Sergio Massa quiere salir al ruedo. Ya. Otra vez. Tiene ganas de hablar, de confrontar las políticas de Javier Milei en público y de contraponer los datos del presente con los del pasado reciente. Está dispuesto a abandonar el largo silencio en el que se sumergió luego de la derrota en el balotaje. Desde ese entonces, entendió que la gente había elegido otra opción política y que había que respetar el mandato popular con bajo perfil.
Después de seis meses de gestión libertaria, el ex candidato presidencial prepara su regreso a la arena política. Al barro de la dinámica furiosa en la que se mueve el sistema político doméstico. El aumento de los combustibles y de las tarifas de luz y gas. La suba de las prepagas, la baja de la inflación de la mano de un ajuste muy severo, el aumento de la pobreza y la multiplicación de los despidos. La agenda de temas la tiene en su cabeza. Y el contraste discursivo que está dispuesto a hacer, también.
Massa quiere exponer su mirada sobre los vaivenes de la política argentina. Sabe bien cómo moverse en ese mar revuelto. Pero aún no se decidió a dar el paso final para meterse en la discusión política de lleno. El asesor catalán Antoni Gutiérrez Rubí, que lo acompaña hace varios años y fue el puntal de la última campaña presidencial del peronismo, le aconseja esperar más tiempo. Extender el silencio. Controlar la ansiedad. La semana que viene ambos se reunirán en las oficinas de la Avenida Libertador para lograr un punto de encuentro.
El ex ministro de Economía le dice a los dirigentes con los que se reúne que nota un cambio en la calle. Que son cada vez más los qué le piden que hable, que fije una posición, que sea el representante de un peronismo moderado en la trinchera opositora. Que sume su voz a la de Cristina Kirchner, Máximo Kirchner, Axel Kicillof y los principales legisladores de Unión por la Patria (UP), que mantienen a flote el mensaje opositor sin una estrategia coordinada y conjunta.
Hasta hace poco tiempo pensaba que debía abrazarse al silencio por un largo rato. Que ese era el camino prudente debido al respaldo que había obtenido Milei en las urnas. “A nadie le gustaría que a los pocos meses de casado le digan que lo están engañando”, solía poner como ejemplo frente a los múltiples interlocutores que pasan semanalmente por su oficina. Debía esperar el momento apropiado para que su palabra vuelva a tomar valor. Y cree que ese instante está cerca.
Para el mes próximo tiene pensando presentar su libro junto al escritor Jorge “Turco” Asis, donde cuenta la experiencia de su paso por el Palacio de Hacienda. Esa sería una reaparición pública con fecha, lugar y hora. Pero por estos días analiza que ese momento aún está lejos en el calendario y que lo ideal sería adelantar su regreso. Romper el silencio antes del tiempo estipulado.
El líder del Frente Renovador advierte un escenario complejo para el Gobierno. Inflación creciendo en los próximos dos meses, un atraso cambiario que puede terminar obligando a una devaluación, la postergación de la salida del cepo por falta de reservas y una nueva etapa de sequía, que podría golpear con fuerza al campo y, en consecuencia, a las arcas del Estado. Menos dólares para sostener el plan económico.
“No hay ningún signo de recuperación. La caída del consumo y las ventas es muy grande”, repite a cada dirigente político que pasa por su despacho. A eso le suma los aumentos de tarifas pisados en los últimos meses, que tendrán impacto en el próximo trimestre. Sus precisiones se basan en informes permanentes que se generan en la Fundación Encuentro, que funciona en el edificio de Avenida Libertador, y en encuestas que consume con frecuencia desde su teléfono celular.
Massa cree que el Gobierno sigue teniendo respaldo de la sociedad, pero que la crisis política que generó el escándalo por el reparto de alimentos, raspó el relato oficial sobre la transparencia y la casta. Entiende que el proyecto de Milei está sostenido sobre dos ejes que alimentan la diatriba: la expectativa que la sociedad estará mejor en términos económicos y la pelea contra el sistema político, acusado de aferrarse a los privilegios. La lucha contra la casta.
Si el conflicto en el ministerio de Capital Humano de Sandra Petovello golpeó en la línea de flotación del Gobierno y limó el segundo de los aspectos, la profundización de la caída del consumo y de la recesión, sumado a un rebote inflacionario y un aumento de tarifas, podría dañar el primer argumento clave. En ese contexto, el ex funcionario se anima a pisar otra vez la escena nacional y exponerse a una lucha cuerpo a cuerpo con el oficialismo.
