El peronismo convive con sus propias internas desde hace un largo tiempo. La etapa en la oposición es una extensión - menos traumática y tumultuosa - de la convivencia que tuvieron las distintas vertientes durante el gobierno de Alberto Fernández. Las diferencias existen. Nadie las niega. Y en este tiempo están apoyadas en las diferencias de criterio que tienen entre el kirchnerismo duro y el peronismo del interior.
La nueva votación de la Ley Bases expondrá las diferencias estratégicas. No sería nada grave si no fuera porque en los sectores más duros del bloque de Unión por la Patria molesta que no haya un alineamiento respecto a la confrontación con Javier Milei. “Si no votas lo que quiere La Cámpora, sos un enemigo. Así no se puede”, sentenció un diputado que forma parte del bloque.
En el peronismo no K advierten que si en los próximos meses no empieza a existir una postura más flexible, es probable que haya más fugas del bloque, del que ya se fueron los diputados tucumanos, ante el pedido del gobernador Osvaldo Jaldo. Los peronistas del interior tienen que responder a los pedidos de sus mandatarios provinciales, a las necesidades regionales y a las diferencias sobre cómo pararse frente al Gobierno.
El señalamiento que hubo sobre los senadores Sandra Mendoza (Tucumán), Guillermo Andrada (Catamarca) y Carolina Moises (Jujuy), que son parte del bloque de UP y votaron a favor del Régimen de Incentivos para Grandes Inversiones (RIGI), no cayó bien en algunos sectores que no están alineados a la postura kirchnerismo. Volvieron a sentir que si no votan en consonancia con la estrategia K, entonces serán castigados públicamente.
Cuando la ley Bases obtuvo media sanción en la Cámara baja, tres legisladores tucumanos se abstuvieron en la votación del RIGI, uno votó a favor, y tres sanjuaninos siguieron en esa línea. Los siete se desmarcaron de la estrategia mayoritaria que eligió llevar adelante el bloque que conduce Germán Martínez. Ese movimiento generó tensiones y reproches internos, pero no pasó a mayores.
En esta oportunidad los diputados tienen que votar un artículo que determina que se aceptan o se rechazan los cambios hechos en el Senado, por lo que votar a favor, implicaría avalar todo el contenido de la ley. Es una situación incómoda para los legisladores que en la primera votación se manifestaron en contra de la ley en general, pero acompañaron artículos puntuales. Porque el sistema de votación es distinto y las salvedades no pueden hacerse como en la primera oportunidad.
Todo indica que la mayoría de esos legisladores se terminará absteniendo. Más allá de sus voluntades, el Gobierno tiene los votos necesarios para que salga. De esa forma, la estrategia de la abstención les daría un lugar de menor exposición. Sus votos no serían determinantes para que la ley sea, finalmente y después de seis meses de negociaciones, aprobada.
Las distintas posturas en la estrategia parlamentaria son solo la punta del iceberg, Debajo de agua hay diferencias políticas sobre cómo encarar la renovación del proceso político que encarna el peronismo y la voluntad, de varios legisladores del peronismo no K, se generar un armado interno que conviva con el kirchnerismo bajo el techo de Unión por la Patria.
Un sector del peronismo no quiere afiliarse a la idea de bloquear todas las iniciativas del Gobierno, pero tampoco quieren ser parte de la oposición dialoguista que lidera el radicalismo. La postura frente a la Casa Rosada genera diferencias en la convivencia de los bloques. Pero, además, las mayores divergencias se dan por la construcción política y el formato de decisiones, aún muy concentrado en la cúpula K.
“Hay espacio para formar una línea interna del peronismo. Sin romper el espacio. El tema es construir el camino y poder marcar las diferencias internas sin que sea una guerra”, señaló a Infobae un diputado que forma parte del bloque opositor. La iniciativa está vigente, lo que falta es que ese sector se anime a dar la discusión. En definitiva, es parte de un debate de fondo sobre la renovación y reconstrucción del peronismo.