javier Milei porque si el cambio no se daba ahora, nos hundíamos. Y en 6 meses ya vemos un cambio inédito, conseguido contra viento y marea”, sostuvo Bullrich.
Al llegar el momento de la asamblea, las dos posiciones se juntaron y desataron la explosión interna, que anticipa futuros enfrentamientos internas en los armados de listas de cara al próximo año. A priori, el bloque de diputados nacionales del PRO, con Cristian Ritondo a la cabeza, sigue sin fisuras del lado de Macri y el bullrichismo aclaró que no saldrán de ese espacio. “Avanzamos con fuerza y ayudamos a un triunfo electoral para construir un cambio de verdad, sin medias tintas. Y definitivo. Firmamos un contrato con la sociedad que no se puede romper”, insistió Bullrich en su mensaje.
Y aclaró: “Es un contrato sólido e irrevocable. Y como ministra de Seguridad, me comprometí a dar batalla y terminar con los graves problemas que atraviesan a la Argentina y que la convirtieron en el país del revés, donde los delincuentes tenían más derechos que la gente de bien. Por eso es que nos jugamos a tirar de este carro para adelante con decisión, con firmeza: para bajar la inflación, la inseguridad, el déficit; para combatir las corporaciones y las mafias; para decirle basta a la extorsión de los gerentes de la pobreza y de los sindicatos que solo buscan el beneficio de sus dirigentes”.
Después del escándalo, Pablo Walter dejó una frase sugestiva: “Se quedaron con un partido chiquito”. Habló así de algo que es de otros.