Esa función se intercalará con la que hace todos los días y a la que está dispuesto a dedicarle más tiempo. Quiere trabajar en la arquitectura de un nuevo proyecto político que le permita al peronismo regresar al Gobierno. Para eso busca ser un articulador de voluntades que permita resolver rencillas internas en las provincias.
Un ejemplo de un lugar propicio para colaborar en la búsqueda de acuerdos es Tucumán, donde el gobernador, Osvaldo Jaldo, del peronismo, apoya al gobierno libertario, mientras que el presidente del PJ local, Juan Manzur es un férreo opositor. Ambos están enfrentados en una interna de poder sin límites. Ordenar al peronismo en la provincia, montar una estrategia hacia el 2025 y alinear un discurso, es un trabajo complejo en el que Massa está dispuesto a colaborar.
Lo mismo sucede en otros distritos como Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba y Mendoza. Provincias donde el peronismo perdió una gran cantidad de votos en las últimas elecciones y donde el oficialismo local avanza tratando de ganar centralidad y adhesiones. El líder del Frente Renovador cree que hay que priorizar el orden y el fortalecimiento de la estructura peronista en los ocho distritos que el año que viene eligen senador. Ese debe ser el principal objetivo estratégico.
En esa lista ingresa la provincia de Buenos Aires, que no renueva senadores, pero que tiene un alto nivel de conflictividad debido al enfrentamiento entre La Cámpora y el armado político y territorial de Axel Kicillof. El último capítulo de esa interna lo protagonizaron ayer los intendentes Mayra Mendoza (Quilmes) y Jorge Ferraresi (Avellaneda), que tuvieron un cruce en la gobernación, luego de que el ex ministro nacional organizara un plenario en el municipio que conduce la dirigente camporista y le apuntara ímplicitamente en su discurso.
“Kicillof no puede estar ajeno a estas movidas. Son provocaciones. Arman un acto contra Mayra, no la invitan, hablan mal de otros sectores del peronismo y promueven divisiones. Después la convocan para una foto como si nada hubiese pasado. Es un error político. Lo único que se genera es que se rompa el peronismo de la provincia”, se quejaron en La Cámpora, donde los ánimos están muy caldeados. La interna bonaerense es un polvorín y el Gobernador puede salir lastimado del fuego cruzado.
Massa entiende que esas tensiones solo generan cortocircuitos internos y desgastan al espacio político. “De cara al 2025 hay que construir la catedral de la oposición. Quién es el Papa es una discusión que se debe dar en el camino al 2027″, le confesó a un dirigente opositor hace pocas horas. La discusión debe plantearse hacia adelante y en otros términos. El peronismo ya tuvo malos resultados con el estallido de una interna a cielo abierto.
El que se debe desgastar es Milei, no la oposición. Esa idea atraviesa el pensamiento del ex ministro. “El peronismo tiene que discutir el trazo grueso. Transparencia o corrupción. Expectativa o realidad”, sostiene, cada vez con más frecuencia, en sus charlas políticas. Esa es la discusión. Un debate que colabore en la polarización del escenario político entre los que están con Milei y los que están en contra de Milei, una postura que viene creciendo en varios sectores del peronismo.
Massa cree que hay temas centrales de la agenda del Gobierno a los que el peronismo le cuesta enfocar. Uno de ellos es el DNU de desregulación de la economía, que ya fue rechazado en el Senado pero que debe ser tratado en la Cámara de Diputados. Considera que no se explicó con claridad en qué le cambiaba la vida a la gente. Que hubo una falla en la comunicación y que se debe ser más preciso.
“Hay que dar una disputa en la construcción de sentido en las redes, en lo que se consume por el teléfono. Ahí está la discusión, más que en la calle. Y ahí estamos fallando”, se sinceró en una reunión política que tuvo en su oficina de Retiro esta semana. Un llamado de atención para discutir una nueva estrategia de comunicación, en un espacio político sin líderes, ni plan conjunto. Una anarquía ordenada por sectores, que pelean desde el Congreso, el Instituto Patria y la gobernación bonaerense sin premeditación ni orden.